Me subí al auto junto a mi madre y hermana y me quedé pensando, mirando por la ventana.
¿Qué me espera en este mundo? ¿En este nuevo ambiente?
Fueron las únicas preguntas que corrían por mi cabeza cada segundo. Mi madre miró por el retrovisor.
— ¿En qué tanto piensas? —preguntó mientras yo aún seguía mirando por la ventana.
— Nada, supongo —dije, devolviendo mi vista al camino, mientras mi madre aún me miraba con una pequeña sonrisa y mi hermana, como siempre, usando su teléfono.
Pasaron los minutos y llegamos a aquella casa. La verdad es que era grande, quedé sorprendida.
— Bien, ya llegamos —dijo mi madre.
— Al fin —dijo mi hermana, suspirando y bajando del auto aún usando su teléfono.
Salí del auto y me dirigí al maletero para tomar mis cosas y mi maleta.
— Uhhhh —estaba súper pesada la maleta, así que intenté llevarla como pude.
— ¿Necesitas ayuda? —Escuché una voz gruesa a mis espaldas y volteé rápidamente del susto.
— Ah —dije, dando un pequeño grito del susto, respirando rápidamente y de manera pesada.
— Lo siento si te asusté, ¿estás bien? —preguntó esa voz gruesa pero calmada.
— S-sí, gracias —dije con una pequeña sonrisa, mirando a los ojos a ese extraño. Sus ojos penetrantes y su sonrisa, tallada por los mismos dioses, pensé que me iba a dar algo.
— ¿Segura? —preguntó nuevamente, aún con su hermosa sonrisa.
— Sí, gracias —dije aún mirando a sus ojos. De un momento para otro, la conexión se rompió por completo y era mi madre.
— Oh, Nicole, al parecer ya conoces al vecino Jey.
Me volteé a ver a mi mamá y ella me ayudó con las maletas mientras yo me quedé afuera hablando con este chico desconocido llamado Jey.
— Lindo nombre, Nicole —dijo él con su bella sonrisa.
— Gracias, Jey —respondí sonriendo un poco.
— Sí, jajajaja —rió él—. Oye, un amigo mío tendrá una fiesta super cool hoy. Como eres nueva en el vecindario, quería invitarte.
— Gracias, supongo... —dije dudando un poco.
— Bueno, entonces, al rato vale —dijo él, yéndose—. 6:00 pm —añadió antes de irse, y yo entré a la casa.
Entré a la casa y mi madre me paró subiendo las escaleras.
— Bien hecho, ya hiciste un amigo —dijo mi madre mientras subía las escaleras.
— ¿Amigo? —dije en voz baja, con cara de alegría, yendo a mi cuarto.