Las mañanas en la región Zora siempre eran frescas, impregnadas de una quietud que parecía detener el tiempo. Itevera, o Ite, se encontraba en su habitación, observando cada rincón como si pudiera guardarse todo en la memoria. Los años vividos allí la habían cambiado profundamente, desde aquella noche en que llegó aterrada y sola a los cinco años, hasta ahora, convertida en una joven responsable, preparada para volver a Kakariko junto a su hermano.La Reina Yona había sido su salvación, su guía. Recordaba las largas sesiones en las que le enseñaba etiqueta, protocolos y hasta la historia de los Zora, la cual Ite había absorbido con esmero. También estaba Miley, aquel pequeño espíritu juguetón que la hacía reír en sus días más oscuros. Pero esa mañana, a pesar de la melancolía, sentía que había llegado el momento de seguir adelante. Su destino estaba en otro lugar, junto a su hermano Kenhiro y... con Nalan, el joven sheikah que hacía tiempo le robaba miradas y pensamientos.
Mientras terminaba de arreglar sus bolsas de viaje, Ite se tropezó con alguien en la puerta de su habitación. Cayó al suelo y al levantar la vista vio a un chico de ojos ámbar y cabello castaño claro, con una expresión tan confundida como la suya.
-Discúlpame, fue mi error por salir sin fijarme -dijo Ite, frotándose la frente.
-No, fue mi culpa por no ver por dónde iba -respondió él, mientras el rubor de su rostro iba subiendo de tono al ver el ungüento que Ite comenzaba a aplicar en su frente.
-Me llamo Teru -dijo el chico, todavía fascinado por la calma de Ite-, y él es mi hermano Tare.
Ite notó la similitud entre ambos y soltó una pequeña risa. Los dos chicos se unieron a su risa, haciendo de aquel momento algo menos incómodo. "Así que son gemelos", pensó.
-¿Y tú eres...? -preguntó Tare.
-Itevera -respondió, esforzándose en mantener su identidad en secreto-. Solo soy una viajera, no una princesa, como algunos podrían pensar -agregó, tratando de desviar cualquier sospecha sobre su identidad.
Sin embargo, la tranquilidad que sentía al interactuar con los gemelos se vio interrumpida cuando, al girarse, notó a Nalan. Estaba junto a su hermano, Kenhiro, conversando de algo importante. Sus ojos se encontraron y, aunque intentó disimularlo, un suspiro de nostalgia y anhelo escapó de sus labios.
-¿Te gusta Nalan, el sheikah? -preguntó Tare con una sonrisa pícara.
-¿Qué? ¿Por qué dices eso? -preguntó Ite, fingiendo sorpresa.
-A veces los sentimientos son fáciles de ver -añadió Teru con una sonrisa-. Pero, para que sepas, hay otro chico al que deberías tener más cuidado. Él... bueno, es algo "curioso".
Ite, extrañada, frunció el ceño y caminó hacia Kenhiro. Decidida a aclarar lo que acababa de escuchar, se plantó frente a él y le lanzó una mirada desafiante.
-¿Es cierto que has estado... espiando? -preguntó, cruzándose de brazos y recordando los comentarios de los gemelos.
Kenhiro se echó a reír. Miró a Nalan en busca de apoyo, pero este solo tosió nervioso.
-Ite, no sé qué te habrán dicho esos dos tontos, pero te aseguro que es un malentendido -respondió, sonriendo. Pero, por un momento, su sonrisa desapareció al ver la mirada seria de su hermana.
Ite suspiró. Finalmente, aceptó sus palabras, aunque con la condición de que nunca más ocurriera algo similar.
Horas después, ya en el gran comedor del castillo, Ite y Kenhiro se sentaron junto a la Reina Yona y el Rey Sidon para desayunar por última vez. Conversaron sobre los retos que les esperaban en Kakariko y sobre los recuerdos que dejarían atrás. Pero, antes de marcharse, la Reina Yona le entregó a Ite un colgante de perlas azules, símbolo de la protección del reino Zora. Ite aceptó el regalo con lágrimas en los ojos y se despidió con un abrazo.
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The legend of Kenhiro
AventuraEn lo profundo del desierto se encontraba un hombre de nombre Ganondorf que en eras antiguas era el enemigo principal de la corona, esta persona venía planeando matar a Link y a Zelda para conseguir los fragmentos de la Trifuerza.Ganondorf ejecuta s...