Mi corazón late más rápido y la sorpresa me congela en el lugar; él, en cambio, sonríe. Creo que aún no despierto.
-Hola.
Parpadeo un poco cuando escucho su voz, que me devuelve de mis pensamientos a este momento, aunque dudo que esté sucediendo realmente, y siento la extraña necesidad de pellizcarme o hacer algo para saber si esto en verdad está sucediendo. No tengo idea de como me las arreglo siquiera para hablar.
-Hola -mi respuesta se oye con nerviosismo, pero de algún modo me tranquilizo al notar que hablé sin tartamudear.
-Soy primo de Frankie, la pelirroja de la tienda, ¿la recuerdas?
-¿Esa era Frankie? -me estremezco al oír el tono de mi voz, suena como si la odiara-. Disculpa, es que cuando estábamos en la escuela tenía el pelo... bueno, rubio. ¿Eres su... eres su primo?
-Sí, estoy viviendo con ellos por ahora.
-No la veo desde hace años -murmuro.
Sus ojos son de un extraño tono castaño moteado de dorado. Me pierdo en ellos y por un momento es todo lo que puedo ver, los colores ocupando toda mi visión. Pero alejo rápidamente la mirada cuando soy conciente de que lo estoy mirando fijamente y en silencio.
Esta vez es su turno para sonrojarse, lo que hace que la comisura de mi boca tiemble al reprimir una sonrisa, al tiempo que siento el calor escalar por mi cuello. Él parpadea un poco y agrega:
-Yo... vengo a traerte algo, creo que es tuyo -saca algo apresuradamente de su bolsillo trasero y lo extiende hacia mí.
No puedo ocultar la expresión de sorpresa que aflora en mi rostro cuando veo que lo que me está entregando es la gorra roja que había perdido hace tres días. La tomo, un poco indeciso, sin saber exactamente como reaccionar.
»Te vi cuando llegaste a la tienda y la tenías puesta -se apresura a explicar-; la encontré en el piso, y Frankie me dijo que te conocía. Así que, aquí estoy -su sonrisa se amplía, destacando los holluelos en sus mejillas.
-Gracias... eh...
-Oh, si. Lo siento. Soy Theo -extiende nuevamente la mano, esta vez para que la estreche. Tomo su mano, sintiendo su piel cálida en la mía, fría, lo que me causa otro estremecimiento.
-Soy Addam.
-Sí, lo sé -aprieta un poco mi mano antes de soltarla y siento erizarce el vello en mi nuca-. Oye, el fin de semana voy a ir con Frankie a la tienda de discos que abrió en la avenida, ¿la conoces?
-Oí hablar de ella -respondo, mi voz apenas un susurro.
-Bueno, me preguntaba si querrías ir con nosotros, ya sabes, estoy tratando de hacer nuevos amigos por aquí.
-Sí, claro, estaría bien.
-Exelente. El sábado a las cuatro; pasaré por aquí, ¿te parece?
-Suena bien.
-Genial. Nos vemos.
Retrocede unos pasos, sin desviar su mirada de la mía por lo que parecen horas en lugar de segundos, antes de girarse y bajar por las escaleras del porche y encaminarse por la acera. Antes de desaparecer por la esquina, me lanza una última mirada, levanta la mano y se despide una vez más; le devuelvo el gesto, con el corazón acelerado. Cuando ya no lo veo, la sonrisa más grande cruza mi rostro, y no soy capaz de aplacarla.
Soy extrañamente consciente del hecho de que mi corazón no deja de golpear contra mi caja toráxica aún cuando Theo se ha ido. Creo que la idea de verlo de nuevo el sábado lo mantiene de esa manera.
Cuando me decido por fin a entrar de nuevo al calor de la casa, el rubor aún no desaparece de mis mejillas, y estoy tentado a hacerme creer que la causa del mismo es el frío, y no esos ojos castaños, o esa piel cálida que, aunque la sentí sólo por un momento, el tacto permanece aún en mi memoria.
Evitando los ojos curiosos y la mirada socarrona de mi tía desde el umbral de la cocina, me dirijo directamente al ático, arrojando la gorra sobre la mesa donde anteriormente estuve estudiando, y me lanzo pesadamente sobre mi cama, que cruje cansinamente ante mi peso. Sintiendome incapaz de volver a enfocarme en mis estudios, me quedo acostado, sosteniendo mi cabeza en una mano y observando a la gorra que tan estúpida había creído, y que ahora la veía como la cosa más grandiosa en el mundo, a excepción tal vez de cierta persona que me la devolvió.
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The Hardest Way
Teen Fiction¿Qué harías si el mundo piensa que lo que tú eres está mal? Addam es un chico de 19 años que lucha cada día con los demonios de su pasado: los recuerdos de un padre que lo abandonó y las personas que lo rechazaron y discriminaron a través de los año...