3- El invierno volverá

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Levi realmente no pensó en nada coherente, cuando llamó al director Erwin Smith y le dijo que no buscara a ningún maestro de secundaria más, porque pensaba quedarse. Al menos hasta el término del semestre, aunque el otoño apenas comenzaba y Levi no tenía ni la más remota idea de lo que significaba atravesar el crudo invierno, en esa isla austral del fin del mundo.

Quizás el retomar el contacto con su ex esposa, influía en gran parte de su decisión. Pero para ser justos, Levi consideró que trabajar en la isla más remota del continente tenía sus beneficios.

La casa-cabaña le gustaba y además el alquiler era bastante barato, lo que le permitiría ahorrar. Sacó cuentas alegres, hasta que descubrió que la isla además de tener cosas positivas a su favor, también tenía cosas no tan buenas. Entre ellas, el elevado costo de la vida gracias a la ubicación geográfica que los mantenía aislados de grandes ciudades.

Como la isla constantemente sufría de cortes en el suministro de energía eléctrica, por las lluvias y las cuantiosas nevadas en invierno, es que la mayoría de las casas contaban con sus propios generadores que funcionaban a base de combustible. Aquello parecía un elemento vital, porque era necesario mantener calefaccionado los hogares o lugares de trabajo, ante las recurrentes bajas temperaturas. En los casos más extremos, cuando el tendido eléctrico o los generadores no cumplían esa necesidad, es que era necesario regresar a lo más rudimentario, como lo era el fuego. Por lo que, Levi descubrió que tener esa adorable estufa a leña junto a la ventana, era más útil de lo que aparentaba.

Venciendo los primeros choques culturales, que todo el mundo en la isla daba por sentado que eran cosas comunes, menos para él, el profesor Ackerman sobrevivió a su primera semana de trabajo.

El transcurso de los días, también ocasionó que las temperaturas descendieran cada vez más. Entonces una mañana Levi abrió las cortinas, tan sólo para encontrar varios centímetros de nieve que se acumularon durante la madrugada, en un blanco manto que cubría toda la isla. Más tarde, mientras Levi pretendía ducharse para ir a su trabajo, descubrió de la peor manera que las cañerías estaban por completo congeladas. Unos segundos bastaron para comprender que de la ducha no saldría ni la más mínima gota de agua caliente. No hubiera sido tan terrible, si tan sólo no llenara su cabeza de shampoo y ahora se sintiera ridículamente desnudo, como de malhumor.

Armándose de su nula paciencia, Levi salió de la ducha graznando groserías. Al menos tenía algunas botellas de agua, pero descubrió que también el agua comenzó a cristalizarse dentro de la botella. No teniendo más alternativa que recurrir a aplicar calor con el secador de cabello, vació el agua dentro de una olla, para ponerla enseguida a calentar. Moviendo su pie impaciente, con una toalla en su cintura y con shampoo en su cabello, Levi permaneció a la espera de que el agua consiguiera una temperatura aceptable como para no congelarse las bolas.

Minutos más tarde, Levi observó la ridícula cantidad de agua caliente obtenida, no teniendo más alternativa que utilizar una taza para racionarla con prudencia.

Naturalmente, la vida de los isleños continuaba incluso en condiciones climáticas extremas como esa. A diferencia de la ciudad, que solo una lluvia bastaba para suspender clases hasta que finalizara el frente de mal clima.

Como si no tuviera suficiente con ese pequeño problema doméstico que nadie le previno con anticipación, Levi tenía la sospecha que un zorro o tal vez un perro silvestre husmeaba en el contenedor de basura. Por las noches podía oír pisadas como sonidos extraños y aunque no se consideraba a sí mismo como cobarde, es que Levi al principio le hizo sentir que no estaba solo. Nunca en su vida fue tan consciente de los ruidos propios de la naturaleza. Así que durante su primera noche pudo oír búhos y otras aves que no logró identificar.

Atlas del frío austral [Levihan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora