Episodio 1.
Voy a contarte la increíble historia de un hombre llamado Silvestre, de cómo justo al estar cerca del final de su vida, —pues era un anciano de 84 años— tuvo una gran aventura que quizá pocos creerían cierta, pero que sin duda es maravillosa.
Silvestre es un anciano de cara muy arrugada por la edad, espalda encorvada, tres o cuatro cabellos largos en su cabeza, con una dentadura que solo cuenta con 4 dientes amarillos.
Todo comenzó un viernes por la mañana, Silvestre se hallaba en su pequeña habitación compartida, estaba acostado en su pequeña cama vieja que resonaba los resortes cada vez que el anciano se daba vuelta, su colchón que presumía manchas de dudosa procedencia contaba con una sábana rota y vieja, una cobija color marrón muy pequeña que no lograba cubrir sus pies, y un olor a viejo —por decirlo de una manera— que te hacía toser si te acercabas lo suficiente. Ese día pintaba ser tan común como cualquier otro, el ritual matutino de Silvestre comenzaba, primero despertaba molesto por varios sonidos que provenían de fuera de su habitación, los cuales comenzaban cerca de las seis de la mañana: personas que hablaban entre sí en voz alta, puertas en habitaciones cercanas que se abrían y se cerraban, pasos exorbitantemente escandalosos que inundaban los pasillos, seguido de esto, Silvestre maldecía por la hora en que lo despertaban.
—Maldita sea.
—¡Buenos días mis amores!—saludó la enfermera Bety mientras abría la puerta de la habitación.
—¡Que maldito fastidio!—masculló Silvestre en voz baja, sus ojos hinchados pedían seguir durmiendo, pero resignado, efectuaba varios intentos para sentarse sobre su cama ya que era obvio que no podría seguir durmiendo más tiempo.
Pues el anciano hacia cerca de quince años que vivía en un asilo, por lo que todo el alboroto que escuchaba día tras día, era la llegada de los empleados a sus respectivas áreas de trabajo. Lamentablemente no era uno de esos lugares donde los ancianos tienen una habitación enorme, una enfermera particular para cubrir sus necesidades, o con visitas a centros recreativos y atenciones especiales, sino uno de esos asilos donde albergaban a cientos de ancianos en un edificio pequeño, donde la única preocupación de este lugar era ver que sus viejitos siguieran vivos, que tomaran sus medicamentos y estuvieran pagadas las mensualidades por los respectivos familiares de cada uno de ellos.
Yo sé que estos lugares son horribles y no deberían existir, o al menos deberían mejorar su calidad, pero así era el hogar de Silvestre.
Al fin después de varios intentos consiguió sentarse a la orilla de su cama, prendió su lámpara de mesa, iluminó la oscura habitación con la pobre luz amarilla que regalaba esta, —esa lámpara es de sus posesiones más valiosas por lo que la tenía encadenada a la mesita de madera, pues él estaba seguro de que, a no ser por esa cadena, su lámpara habría sido robada por los empleados del lugar o por su compañero de cuarto hace mucho tiempo—
La enfermera Bety entró a la habitación empujando una mesita metálica de pequeñas ruedas, donde llevaba los medicamentos de todos los ancianos del asilo, y en dos vasitos de papel que iban al frente de la mesa se leía por un costado: Silvestre: Habitación 12, cama A.
El anciano se puso de pie para dirigirse al pequeño closet de tela que estaba frente a su cama, con la intención de buscar ropa limpia.
—¿A dónde vas cariño? Necesito que te tomes tu medicamento—pedía la enfermera cómo si le hablara a un niño pequeño, al tiempo que desvió su mirada hacia la cama vecina de Silvestre—¡Buenos días Betito! ¿Qué tal descansaste?—Saludó la señorita al otro anciano que compartía cuarto con Silvestre. —¡Hola Bety, buenos días!—contestó el compañero de cuarto de Silvestre—gracias a Dios, ya listos para iniciar un gran día, ¿verdad Silver?
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Silvestre: El aguijón del dragón.
FantasyEs una historia conmovedora sobre un anciano llamado Silvestre que ha pasado toda su vida siendo una persona egoísta, cruel y desagradable lo que le lleva a ser un anciano abandonado en un asilo, sin embargo justo antes de que su vida llegue a su fi...