Capítulo 31. En la tranquilidad del hogar.

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Cuando mis ojos se abren, es de día, estoy en la playa y no puedo creer el fuerte dolor de cabeza con el que me he despertado. Zack está a mi lado, tumbado de espaldas, con sus ojos cerrados y su suave respiración llenando su pecho. 

«Así que al final nos quedamos dormidos aquí, ¿eh?» —pienso, soltando un leve suspiro y llevándome una mano a la cabeza. Imagino que el dolor se debe al vino de anoche, así que no le doy más importancia.

No tengo ni idea de que hora es porque anoche dejamos los teléfonos en el coche, pero imagino que no debe de ser muy tarde, porque el cielo no brilla tanto como suele hacerlo una vez bien entrada la mañana. Así que, antes de que se haga más tarde, llamo a Zack para marcharnos de la playa de una vez por todas. Como sea más tarde de la hora que creo que es, todavía puedo llegar tarde al taller de Violet y aún necesito pasar por casa para ducharme y cambiarme de ropa. Y, con un poco de suerte, eso me ayudará a hacer desaparecer este horrible dolor de cabeza.

Zack y yo recogemos las cosas y volvemos a donde dejamos aparcado el coche por la noche y, una vez ahí, no puedo evitar sorprenderme ante algo que no creo que ninguno de los dos esperara.

—Oh, mierda... —murmuro, cuando veo el papel de color blanco que hay sobre el cristal delantero del coche. 

—¿Qué pasa? —pregunta Zack, corriendo detrás mía con preocupación. Entonces agarro el papel y Zack se ríe—. Ah, eso debe de ser algo de propaganda. Por esta zona hay muchos bares nuevos.

Pero yo niego con la cabeza, llevándome una mano a la cara.

—Nada de eso... Es una multa.

—¡¿Una multa?! —pregunta él, con sus ojos abriéndose más de la cuenta por la sorpresa—. ¿Pero por qué?

—Al parecer... —comento, mientras leo lo que dice—: La multa se debe a «estacionar el vehículo sin situarlo paralelamente al borde de la calzada... Dejando mucha separación con el bordillo». —Levanto la vista del papel para mirar a Zack—. ¿Es una multa por aparcar mal?

Él arruga la nariz, mirándome incómodo.

—Eso me temo... —Suspira—. Y es culpa mía. Yo fui quien aparcó mal el coche anoche y, viéndolo ahora, puede que esa multa tenga toda la razón...

—Bueno, no te preocupes. Solo son 90 dolares. 

—Esta misma tarde me pasaré a pagar la multa.

—¿Qué? —Yo niego con la cabeza—. Nada de eso, lo haré yo. El coche es mío después de todo y tú ya has debido gastarte mucho dinero en él. Déjame a mí asumir las consecuencias de esto al menos.

—Pero, Eve, ha sido culpa mía.

—¿Y eso que más da? —respondo, abriendo la puerta del lado del copiloto. De tanto hablar me está comenzando a doler incluso la garganta. Puede que no me haya sentado muy bien pasar la noche al aire libre.

Zack entra también en el coche y me mira.

—Lo digo en serio.

—Yo también —respondo, encogiéndome de hombros y sacando mi teléfono de la guantera para mirar la hora. Suspiro de alivio al ver que aún son las 6:23 de la mañana, porque eso significa que me dará tiempo a todo—. ¿Vamos a casa? —digo, con una sonrisa, intentando cambiar de tema. Zack asiente con su cabeza, antes de arrancar el coche para volver.

Una vez en casa, Zack suelta las llaves en la mesa y se tumba en el sofá, haciéndome ver que aún está muerto de sueño. Yo corro a la ducha y cuando salgo, me visto, me peino y me maquillo un poco para ir al taller. Creía que me sentiría mejor después de esto, pero aunque no es el caso, creo que estaré bien. 

FADE AWAY [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora