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❘༻Hyunjin༺❘

Pinceladas de pasión

El aire de la habitación estaba cargado del olor a pintura, óleo y trementina. Hyunjin se inclinó sobre su caballete, con el ceño fruncido en señal de concentración. Llevaba meses trabajando en ese cuadro en particular, obsesionado con cada trazo, cada marca del pincel. Su inspiración estaba sentada frente a él, con los ojos fijos en cada uno de sus movimientos.

Algo en ella lo cautivó, atrayéndolo como una polilla hacia la llama. No pudo evitar sentirse obligado a plasmarla en un cuadro, a inmortalizar su esencia con cada una de sus pinceladas. El lienzo que tenía ante él era un testimonio de su extraña relación.

Allí estaba ella, sus rasgos representados con vívidos detalles, la delicada curva de su mandíbula, el pálido rubor de sus mejillas, la forma en que su cabello caía en suaves ondas sobre sus hombros. La había pintado con todas las luces posibles. Incluso se había atrevido a pintarla desnuda, con las curvas de su cuerpo expuestas y vulnerables en el lienzo.

Y sin embargo, a pesar de las innumerables horas que habían pasado juntos, a pesar de la intimidad de su conexión a través del arte, había algo que todavía se le escapaba. Hubo una chispa, un fuego, que no pudo captar del todo. Era como si ella estuviera siempre fuera de su alcance.

Como si sintiera su frustración, la chica se inclinó hacia adelante y su mano se movió para descansar sobre su hombro.

-¿Sabes?... -dijo suavemente. -a veces no se trata de capturar el color exacto de mis ojos o la forma en que cae mi cabello. Se trata del sentimiento, la emoción que le pones. -hizo una pausa, su mirada se encontró con la de él antes de continuar. -Tal vez si te concentras en eso, en cómo te hago sentir... encontrarás lo que estás buscando.

Sus palabras flotaron en el aire, un pesado silencio se instaló entre ellos. Hyunjin sintió un calor subiendo por sus mejillas, una sensación extraña en la boca del estómago. No pudo evitar preguntarse si ella quería decir algo más con sus palabras, si estaba insinuando algo de lo que aún no se había dado cuenta. Y luego, antes de que él pudiera siquiera procesar el pensamiento, ella se inclinó más cerca, sus labios rozaron su oreja y su aliento le provocó escalofríos por la espalda.

-Tal vez... -susurró, su voz apenas audible. -Podría ayudarte a encontrarlo.

El corazón de Hyunjin se aceleró mientras ella lentamente retrocedía, su mirada fija en la de él. Podía sentir la tensión creciendo en el aire. Su mente daba vueltas con las posibilidades, con las implicaciones de sus palabras, de esta intimidad repentina e inesperada.

Él la deseaba, se dio cuenta. La deseaba de un modo que iba más allá del cuadro. Quería saber cómo se sentiría tocarla, besarla, estar con ella de una manera más... física. Pero antes de que pudiera decir algo, antes de que pudiera actuar según esos repentinos e intensos deseos, ella se estaba alejando de él, su expresión una vez más neutral.

-Debería irme. -dijo, con la voz un poco temblorosa. -Tengo otra cita esta tarde.

Hyunjin asintió, sintiendo una punzada de decepción en lo profundo de su pecho.

-Por supuesto. -logró decir, su voz sonaba distante incluso para sus propios oídos. -Probablemente debería volver a mis otras pinturas también.

Hyunjin no pudo evitar sentir como si una parte de él saliera por la puerta con ella. Quería llamarla, pedirle que se quedara, explorar esta nueva conexión entre ellos. Pero permaneció en silencio, observando su figura alejarse hasta que desapareció de vista.

Durante días, ese momento se repitió una y otra vez en su mente, como un disco rayado. No podía quitarse el recuerdo de su susurro, del calor que parecía emanar cada vez que se acercaba. Se encontró pensando en la chica constantemente, preguntándose si ella sentía lo mismo por él.

Finalmente, incapaz de soportar más la incertidumbre, decidió tomar el asunto en sus propias manos. Le pintaría un cuadro, uno especial, sólo para ella. Uno que expresara cómo se sentía, cómo lo hacía sentir.

Pasó horas volcando su corazón en el lienzo, utilizando cada pincelada para transmitir sus emociones, sus deseos. Cuando estuvo listo, retrocedió, admirando su obra, sintiendo una mezcla de orgullo y miedo. Era el mejor cuadro que había pintado en su vida y sabía que una vez que ella lo viera, no habría vuelta atrás.

Con manos temblorosas empaquetó el cuadro. Al día siguiente, se encontró parado afuera de su casa, agarrando aquella obra con fuerza, con el corazón acelerado. Respiró hondo y se armó de valor antes de llamar a la puerta.

-¿Hyunjin? ¿Qué estás haciendo aquí? -dijo ella con algo de sorpresa.

-Te hice un cuadro. -su voz apenas audible. -Quería que lo tuvieras.

Después de un largo momento, ella asintió y se hizo a un lado para dejarlo entrar. Mientras Hyunjin la seguía no pudo evitar sentir una sensación de anticipación, de esperanza, creciendo en su pecho. Pasara lo que pasara después, sabía que sus vidas estaban a punto de cambiar.

El aroma de pigmentos llenaba el ambiente de aquel estudio donde la chica guardaba sus obras más personales. Se detuvo ante una pared, mostrándole a Hyunjin un cuadro que ella misma había pintado.

-Este es el primero que hice cuando llegué aquí. -su voz temblaba levemente. -Esperaba que te gustara.

-Es precioso, me encanta. -expresó el chico abrazándola de la cintura.

La creación de ella, pintada con tanta pasión y talento, le parecía brillar en el oscuro rincón. Ella se relajó un poco, aliviada, y le devolvió la mirada.

-Gracias. -dijo sincera. -Me ha tomado tiempo. Y ahora me parece que no estoy lista para dejarlo ir.

-Entonces no lo hagas. -dijo él. -Puedes dejarlo aquí. Si alguna vez te sientes sola, puedes venir a mirarlo. -le acarició la mejilla suavemente. -O puedes venir a mí.

Hyunjin cerró los ojos, suspiró, y ella lo rodeó con su cuerpo, ahora ansiosa por acercarse aún más. Sus pechos se tocaron, suaves y firmes, y la respiración de ambos se hizo más profunda, más intensa. La pasión crecía, una fuerza imparable que los empujaba a unir sus cuerpos en un solo acto de fe y locura. Sus bocas se unieron en un beso desesperado, ansioso. Sus manos se perdieron en el cabello del otro, en la espalda, en los muslos...

El suelo de madera crujía bajo sus cuerpos. El sonido de sus cuerpos golpeándose, de sus respiraciones ahogadas, se confundía con el de los colores chocando en los lienzos, creando una hermosa sinfonía. Sentían como si el estudio hubiera desaparecido a su alrededor, como si fueran las dos únicas personas en el mundo. Cada toque, cada caricia hacía que sus corazones se aceleraran. Ella arqueó la espalda, presionándose más contra él, clavándole las uñas en sus hombros. Los dedos de Hyunjin bailaron sobre su piel, como si fuera un lienzo esperando ser pintado. Podía sentirla gemir contra su cuello, sentir la tensión de sus músculos a medida que se acercaba...

Permanecieron allí tumbados durante lo que pareció una eternidad, con el corazón latiendo al unísono. Hyunjin no podía creer que esto realmente hubiera sucedido, que finalmente hubieran cedido a sus deseos.

Giró la cabeza para mirarla, sus rostros estaban a sólo unos centímetros de distancia. Tenía los ojos cerrados y las mejillas enrojecidas. Pasó un dedo por su mandíbula, sintiendo la suave piel bajo su tacto.

-_________, -susurró, su voz ronca por el deseo. -Yo... nunca antes había sentido algo así.

-Yo tampoco. -admitió ella, encontrándose con su mirada. -No quiero que esto termine.

Sus dedos encontraron el camino hacia el pecho del contrario y lo acarició suavemente. Hyunjin podía sentir su corazón hincharse ante sus palabras. Él se inclinó, presionando sus labios contra los de ella, sus lenguas bailando juntas.

Se abrazaron con fuerza, temerosos de que fuera una ilusión, de que se hubieran perdido, y la promesa de un futuro incierto flotando en el aire. Pero por ahora, lo único que importaba era ese momento, esa conexión que compartían, esa abrumadora sensación de estar en lo cierto.

𝑺𝒕𝒓𝒂𝒚 𝑲𝒊𝒅𝒔 𝑶𝒏𝒆 𝑺𝒉𝒐𝒕𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora