Graduación

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Cambios y lo mucho que me cuesta aceptarlos... si me pongo a hablar de eso es un cuento de no acabar. Jamás sabré con certeza por qué soltar me cuesta tanto o por qué los cambios no me gustan, pero es así, no me gustan, no me gusta lo que me hacen sentir. 

Hace más de seis meses que me gradué y aún extraño a mis viejos compañeros, estoy segura de que todos han seguido con sus vidas y apenas se detienen a mirar atrás, pero yo no puedo. Todos tomamos caminos diferentes ese último día y no volveremos a estar juntos en un mismo salón nunca más, no son más ni volverán a ser los rostros que vea cuando entre por la puerta del salón de clases diez minutos tarde y ya sabía que eso pasaría, lo supe desde el momento en que los conocí, la pequeña yo de seis años lo supo desde el instante en que puso un pie por primera vez en aquella escuela de la que tantos recuerdos tengo, eso no quiere decir que mi último día de clases no fue doloroso, porque no importa si lo sabia desde hace diez años, no estaba lista para que pasara.

Y últimamente me encuentro tan envuelta, aferrada y sumergida en nostalgia que duele. Aquellas risas de cuando algo nos parecía gracioso, los desastres que provocamos cuando nadie nos veía, los regaños de cada profesor y la forma en que solíamos apoyamos entre todos se repiten en mi cabeza una y otra vez como disco rayado. No puedo evitar ver las fotos de todos con sus nuevos compañeros y sentir que se me rompe el corazón porque esos solíamos ser nosotros, a veces incluso sigo volteando a ver cuando llaman a los chicos de noveno, porque para mí nosotros seguimos siendo esos chicos. 

Nadie jamás se hará una idea de lo mucho que llegué a querer a todos mis compañeros y la falta que me hacen, porque no importa a cuántas personas haya logrado conocer en mi nuevo instituto, nadie ha podido ni podrá jamás reemplazarlos. Porque no he podido encontrar a un dúo de chicos que jamás se toman nada en serio y son tan desastrosos que con ellos las risas nunca faltan y cómo extraño reír así, no he podido encontrar a una chica que me haga querer cambiar de pupitre en las clases libres solo para poder hablar con ella ni a un grupito de chicas con las cuales compartir maquillaje, menos he encontrado a un chico que tenga el descaro de bromear con que soy su novia solo para molestarme a pesar de tener a una novia real, tampoco he encontrado a alguien con quien hablar sobre dibujos, ni nadie con quien fingir que nos odiamos a muerte y en especial, no he encontrado y seguro jamás encontraré en mi nuevo instituto alguien con quien pasar mis recesos cuando estoy harta hasta de mi sombra y lo único que quiero es hablar con la única persona que siento que me entiende sobre la faz de la Tierra.

No he podido encontrar a nadie que se parezca ni siquiera un poco a los compañeros que solía tener y quizá jamás lo haga, porque los que tengo ahora son increíbles y por supuesto los amo, pero no se parecen a mis antiguos compañeros ni siquiera un poco y jamás tendré con ellos la conexión que solía tener con mis viejos compañeros, porque éramos el salón más unido y lo decían todos, no importa cuánto nos molestáramos entre nosotros, siempre estábamos ahí cuando alguien lo necesitaba y quizá jamás vuelva a encontrar compañeros como ellos, pues quizá la razón por la que éramos tan unidos es porque llevábamos diez años juntos, diez años en los que lo quisiéramos o no terminamos tomándonos cariño.

He encontrado buenos amigos, que, aunque sea de una forma distinta saben hacerme reír y ese es el problema, todos son tan increíbles que me dejan en un dilema entre querer que todo se mantenga como está porque luego de diez años en la misma escuela y la misma rutina jamás me había sentido tan feliz, pero a la vez querer regresar el tiempo atrás porque extraño cómo todo solía ser. Y no sé realmente qué quiero, pero si de algo estoy segura es que detesto tener que dejar ir a las personas de mi vida, me gustaría conocer nuevas personas, pero sin tener que soltar a quienes ya conozco, porque soltar siempre me ha sido difícil, con la ropa, con la música, con los idiotas que me gustan y sé que no deberían, con mis amigos y con las personas en general.

A veces quisiera no aferrarme tanto, porque tal vez así saldría menos lastimada. Amo mucho a mis muchachos, a mis actuales compañeros, mis actuales amigos, pero dios, cómo extraño a mis chicos... a los que solían ser mis chicos.

Y el solo pensar que en menos de tres años me espera otra graduación me aterra, porque significa tener que volver a dar despedidas que no quiero dar, tener que ver como de nuevo todos a mi alrededor toman caminos distintos y tener que aceptar que las cosas cambian y no puedo pausar mi vida, así en serio lo quiera. 

Pero, si alguien me da esperanza es mi hermana, verla reír con sus amigas de la universidad me hace pensar que tal vez el futuro no sea tan malo, pues seguiré riendo tal y como lo hago ahora, pero no con las misma personas y eso es lo que me jode, porque no quiero que al igual que mi hermana mi adolescencia deje de ser mi presente y se convierta en simples historias que contar a alguien más, ni que mis fotos sean simples fotografías viejas que me traen recuerdos y nostalgia, pero al final del día, eso es algo que yo no controlo, y lo quiera o no me espera el mismo futuro que mi hermana, pero tal vez, si hago las cosas bien, igual que ella pueda reír con mis amigos de la universidad sin que duela solo porque no son mis amigos de la secundaria.

Escritos de una adolescenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora