Capítulo 29. El Mirador de Los Deseos.

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Cuando llevo unos veinte minutos conduciendo por la ciudad, con Zack a mi lado cantando al ritmo de las canciones de la radio, paro el coche haciendo que él me mire desconcertado.

—¿Ya hemos llegado?

—No —respondo, tratando de aparcar delante de una tienda—. Solo espérame aquí un momento, tengo que comprar un par de cosas —digo, sacando las llaves del coche.

—¿Es que hace falta comprar algo para casa?

—No, pero tengo que comprar algunas cosas que vamos a necesitar para hacer de este pequeño viaje a través de la ciudad una experiencia mejor.

—Eve, me estás intrigando cada vez más —confiesa él, riendo.

—Tranquilo, ya queda menos para llegar —digo, guiñándole, antes de salir del coche para entrar en la tienda.

Una vez dentro, agradezco que esta sea la típica tienda que vende de todo; tanto artículos del hogar, como comestibles, etc. Y entonces, me las apaño para buscar una botella de vino, copas de plástico desechables y un mantel de pícnic.

—Serán 31,16 dólares, por favor —dice la chica detrás del mostrador, y cuando estoy a punto de pagarle, me doy cuenta de que tras ella, hay algo que llama mi atención.

—¿Podrías darme también uno de esos candados? —le digo, señalando detrás de ella.

—Claro —responde, girándose y colocando el candado junto al resto de mi compra.

—Y... ¿Estos bolígrafos son permanentes? —pregunto, señalando unos bolígrafos que hay justo en el mostrador.

—No, esos no, pero estos de aquí sí que lo son —dice la chica, señalándome cuales son los permanentes.

—Vale, pues me voy a llevar uno de estos.

—Está bien. —La chica apunta los precios en su calculadora—. Entonces serán 35,57 dolares.

Yo le pago y ella guarda las cosas en una bolsa que me pasa amablemente. Le doy las gracias con una sonrisa y cuando vuelvo fuera, dejo la bolsa en la parte de los asientos traseros del descapotable.

—Ya podemos marcharnos —digo, cuando entro en el coche y vuelvo a colocar la llave.

—¡Genial! —exclama Zack, guardando su teléfono en el bolsillo de su pantalón—. Por favor, recuérdame que no vuelva a tocar el teléfono en todo lo que queda de tarde. O mejor aún, si me ves hacerlo, no dudes en pegarme.

—¿Qué? —respondo, soltando una risa—. ¿Por qué dices eso?

—Acabo de silenciar a Zeta, Luna y Michelle, tanto en los chats privados como en los grupos que tengo con ellos. ¡No sabes el coñazo que me están dando, cuando yo lo único que quiero es relajarme contigo!

—¿Es que quieren que vuelvas al estudio? —pregunto, al mismo tiempo que vuelvo a poner el coche en marcha.

—Si solo fuera eso... —Zack rueda los ojos—. Están intentando... Involucrarme en sus peleas de adolescentes.

—Vaya, eso... Sí que suena bastante a coñazo.

—Gracias por entenderme —responde él, con ojos cansados.

—No te preocupes —Pongo mi mano sobre la suya—. Ahora solo olvídate de las peleas de adolescentes y céntrate en disfrutar de la tarde —le digo, haciendo que él asienta con su cabeza, al tiempo que entrelaza nuestros dedos y me dedica una sonrisa.

Rato después, el atardecer comienza a hacerse presente y yo comienzo a subir con el coche una larga cuesta hacia arriba, que según el GPS de mi teléfono, nos lleva al Mirador de Los Deseos. Y una vez que llegamos, aparco en lo que me parece un aparcamiento, porque hay bastantes más coches aparcados ahí.

FADE AWAY [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora