Una suerte de suerte

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Una suerte de suerte


A partir de aquel momento, Víctor no le dirigió más la palabra para otra cosa que no fuera una indicación, se mostraba indiferente a su presencia, como si ya no quisiese su ayuda, ahora menos que antes.

Evan sabía que había metido la pata, su relación con Víctor había comenzado a crecer, pero ese pequeño error en el carromato le estaba costando caro. Solo aceptó que se había equivocado, pero no intentó pedirle disculpas, después de todo, solo quería ayudarlo. Sabía que se estaba comportando de mala manera, pero también que no había mayores alternativas. Debía de recolectar información, no podía esperar que una oportunidad le llegase de la nada.

Ya habían finalizado las últimas tareas, era un prematuro día cuando comenzaron y, ahora, solo se veía el brillo reluciente de las estrellas. Víctor y él, cansados después de un arduo trabajo, ingresaron a sus jaulas. Klóoun no estaba allí, quiso preguntarle a Víctor si sabía dónde estaba, pero este ya se encontraba en su jaula, tapado con una tela vieja y raída que usaba de manta. No lo había notado, pero estaba helando y su chaleco pronto se vería superado por aquel clima atroz.

Pasaron muchos minutos, pero el sueño le eran esquivo, escurridizo al igual que una rata. El frío y la incomodidad no eran buenos amigos y menos la suciedad de su cuerpo; sudoroso e maloliente. Estaba despierto, pensando sin parar en todo lo que había acontecido los últimos días. No podía creer que, estando tan cerca, lo atraparán. Quizás correr era una buena opción después de todo, solo debía de hacerse con un caballo y galopar hacia el gran árbol y, posteriormente, hacia la cueva. Quizás llegase antes de que lo interceptaran, pero supo que era muy difícil aquello, puesto que el bosque era muy tupido y el andar a caballo se vería dificultado. No lograría huir demasiado, antes de verse estorbado por todos esos sauces grises.

¿Cuándo hablará conmigo de nuevo? Se preguntó pensando en Fyodor, pues sabía que había sido muy impreciso a la hora de darle la ubicación del supuesto escondite de los rebeldes. Por lo que, si lo que había odio era cierto, era cuestión de tiempo que lo mandara a llamar y lo interrogasen otra vez. Supuso que no sería hasta que no llegasen hasta las montañas.

Se habían detenido, pero ¿por qué? La pregunta era válida, puesto que si tanta urgencia había en apresar a los rebeldes, ¿Por qué parar? Fyodor no había querido dirigirse hacia la capital, ¿Acaso pensaba encerrar a los tres en la caravana? Eso era de por sí difícil.

Evan sospechaba que siquiera serían capaz de derrotarlos, si es que aquellos tres jóvenes realmente estuviesen en aquel escondite y no fuese todo una mentira.

Entonces, ¿por qué nos detuvimos? Quizás los demás dudaban, no querían dirigirse allí directamente, por algún motivo. De seguro había viajado ya mucho, seguir una pista que podría ser falsa no era alentador. Tenía sentido.

Evan pensaba con mucha naturalidad todas estas cuestiones, e intentaba encontrar una forma de usarla a su favor. No tenía forma de convencer a nadie, era solo un esclavo más, quizás Klóoun podría ser víctima de su manipulación, pero era muy estúpido y engreído como para prestarse siquiera a hablar con él. Pero quizás sí con Víctor, parecía que se había ganado su respeto, si convencía a él de hablarle, podría convérselo… ¿Pero convencerlo de qué? ¿De que hablara con las Mestizas? ¿Para qué? No había muchas alternativas y las que había eran imposibles e ilógicas. La situación era realmente difícil y, como si esto no fuese demasiado ya, pudo oír la voz de Merlene susurrándole “No se puede”.

Y así, entre pregunta y pregunta, el sueño fue subiéndole por el cuerpo, al igual que una dura fiebre. Lo rodeó con sus brazos, pero él, siempre inquieto para aquellos trueques, permaneció alerta, como si una parte de él, residiendo muy al fondo, estuviese observando todo a su alrededor. Por ello, cuando Merlene y Armisa ingresaron a sus jaulas y se quedaron dormidas sin esperar un plato de comida, ni se inmutó y siguió sumergido bajo la lumbre del sueño. Sin embargo, entrada la noche, oyó los pasos pesados de Klóoun acercándose a su jaula, el cerrojo cruzó el silencio y sus sentidos explotaron como una estampida.

Acuerdos y Maldiciones - "Los Privilegiados II"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora