Gustabo desciende escalón tras escalón, con el tiny envuelto en sus manos.Su respiración es errática, pues la carrera a su oficina hizo que perdiera el aliento y él nunca ha sido de ejercitarse más de lo que su profesión le exige.
Está feliz. No sólo porque Greco escapó con él a mitad de un operativo, sino porque poco más de una década después su pequeña hoja de maple por fin tendrá un compañero.
Su otoño, y un diminuto remolino también, esperan en la recepción de las oficinas del buró federal. No les han permitido ingresar más allá y es por eso que ahora se juega la vida en ir por su tiny hasta su despacho y volver antes de que el reloj marque las 4.
—Mira por dónde vas. Te caerás otra vez y yo contigo —reprocha la personita que lleva en las manos, pero él no contesta, ni siquiera lo mira—. ¡Gustabo, tus cordones! —grita Greco otra vez.
—¡Basta! No hay tiempo para regaños. Tengo una sorpresa para ti.
—¿Sorpresa?
El tiny abre sus ojitos, desconcertado y atento, porque Gus no es el tipo de persona que lo mima con detalles inesperados, pero su mirar azul no dice nada, es tan claro e incierto como un cielo sin nubes.
—¡Greco!
Escuchar su nombre de alguien más roba su atención y su calma, por tanto el tiny no puede evitar volverse hacia quien le llama, aquella vocecita que reconoce y desconoce al mismo tiempo.
—¿Gus? —suelta su nombre en un jadeo.
La impresión es tal que confunde la escena con un espejismo.
—¿En verdad es Gus?
Tiny Greco mira anonadado a su remolino, a aquel que lleva años cuidándolo y lo lleva en brazos también, pero este está demasiado ocupado riendo como para contestar.
El motivo se debe a que su alma gemela preguntó exactamente lo mismo que su versión más grande cuando se encontraron en Vespucci días atrás.
—¡Bájame! ¡Llevo dos días esperando esto!
Desesperado, tiny Gustabo se remueve en su sitio, pero el comisario, en lugar de cumplir tal capricho, retrocede un paso todavía con el tiny en las manos.
—¿Qué haces? —cuestiona el federal, confundido.
Porque claro, él esperaba que su otra mitad perdida le recibiera con los brazos abiertos, no que caminara en dirección opuesta después de un reencuentro que les tomó poco más de diez años.
—¿Estás seguro? —aunque se siente inseguro y temeroso de la respuesta, Greco se obliga a preguntar—. E-el vínculo. ¿Estás seguro?
Mathias sonríe. No puede hacer nada más que eso cuando el entendimiento aligera su corazón.
—Por supuesto —contesta, dando un paso al frente.
—Piénsalo detenidamente, pasarás toda tu vida atado a mí.
Greco vuelve a retroceder, mas su destino no sacrifica distancia, pues avanza la misma que él intenta extender.
—¿Con quién más querría estar si no? —replica el remolino más grande.
Las excusas se le están terminando, pero el temor de perderlo continúa presente, se aferra a sus huesos, asfixia su cordura, porque lo quiere, en verdad lo hace, mas no piensa atar a un espíritu que es tan libre como el aire sólo por una corazonada egoísta.
—Tendrás que verme todos los días por su culpa —dice Rodríguez, señalando al tiny rubio que tiene en las manos únicamente con la mirada—. Es tan caprichoso como tú. ¿Podrás soportarlo?
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✫* Lᥣᥙvιᥲ dᥱ mᥱtᥱoros・.*
Romansa[Grecabo AU] "𝖠 𝗏𝖾𝖼𝖾𝗌 𝗅𝖺𝗌 𝖺𝗅𝗆𝖺𝗌 𝗀𝖾𝗆𝖾𝗅𝖺𝗌 𝗏𝗂𝖾𝗇𝖾𝗇 𝖾𝗇 𝖿𝗈𝗋𝗆𝖺 𝖽𝖾 𝗆𝖾𝗃𝗈𝗋𝖾𝗌 𝖺𝗆𝗂𝗀𝗈𝗌". • • Historia secundaria de I Found You.