Me incorporo rápidamente en la cama cuando escucho la puerta abrirse. Mi tía Helen entra al cuarto, cerrando la puerta tras ella.
-Así que... ¿tienes una cita?
Toda mi sangre se dirige repentinamente a mis mejillas, y el nerviosismo me invade al pensar en Theo y yo saliendo juntos, solos.
-N-no es una cita, tía.
-Vamos, no tienes que ser tan cerrado conmigo. Sabes que apoyo esto.
-Lo sé, es sólo que en realidad no es una cita -aclaro, tratando de ignorar el nudo que se forma en mi estómago.
-¿Ah, no? -luce desconcertada, como si le hubiera dicho que las manzanas no crecen en los árboles.
-No, sólo iremos al centro. Con su prima -me apresuro a agregar.
-Oh, está bien. Pero sé que te gusta.
De nuevo siento una oleada de calor en mi rostro, aunque sé que el rubor siquiera desapareció por completo. Cierro los ojos, para parecer frustrado ante sus preguntas, aunque en verdad estoy frustrado por lo fácil que soy de leer.
-No puede sólo gustarme y ya. Lo acabo de conocer, sólo lo vi dos veces. No es tan simple -digo muy a la defensiva, tratando de convenserme a mi mismo, de paso.
-Está bien, esta bien. No tienes que explicarte. Tal vez aparezca algo... más adelante.
-No lo sé, tía. Sabes, estoy cansado, debería...
-...dormir. Sí, sí -terminó por mí-. Duerme un poco, te despertaré cuando esté lista la cena, en unas horas.
-Bien. Gracias.
-Adios -murmuró a medida que atravesaba la puerta y decendía hasta el piso de abajo.
Suspiré de alivio al encontrarme solo de nuevo. Al contrario de lo que dije a mi tía, no me sentía para nada cansado; no podría conciliar el sueño ni aunque de eso dependiera mi vida.
Mis pensamientos divagaron de nuevo al momento sólo minutos atrás, reviviendo la conversación con Theo, su sonrisa grabada en mi mente.
***
Tal como mi tía prometió, dos horas mas tarde estaba situada a los pies de la escalera, llamándome para ir a cenar.
Me puse de pie y, antes de abandonar mi habitación, lancé una última mirada a la gorra, que aún se hallaba sobre mi escritorio. A pesar de todo lo que me había jurado a mi mismo, no pude evitar sentir cierta esperanza respecto a la salida del sábado; no quería anticiparme a lo que sucedería -y cualquier cosa podría suceder-, pero no pude detener el sentimiento de añoranza sobre esto.
Ya abajo, la mesa estaba puesta para tres, como siempre, ya que mi tía Helen estaba divorciada, y Jesse era el único de sus tres hijos que aún estaba en la escuela, aunque ya en su último año. Al tomar mi lugar habitual en la mesa, apareció mi tía a través del umbral que llevaba a la cocina con una cesta de pan en una mano y los condimentos en otra. Acto seguido, procedió a llamar también a los gritos a Jesse, que luego de unos minutos salió de su cuarto para entrar al baño y enjuagar sus manos.
Estando ya todos alrededor de la mesa, Helen dio las gracias y comenzamos a comer.
Luego de unos minutos en silencio, fue mi tía quien lo rompió.
- ¿A donde dijiste que ibas a ir el sábado? -obviamente la pregunta era para mí, porque sus ojos no dejaron los míos ni cuando acercó el tenedor a su boca.
-Iremos a la tienda de discos que abrió sobre la avenida.
- ¿La de Mark Kelly? -esta vez fue Jesse quien habló, lo que nos sorprendió a los dos, ya que él rara vez ofrecía conversación.
-Eh... Sí, creo que es de él -lo había oído en la radio, cuando lo único que se escuchaba era publicidad.
- ¿La conoces, querido? -esta vez fue mi tía la que intervino.
-Conseguí un trabajo allí -respondió, nunca levantando la vista de su plato.
-Oh, eso es maravilloso, Jess. No sabía que buscabas un trabajo.
-Un amigo me recomendó, y Mark me llamó para una entrevista.
-Eso es asombroso, ahora verás allí a tu primo -dijo ella, palmeando sus manos juntas por el entusiasmo.
-Si... -habló Jesse, careciendo del entusiasmo evidente de su madre.
- ¿Y con quién más dijiste que irían? -me preguntó Helen.
-Frankie. Estaba en algunas de mis clases en la escuela, y resulta que es su prima, y él vive con su familia por ahora.
-No me dijiste su nombre, querido.
-Theo.
-Bueno, que amable de su parte invitarte a salir con ellos, ¿no, Jess?
Un gruñido fue su modo de respuesta.
Luego de la cena, ayude a mi tía enjuagando los platos y poniendolos en el lavavajillas para volver al ático y recostarme en la cama, sin dejar de pensar en lo que sucedería el sábado, y sin apartar la vista de la estúpida gorra roja.
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The Hardest Way
Teen Fiction¿Qué harías si el mundo piensa que lo que tú eres está mal? Addam es un chico de 19 años que lucha cada día con los demonios de su pasado: los recuerdos de un padre que lo abandonó y las personas que lo rechazaron y discriminaron a través de los año...