Mis Ajustes: Con mucho arroz y un huevo

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Aquella noche en el restaurante le había dejado en claro que no sería una proveedora de dinero, ningún banco personal, le demostraría que no era la mujer superficial necesitada de sexo por su arquetipo anterior como "Fea". Con un sinnúmero de respuestas acertadas, bateos espectaculares a comentarios le probó de manera contundente que no formaría parte de su ya extensa lista de mujeres que había pasado por sus sabanas. Conocía a Daniel Valencia por comentarios de radio pasillo, por chismes constantes en la afamada sala de juntas del Cuartel de las Feas, pues Bertha llegaba siempre con cada rumor más fresco que el pan recién hecho de los hornos matutinos.

"Me imagino que, con su nueva apariencia, disfruta más de su sexualidad"

"Disfrutaba más de mi sexualidad cuando era fea"

Parecía que toda la conversación de aquella tortuosa cena se había convertido en una batalla campal donde uno de los dos debía sobrevivir. Ella debía hacerlo o de lo contrario no le dejaría en claro que sería la Presidenta de la compañía, la encargada de tomar todas las decisiones importantes.

Los minutos a su lado parecían la condena de un preso quien tachaba con tiza los días que le quedaban para salir o para ser ejecutado. Cada raya dibujada en la pared era otro terrible minuto a su lado, y con cada segundo, el nauseabundo ambiente se había vuelto casi irrespirable al escuchar cada palabra venenosa que salía de su lengua viperina e interesada.

Por unos instantes, por unos segundos el beso inesperado que la estaba elevando poco a poco se volvía asqueroso, lleno de ira. El aroma embriagador de su costosa colonia se estaba convirtiendo en el más fétido de los olores, esos labios rosados ahora parecían hechos de lija, sus manos en su cuerpo dolían como espinas. La rabia y desdén que sentía por Daniel Valencia regresaba poco a poco al tener la remembranza de la cena que tuvo a principios de su gestión como presidente.

El hombre rubio sintió una bofetada tan fuerte que le cegó por unos segundos, tiempo suficiente para que ella abriese la puerta de su coche e ingresar para retirarse. Por obra y gracia de dios mismo encontró la llave que lo encendía emprendiendo la reversa para tomar una distancia considerable. Mientras tanto el rubio se tocaba la mejilla donde había sido golpeado por el atrevimiento. Miró a la Doctora Pinzón con un rostro tranquilo, el gélido y prepotente Daniel Valencia había regresado a su lugar, su mirada lo decía todo.

No obstante, ella le regresó otra mirada llena de determinación, de seguridad, justo la misma de la cena.

--Le tengo noticias Doctor—Tomaba con furia el volante. –Yo ya no soy la que gira los cheques de su mensualidad, así que si tanta urgencia tiene de dinero vaya y bese mejor al Doctor Nicolás Mora.

--Beatriz...- El rubio intentó hablar

Estaba a punto de acercarse al automóvil, sin embargo, ella había girado lo suficiente para tomar distancia hasta casi llegar a la entrada y salida del estacionamiento de la empresa, pero antes de hacerlo asomó su cabeza por la ventana para mirarlo por última vez.

--La mejor parte de haber renunciado a la presidencia de Ecomoda es que no tendré que verle la cara a usted ni a nadie de ahora en adelante ...Y para su información—Hizo una pausa observando la manera en que todavía el rubio se tocaba la mejilla.

– Si quería el arroz y no solo con un huevo sino con dos, y veo que esos son los que usted le faltan, tal vez eso me hubiese saciado más que su pomposo intento de conversación ¡Malparido!

Sin darle oportunidad a una respuesta se retiraba del lugar quemando llanta dejándolo no solo con un palmo de narices y con una mejilla enrojecida sino con su ego tirado al suelo. No hizo nada por detenerla, por disculparse, pues por alguna razón había tenido ese arrebato. Después de que terminó la junta de accionistas fue a comer a su departamento, no fue a trabajar ese día ya que había adelantado unos pendientes.

El Viento Bajo Mis AlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora