CAPÍTULO 2:BIEN
Susan acarició con los dedos el brazo de Marcus mientras que el lobo concentraba su atención en la película. La loba inclinó la cabeza, se quitó una de sus sandalias y su pie buscó la rodilla de Marcus.
—¿Tienes hambre? —susurró Susan.
—Acabamos de comer —respondió Marcus atento a la secuencia de acción.
Susan se quitó el otro zapato, deslizó una pierna a su alrededor y se sentó a horcajadas sobre el regazo de Marcus, su bonito vestido de flores se arrugo.
—No me refería a comida —ronroneó metiendo la cabeza en su cuello y lamiendo la piel de su garganta.
Marcus hizo una mueca. La agarró de las caderas y la apretó contra él. Susan era la chica más dulce que jamás había conocido, le gustaban las flores y trabajaba para la manada haciendo arreglos florales en las fiestas. La Omega soltó un quejido y Marcus apartó su agarre.
—Perdón —dijo.
Susan levantó la cabeza. Sus orejas volvieron a levantarse.
—Eres muy...
—¿Bruto?
—Fuerte. Iba a decir. ¿En qué pensabas mientras veías la película?
Marcus encogió sus hombros. Miró hacia el escote y descubrió la delgada tela de encaje color roja que lo hubiese encendido como un loco hace tres meses.
—En ti —respondió metiendo las manos bajo el vestido, abarcando sus delgados y muslos y trasero.
Susan sonrió, golpeó su hombro débil.
—Mentiroso.
—No estaba pensando en nada.
—Tenías la mirada perdida.
Marcus se inclinó hacia su cuello, pero no pudo ni siquiera rozarlo con la nariz. Sus manos se quedaron congeladas, y Susan lo notó, se quitó el vestido tirándolo por encima de su cabeza, quedándose sólo con un bonito conjunto de ropa interior.
—¿Te gusta? —preguntó.
—Es muy... —Marcus tragó—bonito.
—Bonito —repitió sus palabras—. Marcus, deja de mirar a la pared y mírame a mí.
Marcus llenó sus pulmones de aire. Sus ojos regresaron al cuerpo de Susan, a sus generosos pechos apretados entre dos copas rojas de encaje, a su cintura de avispa, a su piel lisa, a las pequeñas braguitas que apenas tapaban nada y a su larga cola que se alzaba y balanceaba de un lado a otro.
—Dime la verdad, ¿ya no te gusto?
—No. Claro que me gustas.
—¿Y por qué no estás duro? Deberías... —Susan apretó los labios— Deberías estar encima de mí arrancándome la ropa y montándome contra la mesa.
—Susan...
La Omega lo agarró de las mejillas, los besó usando toda su fuerza y en cuanto se separó, Marcus tuvo que resistir el impulso de limpiarse los labios con el dorso de la mano.
—Es Drake, ¿verdad? Aún seguis...
—Ya te dije que llevaría tiempo.
—Sí, pero no me imaginé que mi novio acabaría convirtiéndose en esto —lo señaló.
Marcus frunció el ceño.
—¿En qué, Susan?
—Eres indiferente. Te da igual que vaya desnuda por la manada, que me ponga una bolsa de plástico en la cabeza, que...Marcus, ¿sientes algo por Drake?
El cuerpo de Marcus reaccionó al instante. Su lobo sobre protector levantó la cabeza.
—No me gustan los hombres.
—No te pregunto si te gustan lo hombres, te preguntó por Drake, uno en específico —remarcó.
—No —respondió—. No me gusta Drake.
—Entonces, ¿por qué sigues en esta situación él? Prometiste que vendrías a vivir conmigo antes de que empezara el otoño, y sigues en tu cabaña con él.
—Lo estoy ayudando, Susan.
—Lo estás haciendo dependiente —gruñó.
—No te metas en esto —pronunció bajo, agarrando las fuertes cadenas del lobo que sólo le pedía que la despedazara ahí mismo.
—Eres mi novio. ¡Por supuesto que me meto en esto cuando veo que esta afectando directamente a nuestra relación! No tengo nada contra Drake, pero me niego a que siga acaparando tu espacio.
Marcus le sacó los dientes y gruñó. Susan se llevó una mano al pecho, tragó saliva, recogió su vestido del suelo y se levantó mientras se lo colocaba.
—Vete de mi casa —ladró—. No merezco que me amenaces por una persona que ni siquiera te gusta.
—Susan...—dijo Marcus en cuanto se dio cuenta de lo que había hecho. Caminó hacia ella.
—No —Susan rehuyó su contacto—. Puedo entender que te responsabilices de él, sé que Caleb ha puesto mucho peso sobre ti y que no quieres decepcionarle, pero tú también tienes una vida, Marcus. Conmigo. Y la estás tirando al wáter por un Alfa.
Alfa y Drake no estaban en la misma frase en su cabeza. Su lobo nunca lo había considerado así. Drake era... era una pequeña bola dorada cubierta de azúcar que quería lamer y masticar.
—Estoy intentando recuperarla.
—Ya.
Marcus se acercó, le acarició la mejilla y bajó hacia su nuca, esperando que se despertara en él su lado posesivo y la marcara. Pero no fue así. Su olor no salió. Sus feromonas se comprimieron en una bola de plástico reservándose para su verdadero objetivo.
Para Drake.
Marcus reprimió un jadeo cuando su polla le dio una pequeña sacudida.
—Siento que te sientas así, Susan. Nunca he querido hacerte daño.
—Lo sé.
—Pero no puedo abandonar a Drake.
Susan suspiró, acarició la mano de Marcus y besó su palma.
—Es tu trabajo. Tendré... que lidiar con ello un poco más.
Marcus apenas pudo sonreír. Susan lo marcaba como de costumbre, pero algo no se sentía del todo bien.
—¿Quieres quedarte un poco más? Parece que va a llover.
Marcus miró hacia fuera. De repente, todo había oscurecido, el viento movía las hojas y la lluvia no tardó en caer mucho más tiempo.
—Tengo que irme —dijo de repente, recordando una cosa.
—¿No quieres esperar?
Marcus negó con la cabeza. Le dio un beso en los labios y salió a paso apresurado. Se limpió la boca y esperó a que la lluvia borrara el olor de Susan de su cuerpo, cuando perdió de vista su casa, empezó a correr hacia el límite del territorio neutro, siguió las voces, el rastro de olores que empezaba a perderse hasta dar con un par de húmedas huellas emborronadas.
Marcus apretó la mandíbula. Un hueso chasqueó cuando levantó la mirada y vio a Drake colgado del árbol, completamente empapado, y con Ron sujetándolo por detrás.
—Hijo de... —masculló apretando los dientes. Se agarró a la corteza húmeda del árbol y clavó sus garras en ella.
Odiaba las alturas. Nunca le habían gustado. No eran seguras para los lobos.
Trepó por él sin que ninguno de los Alfas se diera cuenta y le agarró el tobillo a Drake.
Drake soltó un grito, su cuerpo se tambaleó hacia delante junto a una ráfaga de lluvia y viento y Marcus saltó para agarrarlo antes de que cayera al vacío. Logró presionarlo junto a una gran rama de apariencia sólida. Los dedos de Drake se clavaron en sus brazos y por más que sus manos intentaron sujetarse a él, resbalaron.
Marcus gruñó.
—Agárrate bien.
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ALFA: MARCUS
LobisomemDrake creía que la estúpida fascinación que sentía por Marcus se terminaría cuando se fue a vivir con él y con Ron. Incorrecto. Eso solo lo volvió más loco. Marcus no entendía el significado del espacio personal, lo tocaba a todas horas, cubriéndolo...