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Bahiyyih decidió. Se quedaron. Pero aunque ella no lo hubiese decidido, se habrían quedado igualmente. ¿Cómo podían no hacerlo? Quisieron dar al doctor Yoongi el dinero que les quedaba. El no lo aceptó.

—Guarden su dinero. Les costó mucho conseguirlo, ¿no es verdad? También les diré que he visto a mi abogado y que éste cuidará de que su madre sea citada para su comparecencia en Clairmont. Sé que creen que no vendrá, pero nunca se sabe. Si tengo la suerte de que me confíen la custodia permanente, les daré una asignación semanal a cada uno.
Nadie puede sentirse libre y dichoso sin un poco de dinero en el bolsillo. La mayoría de mis colegas dan cinco dólares a la semana a sus hijos adolescentes. Supongo que tres serán
bastante para una niña de ocho años como Bahiyyih.

También pensaba comprarles ropa y todo lo demás que necesitásen para ir al colegio. Ellos le mirában fijamente, asombrados de que pudiese ser, una vez más, tan generoso. Pocos días antes de Navidad, los llevó a unos almacenes alfombrados de rojo; el techo era una cúpula de cristal. Había allí muchísima gente, y sonaba una música pop navideña. ¡Era como un país encantado!

Taehyung estaba entusiasmado, y también lo estaban Bahiyyih y Jungkook... y su doctor. Éste tomaba con
su mano la manita de Bahiyyih, y Jungkook y Taehyung andában también tomados de la mano. Taehyung vio que el médico los observaba, disfrutando con sus miradas de asombro. Todo les encantaba.

Estában pasmados, impresionados, deseosos, pero temerosos de que él adivinase sus deseos y quisiera satisfacerlos. Cuando llegaron al departamento de trajes para jovencitos, Taehyung empezó a dar vueltas, deslumbrado y aturdido al ver tantas cosas, y miraba a un lado y a otro,
sin saber lo que quería, ya que era todo tan bonito y nunca había tenido ocasión, antes de ahora, de comprar algo por su cuenta. Jungkook se rió de su indecisión.

—Vamos —le apremió—, ahora que puedes probarte los trajes, elige el que más te guste.

Taehyung sabía lo que Jungkook estaba pensando, porque él me quejaba siempre de que su madre no le compraba nada que le estuviese a la medida. Con gran cuidado y parsimonia, eligió las prendas que creía más adecuadas para el colegio, que empezaría para ellos en enero. Y
necesitaba un abrigo, unos zapatos de verdad, un impermeable, un sombrero y un paraguas. Pero todo lo que aquel hombre amable y generoso le permitía comprar hacía que Taehyung se sintiese
culpable, como si se aprovechásen indebidamente de él.

Para recompensar su lentitud y su miedo a comprar demasiado, Yoongi le dijo, en tono impaciente.

—¡Por el amor de Dios, Taehyung, no te imagines que vamos a comprar así cada semana! Quiero que compres hoy lo necesario para pasar todo el invierno. Jungkook, mientras nosotros arreglamos esto, ve a buscarlo lo que necesites y empieza a escoger lo que necesites. Entretanto, Taehyung y yo veremos la ropa que necesita Bahi.

Taehyung se dio cuenta de que todas las muchachas que estaban en el almacén se volvían a mirar a su hermano al dirigirse a buscar lo que necesitaba.

Al fin íban a ser chicos normales. Pero entonces, cuando Taehyung empezaba a sentirme relativamente seguro, Bahiyyih lanzó un aullido capaz de hacer añicos un palacio de cristal de Londres. Sus
gritos sobresaltaron a la dependencia y asustaron a los parroquianos, y una dama empujó inadvertidamente el cochecito de niño que llevaba y derribó un maniquí con gran estruendo. El
niño que iba en el cochecito sumó sus chillidos a los de Bahiyyih. Jungkook llegó corriendo, para ver quién estaba matando a su hermana pequeña. Ésta permanecía en pie, con las piernas
separadas y la cabeza echada atrás, mientras lágrimas de frustración resbalaban por sus mejillas.

—Dios mío, ¿qué pasa ahora? —preguntó Jungkook, mientras su doctor parecía totalmente desorientado.

Los hombres..., ¿qué saben ellos? Era evidente que Bahiyyih se sentía
ofendida por los lindos vestidos de colores suaves que le mostraban para que escogiese. Vestidos de niña..., allí estaba la cuestión. A pesar de esto, todos eran demasiado grandes para ella, y no había ninguno rojo o granate, ¡que eran los colores que gustaban a Bahiyyih!

𝐏𝐞𝐭𝐚𝐥𝐨𝐬 𝐚𝐥 𝐕𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 (Flores en el Atico#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora