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(Algo cliche para empezar)

Último año en el colegio, un año más para reparar un buen motor.

El cumpleaños de su amiga llegó y claro que le entrego su regalo, un atrapasueños que vio en uno de sus paseos por el pueblo buscando una pieza para su motor.

Pronto estaría listo para poder usarse bien y podría manejar por la carretera.

Sería lo mejor, por fin tendría una gran moto con la cual moverse y no tener que estar siempre reparando la vieja camioneta de la familia o que está sonará cada vez que quisiera usarla.

Termino sus clases sin problemas, no había mucho que hacer o aprender, conocía bien los temas ya que los ponía a menudo en practica con su trabajo como ayudante de guardabosques toda la teoría que estudiaban, que además sería a lo que se dedicaría una vez se graduara.

Aunque por supuesto no dejaría su pasión por los autos, eso ni muerto.

Continuo con su rutina, ir a casa, comer algo delicioso y arreglar su motocicleta.

Claro, hasta que su padre quiso ir de visita con su mejor amigo, claro que fue y le acompaño. El hombre estaba en casa ya solo, ya que al parecer Bella -su hija- estaria en alguna fiesta con la familia de su novio festejando su cumpleaños... Era una situación complicada pero no podía opinar.

Admiraba al hombre, era justo y amable, siempre lo vio desde que era un niño. Ahora tal vez se le veía algo de la edad pero en su opinión seguía siendo ese gran hombre que le apoyaba en su pasión por la mecánica.

Fue quien le dió sus primeras guías en la mecánica, arreglando sus autos con todos los conocimientos que podía darle, quién le consentía con esas deliciosas y duras galletas que preparaba.

Pasaron la noche ahi, viendo el juego y luego jugando un juego de mesa donde perdieron estrepitosamente contra su padre, era una locura que lo logrará.

Este tipo de visitas no eran algo extraño para ninguno, a menudo hacían estás visitas a su casa con la intención de acompañar al hombre, estar solo en una casa tan grande no debía ser muy agradable.

Aunque ahora mucho cambio no había, Bella iba y venía cada vez que quería, apenas y estaba cerca de su propia casa, de su propio padre.

Pensó que tal vez podría venir a ayudarle alguna vez o tal vez solo a pasar el rato con el hombre cuando su padre estuviera ocupado, en una de esas hasta podría enseñarle a manejar esa arma que cargaba en el armario.

A la mañana siguiente como era de esperarse la chica se comió un cereal a una velocidad alarmante que le sorprendió que no se atragantara en el proceso y salió sin esperar ni un saludo de su padre, vaya que ni siquiera les vio.

Pero eso no importo el padre de la chica parecía ya acostumbrado a ese actuar, los tres comieron panqueques hechos por su padre que si eran honestos era el que mejor llevaba la cocina, ni el policía y mucho menos el adolecente llevaban buena mano en ella.

Aunque no pudieron quedarse a convivir mucho tiempo después de ello, todos tenían cosas que hacer, ser jefe de la policía debía ser agotador y ni que decir de su padre que era jefe de la tribu, mientras que él debería ir a sus clases.

Tuvieron que pasar un par de días para su siguiente visita aunque está vez fue un llamado del hombre que buscaba con desespero a su hija que no había vuelto.

Fue sorprendente cuando la chica apareció desmayada en brazos de uno de los miembros de la tribu.

Era extraño pero nada se podía hacer, ni saber en realidad. No cuando se trataba de ella.

Solo me gustas tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora