I: Resoluciones en la lavandería.

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Apuestas son apuestas, y a pesar de que Max le dijo que no hacía falta que cumpliese con el trato al que habían llegado cerca de seis meses atrás, sería un insulto a su propio orgullo y palabra de hombre el salir corriendo como un perro con la cola entre las piernas. Con su pecho bien en alto, pasaba todos los miércoles y viernes en las tardes por el skatepark de la universidad para llevarse las toallas usadas de Max Goof y sus amigos, lavándolas en el edificio donde se hospedaba.

No era un edificio muy pintoresco como la casa de los Gammas, pero no estaba mal. Al menos las personas que allí compartían habitación y estancia con él no eran del todo malas, solo eran lo suficientemente amables como para llevar una "buena" convivencia. Al menos Bradley no tenía que hablarles o algo.

Lo único que le hacía hervir la sangre era el cómo se burlaban las personas que iban a ver el entrenamiento y apoyar al nuevo equipo ganador. Incluyendo a los Gammas. Qué humillante.

Lo peor de todo era ver cómo Max lo observaba con una mirada en la cual se mezclaba la compasión y la incomodidad. ¿Quién demonios le había autorizado a mirarle así? Cada vez que sus ojos se cruzaban con los de él, más fruncía sus pobladas cejas. Y entre maldiciones que se guardaba para sí mismo, se iba, cargando la apestosa bolsa con las toallas dentro, mientras se esforzaba pensando en algún plan perfecto que le hiciera recuperar todo lo perdido.

— Maldición, esto huele asqueroso. ¿Es que acaso esos novatos no se bañan? ­— Bufó el castaño, mientras hacía la tediosa tarea de vaciar aquella bolsa de toallas a la lavadora.­— ¿Por qué huele tanto a queso...? — Cerró la pequeña compuerta de la máquina y esta comenzó su lavado automático.

Entre tanto, Bradley se sentó en una de las bancas instaladas en la sala de lavados, hojeando una vieja revista para matar el tiempo. De pronto, en una de las páginas se anunciaba la nueva línea de patinetas que lanzaría su marca favorita. Aquello le subió los ánimos notoriamente, pensando en comprar el mejor modelo, a ver si así aquél novato de Max Goof le causaba envidia. ¡Já! Seguro sí.

Y aquello le dio una nueva idea. ¿Qué tal si en vez de dejarse humillar, superaba a ese chico? ¿Qué tal si lo retaba a una competencia uno versus uno? Esta vez, las trampas serían solo una medida de emergencia, ¡Tenía que ser inteligente! Sobre todo, si no había nadie en quién pudiese confiar plenamente para ser su cómplice. Tenía que recuperar algo de dignidad para formar un nuevo equipo antes de los X-Games.

Y mientras el pitido de la lavadora anunciaba el término de lavado, Bradley Uppercrust III se levantaba con una increíble determinación, decidido a acabar con esto.

¡Max Goof no podía arruinarle la vida y salir inmune de ello!



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Bobby llevaba una lata de queso en su derecha, batiéndola con algo de fuerza mientras que realizaba sin problemas un kickflip; Max lo observó justo en el momento que este se llevaba la lata a la boca y presionaba el dispensador, llenándola de una crema amarilla de un aroma a queso que se podía olfatear a metros. Hizo una mueca de asco cuando después con la misma toalla que se había limpiado el sudor de la frente, retiraba los restos de queso de su boca, manchándola levemente.

— Ugh, no hagas eso, Bobby... ¡Hay límites!

Max se paseó frente al pelirrojo, tomando impulso para subir por una rampla, girando con destreza en el aire, al mismo tiempo que alcanzaba a ver a su amigo encogerse de hombros.

— El universo no tiene li-imites, amigo...relájate...

Y mientras reía con ligereza, rodó los ojos restándole importancia. Después de todo, no sería él quien lo limpiaría...Sería Bradley, y eso, aunque no lo quisiera admitir le daba risa.

WISH YOU WERE... 『𝗠𝗔𝗫𝗟𝗘𝗬』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora