Estaba súper emocionada por la fiesta con nuevos amigos. Salté sobre mi cama de la emoción y me quedé ahí un rato, hasta que escuché la puerta sonar.
¿Quién será?, pensé por un momento. Me acerqué a la puerta y la abrí despacio.
— ¡Ashley! —dije con una ceja alzada, sorprendida de ver a mi hermana en mi habitación.
Ella no pensó ni habló, simplemente me acorraló contra la pared e intentó intimidarme.
— Que ni se te ocurra acercarte a Jey, es mío ¿oíste? —dijo, pude notar un destello de ira en sus ojos.
— Mmmmm... —dije mirando a los lados.
— Es mío, ¿escuchaste? —dijo ella, aterrizándome antes de irse de mi habitación. Suspiré.
Me metí al baño para pensar un poco en lo sucedido.
— Conque Jey, ¿eh? —dije en voz baja, levantando la mirada al espejo. Suspiré con una pequeña sonrisa para meterme en la ducha y darme un buen baño.
Salí de la ducha con una toalla toda empapada, sequé mi cuerpo y me puse un hermoso vestido de noche junto con unos tacones.
Bajé a la cocina.
— Oh, hola cariño —dijo mi madre preparando la cena.
— Hola mamá —dije, dándole un beso en la mejilla.
En eso tocaron la puerta.
— Ya me voy —dije, yendo hacia la puerta y abriéndola.
— Hola... Nicole? —vi a Jey con su sonrisa de siempre.
— Ah, h-hola Jey —dije nerviosa. De pronto, la vista de Jey se fue a otro lugar. Me volteé y vi a mi hermana bajando con un hermoso vestido negro.
— Hola nene —dijo ella, saltando a los brazos de Jey y besándolo.
— Perdón por la tardanza, princesa —dijo él, agarrándola de la cintura. A mí se me borró la sonrisa.
En serio, el único chico que conozco después de mudarme y que me cae super bien resulta ser el novio de mi hermana. Además, estaba sintiendo cosas por él... Creo que solo fue un error, pensé con la cabeza baja.
— ¿Qué pasa, hermana? ¿Se te ha perdido algo en el suelo? —preguntó mi hermana con una sonrisa burlona—. Ya vámonos.
Levanté la cabeza poco a poco mientras ellos salían por la puerta tomados de la mano, y yo detrás de ellos. Nos montamos en el auto de Jey y nos fuimos a esa fiesta.
— Te ves encantadora, princesa —dijo Jey para mi hermana.
— Gracias, mi apuesto príncipe —respondió ella, mientras Jey manejaba y yo usaba mi teléfono.
Por fin llegamos. Ya estaba harta de esos comentarios asquerosos. Literalmente llegamos y, obviamente, se separaron y me dejaron sola. Así que me senté en un sillón rojo para mirar a la gente bailando y divirtié