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Romperla. Eso quería. Dejarla sin caminar.

Ella sabía perfectamente como seducirme, y era tan obvio que no podía aguantar demasiado, y a pesar de que ya sabía cómo ignorar sus coqueteos, no podía evitar desearlos.

Soy el dueño de la empresa más poderosa de todas las empresas mundiales, hijo del empresario más grande de toda Asía y mi madre también era dueña de dos empresas.

Soy el hijo menor del matrimonio, el hijo menos perfecto, pero más maduro, difinitivamente Jeon Jaehyun no merece ser el mayor, tampoco merece ser el heredero de la empresa que dejó mi abuelo, simplemente por ser el mayor.

Tiene una prometida, pero verdaderamente es un idiota, ella es una lesbiana a la mierda, le encanta comer coños como los hombres y él nunca se da cuenta de eso.

Lo noté cuando estábamos en las celebraciones de los mejores empresarios del mes, siempre se iba de su lado con la excusa de ir al baño.

Y allá se encontraba con Karina, la dueña de la marca Prada, las muy mal nacidas se metían los dedos dentro del cubículo. Lo sabía porqué había entrado para follar con Minatozaki y escuche su voz gimiendo el nombre de Karina y Karina el de ella.

Claramente no le diría a mi hermano, porqué me encanta verle la cara de estúpido. No lo soporto, tampoco las malditas sonrisas de mis padres cuando él logra algo, me genera fastidio.

Soy más de estar por fuera de mi casa, por eso me compré una casa para mí solito, dónde llevo a todas las mujeres que me de la gana.

Siento que jamás podría ser marica, a comparación de mi hermano, no lo sé pero él... Si lo parece. Soy un cabrón, nada romántico, trato a las mujeres como putas siempre, y él, él es el imbécil que se enamora de ellas.

Sin embargo, hace dos semanas, que había asistido a una reunión de negocios, la vi, aquella mujer con la que conecte miradas calientes.

Estaba vestida con un vestido ajustado a sus pocos pecho, cintura pequeña y caderas deseables. Tenía un escote en su busto, y mierda, jodidamente estaba muy apretada para lucir tan inocente.

No obstante, esa mujer de inocente no tenía nada. Era un diablo, un demonio, joder, vaya suerte tenía para encontrarla esa misma noche en uno de los bares que más visito.

Portaba un vestido más corto que el de la oficina, y su cabello suelto en sus hombros fue la estocada que le dió el porte. Qué mujer, Dios.

Tan follable. Tan buena. Buenísima.

Pero lamentablemente iba acompañada, muy bien acompañada, porqué pudo notar como el hombre portaba la tarjeta V.I.P, el muy cabrón tenía entrada libre, como yo, muy pocos la tienen.

Y cuando pise la sala V.I.P, lo observe con desagrado, era un perro de verdad, a su lado estaba la bella pelinegra de cabello largo y a su otro, una rubia.

Se reían. Él rodeaba sus cinturas. Y muy cerca a sus labios. Él era rubio.

Les pase por un lado, no sin antes voltear a mirar a la bella dama, y su mirada profunda chocó con la mía.

Aunque duro seis segundos, puedo jurar que fue espectacular.

Y lo más espectacular, fue verla nuevamente, pero en la empresa de mi hermano, trabaja como recepcionista. Allí mismo estaba la rubia, pero nunca ví al rubio ese.

Mi excusa perfecta para verla, mi maldito hermano, pero no era tan difícil fingir que quería saludarlo. Todos los jodidos días metido en su empresa, con las intenciones de verle el culo a esa pelinegra.

Y sinceramente ya estaba harto de que solo crucemos miradas calientes, y aquellos rozes inocentes cuando yo estaba estético y ella me pasaba por un lado o como cuando se recuesta en el escritorio y observa sus trabajos, dejando sus piernas desnudas hacia la entrada, y su trasero señalando a la misma. Y la mal nacida solamente se ponía en esa posición cuando me veía venir hacia un lugar donde pudieron chocar miradas.

Y joder, siempre me paraba la polla al verla así, de tan solo imaginarme apretando sus nalgas, dándole nalgadas mientras la follo duro para que deje de ser tan puta.

Sin embargo, cara de puta no tenía, a pesar de que su actitud conmigo era así, no podía juzgarla, porqué no la conocía, solamente eran miradas.

Estaba dispuesto a acercarme, pero siempre había algo o alguien que lo evitaba de cualquier forma y eso me irritaba de manera bestial. Por eso rompía de forma brusca el coño de Minatozaki, para desquitar mis ganas.

Y aunque Sana solamente es mi amiga de cama, ella tenía otro con el que también coge, Taehyung, el cabrón ese. Mi amigo.

El jodido dueño de Celine. Hacia modelaje con ella, porqué ella modela para Celine, y así fue como se conocieron.

Y bueno, aburrido me puso a buscar sobre las empresas y me dí cuenta que aquel rubio que estaba con ella y esa rubia en el bar, es el dueño de una agencia de bailes.

Es íntimo amigo del dueño del bar y por eso había conseguido tan fácilmente la tarjeta de V.I.P. Cabrón de mierda.

Park Jimin. Así se llamaba. Visitaba constantemente la empresa porqué era amigo de mi hermano y también de aquellas dos.

Y no me había fijado en esa rubia porque la única que había llamado mi atención sinceramente fue aquella pelinegra de cintura pequeña. Mierda, quiero romperla.

Y no tardé demasiado en buscar su perfil en redes sociales. Aunque primero encontré a la rubia, Roseanne Park, con ella me guíe hasta hallarla a ella.

Qué mujer tan caliente y sus publicaciones tan comunes, tenía fotografías de sus mascotas, cenas con sus familiares y fotografías en los salones de baile de la agencia de Park Jimin, con Roseanne, y en fiestas.

Ni una sola foto donde no se viera atrevida como se muestra siempre, difinitivamente tenía un perfil diferente al de la empresa.

Es tailandesa. Viene de Bangkok. Joder, ¿Así serán todas las tailandesas?, que mamasita tan deseable.

- Serás toda mía, Lalisa Manobal.

𝚃𝚎 𝚍𝚎𝚜𝚎𝚘 𝚌𝚘𝚗𝚖𝚒𝚐𝚘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora