"Hyunjin siempre tiene un cigarro entre los labios. Jeongin siempre tiene un caramelo en la boca"
Hyunjin tiene apariencia ruda e intimidante, siempre vestido de negro, con una chaqueta de cuero en sus hombros y un cigarro entre los labios. Hyunjin...
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Los días eran pesados y demasiado largos, el aire parecía faltarle a sus pulmones y el brillo a sus ojos, se sentía de aquella forma desde el accidente.
Pasaron semanas en las que por una llamada se entero gue el auto en el que iba Jeongin y sus amigos había salido del camino chocando contra la fría tierra, semanas en las que junto a pobladores sostuvo el cuerpo frágil de Jeongin entre sus brazos.
Semanas en las que Jeongin no había despertado.
El accidente lo había inducido en un coma prolongado, pronto llegaría al mes.
Iba todas las tardes al hospital con un ramo de girasoles y rosas, los dejaba al lado de todos los ramos que había estado llevando; gastándose su dinero en detalles que harían ver a aquella fría habitación de hospital más acogedora, al estilo de su Innie. Antes de dejar la habitación hablaba un poco con Jeongin, no le importaba que los doctores le dijeran que no le escuchaba; mantenía las esperanzas de que lo hiciera, mantenía la esperanza de que uno de estos días Jeongin abriese sus rasgados ojos y le sonriera.
Era lo que más quería.
El tiempo era pesado, le lastimaba en el alma lo pesado que era. El tiempo golpeaba, el tiempo arrebataba.
Sentado frente al hospital, en una banca de madera vieja, con pequeñas gotas de la lluvia de la madrugada. Fumaba un cigarro calando todo el estrés y la pena que tenía, tiraba junto al humo los mil y un pensamientos malos, pensamientos que se aferraban a su columba cual espinas, dejándole aún más afligido.
Se fumaba la pena mientras pedía al cielo que Jeongin despertara.
— Hey, Hyun — escuchó a lo lejos, se volteó a ver de quien se trataba y se encontró con Minho.
— Hola Minho — saludó con una pequeña sonrisa, calando aún más el cigarro entre sus dedos.
— ¿Viniste a visitar a Jeongin?
— Si ¿y tú?
— También — con las manos en los bolsillos se sentó a su lado, pidiendo del cigarro en los dedos de Hyunjin.
Era difícil para todos, una clara rajadura de había hecho después del accidente, los recuerdos de aquel día acechándolos a todos.
— Cuanto quisiera que despierte y suelte una de sus risitas — susurró Hyunjin mirando al suelo y luego al típico ramo de flores que llevaba — Lo extraño mucho.
— Lo hará...solo hay que esperar.
— ¿Cuanto tiempo más?
No había respuesta.
Tal vez la respuesta traería más pena a su vida.
Era una pregunta con respuestas arrebatadorasy perdidas. Simplemente por su salud emocional no debería escucharlas.
Y es que todo se pintaba de gris al hablar del estado de Jeongin, las esperanzas crudas y frías de los doctores se desvanecían al pasar el tiempo. La brisa se las llevaba hasta el mar.
— La hora de visitas ya está habilitada — dijo Minho apagando el cigarro con la suela de su zapato.
Hyunjin asintió y se levantó de la banca, sacudió un poco su pantalón y arregló el ramo de flores, espero a Minho y cuando estuvo de pie ambos se dirigieron hacia el hospital.
Antes de entrar Hyunjin soltó un suspiro, uno pesado, uno cansado. Su rutina eran aquellos pasillos fríos con olor a medicina, pasillos grises. Se sabía de memoria el camino, con unos cuantos pasos ya se encontraba frente a su habitación, una enfermera les dijo que esperaran a que las primeras visitas salieran, lo hicieron, sentados en una banca mientras miraban la puerta frente a ellos. En silencio.
La puerta se abrió y Hyunjin reconoció a los que eran los tíos de Jeongin, se habían conocido en aquellos pasillos; vaya forma de conocerse, vaya forma trágica de hacerlo. Los tíos de Jeongin le sonrieron y se retiraron sin decir una palabra.
Parecía que nadie podía decir palabra alguna, parecía que las palabras se habían desvanecido y solo era un profundo silencio.
Lado a lado Minho y Hyunjin entraron a la habitación. Eran muchas las veces en las que Hyunjin había entrado a aquella, demasiadas, pero la reacción era la misma, su corazón se rompía un poco al ver a Jeongin.
Verlo postrado en una cama, conectado a tubos y máquinas. Los moretones de su frente y pómulos acentuándose y algunos desapareciendo, sus pestañas contra sus mejillas y su boca seca. Era desgarrador.
Doloroso.
Soltó otro suspiro, camino hacia los muchos ramos que le compraba y dejó al nuevo al lado todos, acomodando las flores y sus pétalos.
Minho se sentó en una silla al lado de la cama de Jeongin, Hyunjin solamente se paró a su lado.
Trazando con sus dedos la mano fría de Jeongin.
Y no pudo soportarlo, se rompió.
Con lágrimas silenciosas se arrodilló al lado de la cama, escondiendo sus jadeos, queriendo con todas sus fuerzas que el tiempo retroceda, que las cosas se acomodaran de diferente forma. Siguió llorando en silencio mientras rompía su corazón en más trozos.
Minhoapretó sus labios y se dedicó a darle consuelo en silencio a Hyunjin, acariciando su espalda y cabellos.
Luego de un rato llorando se escuchó un golpeteo en la puerta, el anuncio de que el tiempo su visita había llegado a su fin, limpio sus lágrimas con su manga, acariciando una última vez la mano de Jeongin.
Minho lo tomó de los hombros, ambos dirigiéndose hacia la salida, no sin antes de darle una última mirada a Jeongin; no sin antes de desear que despierte.
Era una rutina que cumplía estrictamente todos los días, dejando flores en la habitación de Jeongin; esperando que despierte y las vea, una rutina que a veces incluía lágrimas de por medio, deseos de escuchar su vocecita.
Muchos deseos, que ninguna estrella escuchaba.
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