Mi Archivo Nuevo

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Treinta días habían transcurrido con normalidad después de la despedida que El Cuartel de las Feas habían preparado para Beatriz. Por fortuna no tuvo que acudir a las instalaciones de Ecomoda por su cheque de liquidación al otorgarle el poder a su mejor amigo Nicolás Mora. Era preferible aquella acción que cederle el poder a su padre, pues le estaría preguntando sobre el destino de ese dinero acompañado de una larga cátedra del ahorro. Bastante tenía con sus cuestionamientos sobre el nuevo trabajo en el extranjero.

Se dedicó a ayudarle a su mamá en la casa, así como también asesoraba a los pequeños comercios de su localidad con sus finanzas, una muy buena forma de contribuir con ellos y agradecer la buena relación que tenían con su familia. No sería mala idea dedicarse a ayudar a otros que iniciaban sus negocios, no maleados, no contaminados como la afamada empresa de modas.

Si algo había aprendido de los capitalistas era que su ambición no tenía límites. Eso definitivamente le asqueaba.

--Mijita, voy de salida, tengo que ir a un encargo—Se escuchaba doña Julia en la puerta de su recamara.

--Si quiere yo la llevo mamá, nada más termino de hacer el concentrado de ventas y cálculo de impuestos de Doña Mariana—Beatriz se encontraba realizando los cálculos en su computadora para la señora que vendía frutas y verduras cerca de su casa. Había crecido un poco y para su infortunio le llegó hace pocos días un requerimiento del DIAN (Dirección de Impuestos y Aduanas en Colombia) para que hiciese su declaración.

--Esa Marianita, su papá ya le había dicho, pero es terca, me da gusto que usted la esté ayudando

La pelinegra observó después de apagar el computador que su madre llevaba una bolsa de mandado con algunos contenedores cerrados. Por el olor se trataba de comida hecha del día, en específico Ajiaco, arepas y guarniciones. Conociendo el altruismo de su madre no le extrañaba que llevase algo a una familia desafortunada, un valor que le fue a ella inculcado desde pequeña.

--Nada más no se tarde, ya sabe cómo se pone mi papá cuando no la ve en casa.

--No se apure mija no tardo, queda aquí cerca—La señora acomodaba perfectamente los contenedores en la bolsa cerrándolos perfectamente para no tener un derrame accidental. – Hay comida en la estufa, si su papá tiene hambre sírvale.

--Si mamá, vaya con dios—

--Y usted ya deje ese trasto que se va a quedar ciega—Se despedía doña Julia para acudir a su encargo.

Beatriz no se daba abasto alguno con la cantidad de ofertas de trabajo que le llegaban aún sin solicitarlo, pues la noticia de su salida de Ecomoda había sido esparcida por todas las empresas que incluso no se dedicaban al mismo rubro. Instituciones Bancarias, eran las que más se interesaban por su incorporación a su plantilla laboral; sin embargo, no estaba del todo convencida. Volver a encerrarse en una oficina no era precisamente su idea perfecta de volar. Cerró los ojos por un momento recordando los pasados días y por algún motivo extraño la figura de un hombre se plasmaba sin pretenderlo. Un imponente y desagradable rubio esbozaba una sonrisa, tan descarada como si actitud, tan antipática como siempre.

--No quiero amargar mi día—pensaba para sí misma.

Por otro lado, se sentía más liberada al haber cerrado con satisfacción uno de sus pendientes, uno que había dejado pospuesto y no borrado como aquel correo en su bandeja de entrada. Pues hace dos días por fin se había encarado con el hombre a quien amó durante un año completo, la causa total de su cambio, el motivo de su transformación. Armando Mendoza.



Se encontraba mirando los árboles del parque central de la ciudad, para ser más específicos, El Parque Metropolitano Simón Bolívar en la localidad de Teusaquillo. No le gustaba estar sentada, así que aquel día vestida de manera informal, unos vaqueros levemente acampanados y una sudadera en color rosa fueron su elección para tan esperado encuentro. No se arreglaría para él, no otra vez, pensaba que si se atrevió a seducirla y tener el estómago suficiente para besarla siendo fea no le veía el caso esforzarse en su apariencia.

El Viento Bajo Mis AlasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora