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Aquella noche Taehyung lloró. Empapó la almohada con lágrimas vertidas por una madre a la que había amado tanto, que le dolía recordar los días en que su padre vivía y su vida de hogar era perfecta. Lloré por todas las cosas buenas que había hecho entonces por ellos y, sobre todo, por el amor que les había prodigado entonces. Y lloró aún más por Kai, que era como su propio hijo.

Entonces dejó de llorar y volvió los amargos y duros proyectos de venganza.

Cuando uno se proponía derrotar a alguien, lo mejor era pensar como pensaba éste. ¿Qué era lo que más la heriría a ella? No querría pensar en ellos. Trataría de olvidar que hubiésen existido. Pues bien, no lo olvidaría. ¡Taehyung cuidaría de que no lo olvidase! Esa misma Navidad le
enviaría una postal con esta firma:
«Los cuatro muñecos de Dresde a los que no quisiste.» Aunque Taehyung pensábamos que sería mejor poner: «Los tres muñecos vivos de Dresde, a los que no quisiste, más el muñeco muerto que te llevaste y nunca volvió.»

Él podía imaginársela mirando la tarjeta y pensando: Sólo hice lo que tenía que hacer. Habían soltado sus escudos y podíanser de nuevo vulnerables. Dejában que la fe, la esperanza y la confianza bailasen dulcemente en sus cabezas.

Los cuentos de hadas podían hacerse reales. Al menos, para ellos. La reina malvada había salido de sus vidas, y Blancanieves reinaría un día. No sería ésta quien comiese la roja manzana envenenada. Pero en todos los cuentos de hadas había que matar un dragón, vencer a una bruja o derribar algún obstáculo que dificultaba las cosas. Taehyung procurará ver el futuro e imaginar quién sería el dragón y cuáles serían los obstáculos. Siempre había sabido quién era la bruja. Y, lo más triste, es que era él mismo.

Se levantó y salió a la galería superior para contemplar la luna. Vio a Jungkook de pie junto a la baranda, mirando también la luna. Por sus hombros encorvados, cuando siempre los llevaba
erguidos, comprendió que estaba sangrando por dentro, lo mismo que él.

Avanzó de puntillas para sorprenderle. Pero él se volvió, al acercarse él, y abrió los brazos. Sin pensarlo, Taehyung se echó en ellos y rodeó su cuello con los suyos. Jungkook llevaba la bata de abrigo que le había regalado su madre la Navidad pasada, aunque le estaba muy estrecha. Encontraría otra, regalada por Taehyung, cuando mirase debajo del árbol en la mañana del día de Navidad; con sus iniciales, JKS, porque ya no quería que le llamasen Foxworth, sino Sheffield.

Sus ojos azules se fijaron en los de Taehyung. Los dos los tenían iguales. Taehyung le amaba a él como amaba a la mejor parte de sí mismo, la parte más brillante y más feliz.

—Tae —murmuró, dándole palmadas en la espalda y brillándole los ojos—, si tienes ganas de llorar, puedes hacerlo; lo comprenderé. Llora también por mí. Esperaba, rezaba para que mamá viniese y nos diese una explicación
razonable de sus actos.

—¿Una excusa razonable, para un asesinato? —preguntó Taehyung, amargamente—. ¿Cómo podía inventar una que fuese lo bastante lógica? Ella no es tan lista.

Él parecía tan afligido, que Tae estrechó su cuello con más fuerza. Deslizó una mano hasta sus cabellos y le acarició la mejilla con la otra. Amor: he aquí una palabra de amplísimo sentido, distinta de la sexualidad y diez veces más coercitiva. Cuando bajó la cabeza lloró sobre los cabellos de Taehyung, este se sintió lleno de amor por él.

Jungkook murmuró su nombre una y otra vez, como si él fuese la única persona en el mundo que tuviese realidad y solidez y fuese digna de confianza. De alguna manera, sus labios se encontraron y se basaron, con tanta pasión, que Jungkook trató de llevarlo a su dormitorio.

—Sólo quiero tenerte entre mis brazos. Nada más, Cuando me marche, para seguir mis estudios, necesitaré algo que me sostenga. Cede un poco, Tae, por
favor.

Antes de que Taehyung pudiese responderle, le estrechó de nuevo en sus brazos y lo besó con una furia que le dio espanto.

—¡Basta! ¡No hagas esto! —gritó Taehyung.

Pero él continuó y quiso abrirle la bata para besarle en el pecho —. ¡Jungkook! —silbó entre dientes, ahora irritado de
verdad—. Tú no me quieres, Jungkook. Cuando te hayas marchado, lo que sientes por mí se desvanecerá como si nunca lo hubiese sentido. Nos esforzaremos en amar a otros, para
sentirnos limpios. No podemos ser una copia de nuestros padres. No podemos cometer el mismo error.

Él lo estrechó con más fuerza, sin decir nada; pero Taehyung sabía lo que estaba
pensando. No habría otras personas. Él no lo permitiría. Una mujer le había herido tan profundamente, le había traicionado de un modo tan monstruoso, cuando él era más joven y más vulnerable, que sólo en él podría confiar. Se echó atrás; dos lágrimas brillaban en las comisuras de sus
párpados. Era Taehyung quien debía romper el lazo, aquí y ahora. Y por su propio bien. Todo el mundo lo hacía siempre todo por el bien de alguien.

Taehyung no podía dormir. Oía que él le llamaba una y otra vez. Se levantó, recorrió el pasillo y se metió en su cama, donde yacía Jungkook, esperándole.

—¡Nunca te librarás de mí, Tae. Mientras vivas, estarás conmigo.

—¡No! .

—¡Sí!

—¡No!

Pero Taehyung le besó, y saltó de su cama y volvió corriendo a su habitación, cerrando la puerta y echando el cerrojo.

¿Qué le pasaba? No debía haber ido a su habitación y a su cama. ¿Acaso era tan malvado como decía la abuela? No, no lo era. ¡No podía serlo!

Cdl.

Holaa, es muy corto, lo sé, me disculpo, espero les haya gustado, estaré leyendo sus comentarios, no se olviden de votar y seguirme.

Gracias por leer.^^

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⏰ Última actualización: Jun 18 ⏰

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𝐏𝐞𝐭𝐚𝐥𝐨𝐬 𝐚𝐥 𝐕𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 (Flores en el Atico#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora