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(Aviso: menciones de violación y abuso)


Gruesos copos de nieve revolotean alrededor del suelo cubierto de nieve, el cielo es un turbio y oscuro azul, cubierto de oscuras nubes. Blancos soplos de aire se escapan de los labios, y frías manos tiemblan, nadie en su sano juicio quiere salir con este tipo de tiempo.

Louis Tomlinson, dieciséis años, sin hogar, estaba acurrucado, sentado en un trozo de cartón con sus viejos vaqueros, rezando para que no se empapen más de lo que ya están. Tiene una agujereada ropa en su enfermizamente delgado cuerpo y oscuros círculos bajo sus, una vez brillantes, ojos azules. Sus dientes castañean y está ruborizado por el frío, sus manos están temblando junto a él. Inhala el gélido aire porque el pecho de Louis está ardiendo y unas pocas lágrimas caen de sus ojos.

Ha estado en esas calles por casi un año, decidió escaparse de casa ese marzo, con éxito estando lejos de su padre, pero, dejándolo, tuvo que sobrevivir por sí mismo. No era muy bueno trabajando.

Deja salir un pequeño hipido con voz temblorosa, poniéndose de pie, contemplando mientras veía el oscuro cielo encima, sólo siendo las nueve y media, y la calle vacía no le gusta del todo, porque recuerda cosas, terribles, terribles cosas.


"Hola Boobear," Louis sonríe y mira a la corona de flores que ha hecho, suave pelo siendo barrido de su frente.

"Hola mami."

Jay gentilmente da un pequeño golpe en la mejilla del Louis de siete años, besándole la frente. "Te quiero, lo sabes, ¿verdad?" Dice tranquilamente, sonriendo cuando Louis asiente vigoroso. Jay se sienta, colocando a Louis en su regazo con gentiles y firmes manos. Louis continúa haciendo la corona de flores. "Papá y yo nos vamos a divorciar, cariño. ¿Tú sabes lo que eso significa?" Un pequeño sollozo se escapa de los labios de Louis y titubeante asiente, pequeñas manos temblorosas provocan que la corona caiga de sus manos.

"Sólo puedo llevarme a tus hermanas, boo. Tú tendrás que quedarte con papi."


Louis tiembla y frota sus ojos, snifa cuando el recuerdo finalmente termina. No pasó mucho tiempo hasta que otro llegó y sollozos suaves comenzaron a sacudir su cuerpo.


"Bebé, vas a hacer que papi te de más fuerte si sigues llorando así," el padre de Louis dice,apretando firme la pequeña polla de Louis. Louis tiembla, rayas de lágrimas cayendo e intentando colocar sus manos lejos. Tenía trece, y no había llegado a la pubertad todavía.

"Cállate, joder," su padre finalmente amenaza, y Louis deja escapar un sollozo, se inclinó. Todo lo que recuerda era un agudísimo dolor, después, su visión se volvió negra.


Louis finalmente deja ese recuerdo, uno de los peores de su niñez, y el que le hizo escapar de casa, dos años de constantes violaciones y tocadas. Tenía justo dieciséis años – fue el 27 de Diciembre, y la temperatura era la más baja que habían tenido en diez años.

Delgados dedos tiemblan y se abraza a la andrajosa y ajustada chaqueta en su pequeño cuerpo, sucio pelo anudado en su cabeza. Copos de nieve pegados a su pelo, y en sus oscuras pestañas.


"¿En qué mierda crees que te estás metiendo? ¡No puedes escapar de mí, Louis!"


Louis solloza débilmente, sacudiendo en su cabeza los recuerdos de sí mismo. Las lágrimas se deslizan por sus mejillas, mientras se congelan por el frío, y arden en sus enrojecidas mejillas.

Eso no era bueno, tenía que fijar dolorosamente sus recuerdos lejos, para olvidar, aunque sabía que iba a ser imposible. Nunca sería capaz de olvidar.

Era un pequeño muchacho, sólo con un metro y cincuenta y ocho de altura, y con un curvo cuerpo muy delgado por los nueves meses en las calles, sus huesos y articulaciones prominentes y grotescas ahora.

Deja que una tos sacuda su frágil cuerpo y sus pulmones duelen, sus ojos medio cerrados y sus labios tintándose de azul. Piensa que, si muriera así, estaría bien, porque sería libre.

[...]

Harry paseó hasta la nevada acera, envuelto en una chaqueta de plumas gruesa, un gorro de lana sosteniendo sus rizos. Sus manos estaban en los bolsillos de su chaqueta, enfundadas en unos guantes de lana. Tuvo que andar el resto de la calle hasta su casa porque su coche se rompió en la calle de camino a casa de la Universidad. Dejó salir un suspiro, el cual se deshizo en aire blanco.

Tenía veintiún años, casi veintidós, y una fuerte autoestima. Estaba podrido en dinero, todo de los trabajos de su padre, a través de los que le prometió que nunca le faltaría de nada. Le gusta pensar que era amable y de buenas intenciones, y que, aunque nació rico, nunca sobresalió. Le gustó bastante ayudar a las personas, que era la razón por la que en el año pasado en la época de estudios comenzó a atenderlas.

Estaba casi en su casa cuando vislumbró a un muchacho acurrucado en la fría y nevada acera, iluminada por una farola que bañaba el callejón con su sucia luz amarilla. Se dio prisa en correr hacia él, arrodillándose y gentilmente moviéndole.


"Hey, muchacho, ¿estás bien?"Comenzó a ponerse nervioso, moviendo al muchacho una y otra vez y soltando un grito ahogado. Sus labios estaban azules, y su suave piel pálida. Obviamente parecía no tener hogar, pero eso no detuvo a Harry en lo más mínimo.

Lo acogió entre sus brazos, desabrochando su chaqueta para acoger al muchacho en el cálido lugar que dejó en su cuerpo y abrazándolo con esta también. No se preocupó por lo sucio que estuviera, sólo en ayudarle. Incluso en esa situación, creyó que el muchacho era muy bonito y muy, muy delgado. Necesitaba su ayuda.


Primer capítulo. Espero que os guste. Cualquier error o lo que sea me encantaría que me lo notificasen.

Kisses,

C.

Sweeter than fiction (l.s.) (mpreg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora