Te amo.

39 2 0
                                    

Quedaban horas para que Julia se reuniese con sus padres y Morgan estaba al borde de un ataque de ansiedad. ¿Y si Julia le contaba a sus padres lo ocurrido? Estaría perdido. Tenía que hablar con ella.

Morgan se dirigió hacia la habitación y comenzó:

- Verás Julia... Me gustaría hablar contigo... ¿Le vas a contar algo a tus padres sobre lo que ocurrió?

- Yo supongo que ellos se lo imaginarán. Es algo normal en las parejas. Todas las parejas hacen el amor. –dijo Julia segura de ella misma.

Morgan se quedó un poco atascado, no entendía lo que decía aquella niña ni qué es lo que se pensaba.- ¿Cómo que pareja? Yo no soy tu novio, imbécil. Hemos follado y ya está. –Morgan comenzaba a ponerse nervioso y cabreado.

- No me gusta llamarlo así. Es una palabra soez y vulgar. Hicimos el amor. –sonreía Julia.

- ¿Pero qué cojones hablas? ¿Qué amor, joder? –dijo Morgan casi histérico.- ¿Es que tú no estás enamorado de mí? –dijo Julia con lágrimas en los ojos.

- ¡¡¡Pero tú estás mal joder!!! ¡LOCA LOCA LOCA! –gritaba un histérico Morgan.

Julia se quedó callada, pero cuando Morgan se disponía a salir, lo llamó y cuando este se giró se encontró a Julia con las piernas abiertas, dejando entrever todas sus partes íntimas (llevaba falda, del uniforme del instituto). Morgan se quedó paralizado. Los ojos comenzaron a brillarles y su miembro comenzó a erguirse, a ponerse cada vez más y más duro. Su respiración se aceleró. Julia sabía cómo sacar a la bestia que Morgan llevaba dentro, y es que, con respecto al sexo, Morgan se transformaba en una bestia salvaje. Una bestia salvaje que embestía a su presa con la fuerza de un tanque.

Esta vez Morgan no pudo resistirse. Volvió a ir hacia la silla de Julia, se puso de rodillas y metió su cabeza entre las piernas de Julia. Julia gemía de placer, cada vez más fuerte mientras se estremecía atada a aquella silla y retorcía su cuello al sentir aquel intenso placer.

Morgan se desvistió, quedándose completamente desnudo, para deleite de Julia. Volvió a agacharse, y mientras que con una mano masajeaba el clítoris de Julia, con la otra se masturbaba con tal fuerza y velocidad que era imposible captarlo.

Los gemidos de ambos cada vez eran más fuertes, gemidos que excitaban a ambos. Mientras más placer, más gemidos, mientras más gemidos, más placer. Era un círculo vicioso, y tan vicioso... Los gemidos iban in crescendo, llegando ambos al clímax entre grandes gritos y vozarrones. Morgan se echó para atrás, quedándose tumbado en el suelo y masajeando sus partes mientras que Julia lo miraba con deseo.

- Te amo. –dijo Julia tiernamente.

Con estas palabras Morgan se dio cuenta del terrible error que había vuelto a cometer. Ahora no podía reaccionar. Estaba nervioso, cabreado y excitado. Se levantó para irse cuando recibió un golpe en la cabeza que lo dejó inconsciente, cayendo desplomado al suelo. Había sido Julia, que se había desatado y lo había golpeado con el plato de la comida.

- No puedo dejar que me separes de ti. –dijo Julia con voz malévola.

Síndrome de EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora