1- El fin del mundo

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La Patagonia, administrativamente gestionado por dos países de América del Sur, justo frente a la Antártida: Esa masa gigante de hielo glaciar, entre el océano Pacífico y Atlántico.

Lleno de paisajes de ensueño, montañas nevadas, reservas naturales de agua dulce, profundos bosques milenarios e islas. Demasiadas islas, algunas habitadas y otras sólo utilizadas como bases científicas.

Entre ellas, destaca una en especial. Ese recóndito lugar llamado por algunos como "El fin del mundo".

En la isla del fin del mundo, las temperaturas oscilan en promedio, entre los -10° en invierno y agradables veranos con 18° grados. Dentro de la isla, existe una pequeña localidad, con menos de doscientos habitantes, siendo un lugar místico lleno de secretos. Sus paisajes, no sólo son el atractivo para los visitantes, sino que también es conocida por ser un destino obligatorio para los amantes de los deportes al aire libre, con la ruta del trekking más austral del mundo.

Por alguna razón, Levi recordó lo que oyó horas atrás del narrador del video informativo arriba del ferry. Justo después de eso, señaló las medidas de seguridad y cómo usar los chalecos salvavidas en caso de una emergencia.

Levi observó cada rincón de ese lugar mientras su rostro se mantenía indiferente, no sabía si llamarla casa exactamente y a juzgar por el tipo de arquitectura más bien rústica, también podría ser considerada una cabaña. En términos de espacio, era suficiente para sólo una persona y estaba perfectamente equipada con todo lo necesario para una buena estadía. Le causó curiosidad, que junto a la gran ventana en un rincón, existiera una especie de estufa de hierro que también podía ser utilizada como cocina a leña.

—A la gente suele gustarle ese rincón, es acogedor sentarse cerca del fuego en invierno —explicó Erwin que permanecía de pie a su lado.

Entonces, Erwin Smith notó que el postulante al trabajo no parecía muy entusiasmado ante la idea y no podía culparlo. A las personas provenientes de grandes ciudades, les costaba desprenderse de las comodidades.

—¿Te parece si conocemos el resto? —preguntó Erwin, en un último intento por convencerlo.

—De acuerdo.

Levi Ackerman siguió sus pasos. La casa-cabaña no estaba tan mal y era bastante acogedora, como bonita. Erwin más tarde le enseñó la habitación, el cuarto de baño y luego salieron un momento. En la parte trasera de la vivienda, había un generador eléctrico y también un sitio bajo techo al aire libre, que se utilizaba para apilar la leña cortada para que esta no se humedeciera por las cuantiosas nevadas.

La vista general del lugar era agradable y con mucha vegetación. Además tenía árboles frutales que en ese momento no tenían hojas, porque con la llegada del otoño, los árboles perdían todas sus hojas con el cambio de estación. El aire se respiraba fresco, con un agradable ligero aroma a tierra húmeda. Pero lo más impresionante, es que si guardaba silencio, Levi era capaz de oír un tranquilizador silencio interrumpido quizás por alguna ave sobrevolando los cielos.

Si Levi era sincero consigo mismo, el lugar sería perfecto para él, si tan sólo la isla no estuviera en medio del frío océano. Cuya única conexión con el continente, era un ferry a casi treinta horas para desembarcar en la ciudad más cercana. También existían algunos vuelos comerciales, siempre y cuando el clima lo permitiera. Esto último, era menos frecuente en época de otoño e invierno, debido a las tormentas que ocasionaban la cancelación de los viajes.

Atlas del frío austral [Levihan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora