Invitación a la mesa

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Capítulo 10.

Invitación a la mesa.

Cuando el cielo se oscureció por completo, Silvestre pudo llegar al enorme bosque de Tierra Céntrica que hace frontera con Tierra Baja, llegó sin saber que ya estaba en su destino, pues se detuvo ahí solo porque su halcón necesitaba descansar.

Silvestre desmontó, el lugar parecía cómodo para detenerse a pensar un momento, así que para inspeccionar el terreno, tomó la pequeña lámpara que los halcones usan por las noches en un costado de la montura, dio un par de pasos volteando a todos lados esperando no encontrarse con nadie, de pronto una pequeña rama seca cayó sobre su hombro, Silvestre reaccionó tan asustado que sus pies se atoraron con la raíz de un árbol cuando quiso correr, cayó dándose tremendo golpe en el pecho, que el ruido que emitió cuando se sofocó espantó a su halcón, el cual salió volando muy deprisa dejando a Silvestre solo, y por si fuera poco, la lámpara quedó destrozada con la fuerte caída, lo que permitió a la oscuridad envolverlo todo alrededor.

La vida de rey se había terminado para el humano, ahora se encontraba solo en medio de un bosque desconocido, sin medio de transporte, ni agua, ni comida, sin fuerzas para buscar refugio, ya que la caída lo había lastimado demasiado.

Silvestre se puso de pie con mucha dificultad, le dolía el costado izquierdo.

"seguro me rompí una costilla" pensó.

Caminó un poco, pero cada paso que daba lo lastimaba demasiado, por lo que se sentó de nuevo recargado sobre un árbol, era imposible lograr ver más allá de la palma de su mano, sin luz y con el dolor que sentía por el golpe, decidió que lo mejor que podía hacer era quedarse tirado en medio de la nada esperando a que algo sucediera, un milagro quizá.

El humano cerró sus ojos un buen rato intentando dormir, pero el dolor cada vez más intenso no lo dejó, sin embargo el viento fresco que corría por su cuerpo lo relajó. De pronto la suave brisa embraveció chocando contra las hojas de los arboles poniendo alerta al humano, algo raro estaba pasando, Silvestre dudó por un instante si estaba dormido o despierto, pues el bosque estaba completamente iluminado pero seguía siendo de noche, no había lámparas o ninguna fuente de luz que el humano conociera, sino que todos los árboles desde el tronco hasta las hojas emitían luz blanca, muy tenue, no lastimaban los ojos de Silvestre y podía ver el lugar a la perfección.

Entonces escuchó voces de hombres que hablaban y reían a lo lejos, Silvestre se espantó creyendo que los habitantes de Tierra Alta lo habían encontrado, quiso incorporarse para echar a correr pero el dolor no se lo permitió, así que sólo rodeó el árbol donde estaba recargado para ocultarse, pudo diferenciar la voz de tres hombres que curiosamente se detuvieron justo detrás de donde estaba escondido, el humano no sabía lo que estaba ocurriendo pero podía oír mucho ruido como si estuvieran armando un campamento, oía platos que se acomodaban en una mesa, botellas de corcho que se abrían, las voces que reían, el aroma a comida inundó todo el lugar, lo que provocó que Silvestre tragará saliva, después todo quedó en silencio.

—¿Y bien, no piensas salir Silvestre?— preguntó la voz de un hombre mayor.

Silvestre no respondió, se quedó perplejo, seguro que todo el ruido que escuchó eran los Tzintz acomodando todo para su ejecución. 

—Creo que tendré que ir por él—dijo otra voz que parecía de un hombre más joven.

Silvestre intentó levantarse una vez más cuando escuchó los pasos que se acercaban hacia él, pero no pudo lograrlo.

—Buenas noches señor—saludó un hombre que aparentaba unos cuarenta años de edad—pareces perdido.

—¿Qué?—respondió Silvestre con cara de sorpresa—¡Eres un humano como yo!

Silvestre: El aguijón del dragón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora