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-En serio, no es necesario.- dijo Munay al llegar hasta aquel estacionamiento mientras Martin accionaba el mando para abrir su costoso auto.

-Lo hago por mi bien, no quiero que vuelvas a desmayarte y tener que hacer el trabajo solo.- bromeó. No sabía muy bien porque tenía la necesidad de llevarla, pero de repente, quería pasar más tiempo con ella.

Munay sonrió y se acercó acelerando el paso a la puerta. Era increíble como un joven como Martin lograba que dejara de esconderse. Su mente estaba tan empecinada en hacerle creer que nunca podría mirarla con otros ojos, que se sentía libre de mostrarse tal cual era. Como si no necesitara el disfraz de la joven responsable, silenciosa y tímida que le había valido su beca.

Martin se sentó detrás del volante y antes de encender el auto la recorrió con sus ojos confusos. Sus piernas tensas y oscuras debajo de la falda corta se movían con nerviosismo mientras su pecho subía y bajaba asomando una curvatura demasiado apetecible por su escote, no quería creerlo, pero ya no podía disimularlo: le gustaba.

-¿Conoces la calle?- le preguntó Munay con sus ojos rasgados cargados de inocencia, no parecía haber notado que él se había quedado tan absorto en sus pensamientos que ni siquiera la había escuchado.

-Si, si, pero anotala acá porfa, prefiero seguir al GPS.- le dijo disimulando su propia sorpresa, nunca le pasaba eso, por más atractiva, sexy o insinuante que fuera un chica, nunca perdía el control. ¿Que le pasaba? Se sentía vulnerable junto a ella y eso no le gustaba.

Por eso pasó todo el trayecto en silencio, la voz de Pitbull sonaba en los parlantes y la noche instalada ofrecía el camuflaje perfecto para su perplejidad. ¿Qué estaba buscando? ¿Qué esperaba de aquel viaje, de aquella prolongación de un encuentro que debía ser meramente de trabajo?

-Se me ocurrió organizar un sorteo el día del torneo, pero no se que podríamos sortear- dijo Munay ajena a todo lo que pasaba por la mente de Martin en esos minutos, pero él no pudo responder, no entendía lo que le pasaba, estaba enojado con él mismo, porque no podía ser natural, porque tenía temor de decir algo incorrecto, de quedar en ridículo o de alejarla en lugar de acercarla. No entendía ese nuevo sentimiento, nunca antes le había pasado, y a decir verdad, no se sentía nada bien.

Munay apretó sus labios como si quisiera que su comentario regresar a su boca, había estado pensando que decir para romper aquel incómodo silencio, y aquello había sonado mejor en su mente, pero al parecer, él estaba enfadado, no quería hablar, ¿Para qué había insistido en llevarla entonces? Ella le había dicho que no era necesario, lo había liberado de la penosa tarea de pasar más tiempo juntos y él había insistido, no lo había imaginado, él se lo había confirmado con su broma y de repente, se había vuelto molesto, su mandíbula apretada, sus ojos entrecerrados y sus dedos presionando el volante eran prueba de ello.

-Acá está bien.- dijo luego de un silencio más incómodo que el anterior y él detuvo el auto sin mirarla.

-Gracias.- agregó Munay desabrochando el cinturón y colocando su mano en la puerta para bajar lo antes posible. Pero cuando estaba a punto de lograr su cometido, él colocó su mano sobre su pierna y se quedó congelada.

-Es una gran idea la del sorteo.- le dijo él y ella sin poder sacar sus ojos de la zona en la que estaban en contacto, sonrió.

-No tenías que traerme, lo siento si arruiné tus planes, en serio, yo vuelvo siempre en colectivo, puedo hacerlo sin problema.- le dijo alzando sus ojos para poder mirarlo a la cara.

-Te dije que quería traerte.- respondió él, obligándose  a recuperar su personalidad.

-Gracias.- le respondió ella sin terminar de comprenderlo. Se sentía tonta por no hacerlo, de repente no podía ser ella misma, no si sus mensajes eran tan contradictorios, como en ese momento, no lo estaba imaginando había comenzado a acariciar su pierna y sus ojos se desviaron indefectiblemente a ese lugar.

-Muny, yo...- comenzó a decir Martin, su mano se había apoderado de aquella piel, haciendo del contraste un detalle insignificante. No importaba la tonalidad, el calor se sentía igual. Sentía que podría quedarse a vivir allí, con su piel debajo de la de él, incluso imaginó que arrancaba de nuevo para llevarla lejos, a donde fuera pero solos, su menté voló demasiado rápido a un sitio en el que su mano intrépida continuaba el camino deseado y sus labios se unían sin respiro. Imagino el sabor de tus besos, el sonido de sus gemidos, el tacto de sus dedos sobre su cuerpo y su respiración se aceleró.

-¿Qué pasa?- le preguntó ella, notaba que cada vez estaba más cerca  aunque no se permitía ni siquiera pensarlo, la posibilidad de recibir una inminente beso, parecía cada vez más posible.

La conexión de las miradas fue tan intensa que ella cerró sus ojos, si ese iba a ser su primer beso, no le molestaba que fuera con él.

Sin embargo, el tiempo pasó y no tuvo más remedio que volver a abrirlos.

No iba a besarla

Se había apartado volviendo su posición, transformando su suposición en un motivo de vergüenza y entonces ella solo quiso desaparecer.

-Tenes que tener un celular.- le dijo él liberando todo contacto, volviendo su vista al frente, como si fuera la única forma de escapar de lo que en verdad quería hacer.

-Lo voy a tener en cuenta.- le respondió ella irónica, estaba enojada, estaba enojada con ella misma por creer que alguien como él podía querer besar a alguien como ella, necesitaba recuperar su dignidad, por eso abrió la puerta para irse lo antes posible, haciendo de cuenta que no había cerrado sus ojos dispuesta a recibirlo.

Entonces Martín se sintió un tonto, ¿por qué se comportaba así? Ahora solo había logrado enojarla, y lo entendía perfectamente, él se hubiera sentido igual. El recuerdo reciente de sus labios, de sus ojos cerrados, de su piel quemando bajo la suya lo volvían todavía más injusto. ¿Cómo no la había besado cuando era lo único en lo que podía pensar desde que la había visto subir?

La vio alejarse y el portazo sonó merecido en sus oídos, era un cobarde, uno que no aceptaba lo que todo su cuerpo insistía en decirle: Ella le gustaba, le gustaba mucho.

Los colores del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora