Victoria trataba de concentrarse en sus labores, pero la confusión y el conflicto en su interior no la dejaban en paz. Las palabras de Eduardo resonaban en su mente: "O es todo o nada." No podía evitar sentir que su matrimonio estaba en un punto crítico, pero también sabía que el deseo que Elmer había despertado en ella era algo que no podía simplemente ignorar.
Elmer, por su parte, seguía trabajando en el jardín. A pesar de la tensión creciente, él no dejaba de mirarla con ese brillo en los ojos cada vez que la veía. A Victoria le costaba evitar su mirada, pero sabía que debía mantener distancia.
Una tarde, mientras Eduardo estaba en el despacho y Mari había salido a hacer algunas compras, Victoria decidió salir al jardín para intentar relajarse. El aire fresco y el olor a flores recién podadas siempre lograban calmarla un poco. Sin embargo, no pudo evitar encontrarse con Elmer, quien estaba podando un arbusto cercano.
—Hola, Victoria. ¿Cómo estás? —preguntó Elmer, con una sonrisa que desarmaba cualquier intento de mantener la compostura.
—Hola, Elmer. Estoy bien, gracias —respondió Victoria, intentando sonar indiferente.
Elmer se acercó un poco más, dejando sus herramientas a un lado.
—¿Podemos hablar un momento? —su tono era serio, y sus ojos reflejaban una mezcla de determinación y ternura.
Victoria lo miró, sabiendo que era un riesgo, pero asintió.
—Claro, hablemos.
Elmer dio un paso más cerca, rompiendo la poca distancia que había entre ellos.
—No he podido dejar de pensar en ti. Sé que esto es complicado y que estás casada, pero mis sentimientos son reales. No puedo ignorarlos y sé que tú también sientes algo.
Victoria suspiró, sintiendo el peso de sus propias emociones.
—Elmer, no podemos seguir así. Esto está mal. Eduardo es mi esposo y aunque estamos pasando por un mal momento, debo respetar nuestro matrimonio.
—Lo entiendo, pero también creo que no podemos negar lo que sentimos —Elmer se acercó más, su mirada fija en la de ella.
Victoria intentó retroceder, pero su espalda chocó con el tronco de un árbol. Elmer la miraba con intensidad, y antes de que pudiera reaccionar, la tomó suavemente de la cintura, acercándola más a él.
—Te deseo, Victoria. Con una locura y una pasión que no puedo contener —murmuró, sus labios a pocos centímetros de los de ella.
Elmer inclinó su rostro hacia el de ella, y sus labios se encontraron. Al principio, Victoria se resistió, tratando de apartarse, pero la intensidad del momento y la fuerza de sus propios sentimientos la hicieron ceder. El beso se volvió más profundo, más apasionado.
—Elmer, esto no está bien... —intentó protestar Victoria, aunque su voz era apenas un susurro.
—No podemos seguir ignorando lo que sentimos —replicó Elmer con firmeza.
Con un movimiento decidido, Elmer la llevó hacia un rincón más apartado del jardín, junto a los arbustos. El suelo estaba cubierto de pétalos de rosas y flores marchitas, formando una alfombra suave. Sin dejar de besarla, Elmer la recostó sobre ese manto floral, y ambos se entregaron a la pasión que había estado creciendo entre ellos.
Victoria sabía que estaba cruzando una línea, pero en ese momento, la mezcla de deseo y necesidad era demasiado fuerte. Sus caricias eran intensas, y cada beso parecía consumirla más. Elmer la miraba con una pasión ardiente, y ella respondía con la misma intensidad.
El jardín, normalmente un lugar de calma y serenidad, se convirtió en el escenario de un amor prohibido. Los arbustos y las flores fueron testigos mudos de su entrega, mientras el sol se filtraba a través de las hojas, creando sombras y luces que danzaban sobre sus cuerpos.
Finalmente, después de un momento de pasión desenfrenada, se quedaron tendidos sobre las flores, respirando pesadamente. Elmer la abrazó, y Victoria, aún sintiendo la mezcla de culpa y satisfacción, se dejó llevar por el momento.
—Esto... esto no debió pasar, Elmer —dijo Victoria, su voz temblando por la emoción.
—Lo sé, pero no me arrepiento. ¿Y tú? —preguntó Elmer, sus ojos llenos de una ternura que la conmovió.
Victoria no pudo responder. Su mente estaba llena de confusión y contradicciones, pero en su corazón sabía que ese momento cambiaría todo.
—Sea lo que sea que decidas, estaré aquí, esperando —añadió Elmer, su voz firme y segura.
Victoria se levantó lentamente, recogiendo su ropa y tratando de recomponerse. Sabía que debía regresar a la realidad, a su matrimonio, pero también sabía que algo dentro de ella había cambiado para siempre. Con una última mirada a Elmer, se dirigió de regreso a la casa, dejando atrás el jardín, pero llevándose consigo el recuerdo de un deseo que no podía ignorar.
Al día siguiente, Elmer llegó temprano a trabajar como de costumbre, con la esperanza de ver a Victoria y continuar lo que habían comenzado. Sin embargo, esta vez Victoria lo esperaba en la puerta, su expresión seria y decidida.
—Elmer, hay algo importante que debo decirte —dijo, tratando de mantener la calma.
—Claro, Victoria. ¿Qué sucede? —Elmer parecía preocupado, anticipando lo que ella iba a decir.
Victoria respiró hondo, tratando de encontrar las palabras adecuadas. Sabía que lo que estaba a punto de decir sería difícil, pero era necesario.
—No podemos seguir así, Elmer. Lo que pasó ayer... no debió suceder. Esto está mal en tantos niveles. No solo estoy traicionando a Eduardo, sino que también estoy traicionando mis propios valores.
—Victoria, no estamos traicionando a nadie, porque esto que sentimos es sincero.
—Lo sé, pero no puedo seguir viviendo así. Necesito tomar una decisión, y por el bien de todos, creo que lo mejor es que no sigas trabajando aquí.
Elmer dio un paso hacia ella, su expresión llena de dolor y frustración.
—¿Estás diciéndome que me vaya?
—Sí, Elmer. No es justo para nadie. Por favor, entiende.
Elmer la miró, su dolor evidente.
—No puedo irme, Victoria. No quiero irme. No quiero perderte.
Antes de que ella pudiera responder, Elmer la tomó de la cintura y la besó apasionadamente. Por un momento, Victoria sintió la misma chispa de deseo que había sentido el día anterior, pero rápidamente se apartó de él, su corazón latiendo con fuerza.
—Elmer, no. Esto no puede seguir así.
Sin esperar una respuesta, subió corriendo las escaleras y se encerró en su habitación. Desde la ventana, podía ver a Elmer en el jardín, trabajando con una intensidad renovada, como si tratara de demostrar su valía. Su corazón estaba dividido entre la atracción que sentía por Elmer y su deber hacia su matrimonio y sus propios valores.
Desde su habitación, observó a Elmer mientras podaba los arbustos y cuidaba de las flores. Cada movimiento suyo parecía estar lleno de una pasión y determinación que la conmovían profundamente. Sin embargo, también sabía que debía ser fuerte y mantener las distancias.
Victoria se quedó junto a la ventana, sus pensamientos enredados y su corazón pesado. Sabía que debía hablar con Eduardo, ser honesta sobre sus sentimientos y la situación con Elmer. Pero por ahora, solo podía observar desde lejos, tratando de encontrar la fuerza para hacer lo correcto.
Las horas pasaron, y Victoria no dejó de mirar a Elmer desde la ventana. Cada vez que él levantaba la vista y sus ojos se encontraban, ella sentía un torbellino de emociones. Sabía que tenía que tomar una decisión firme, una que definiera su futuro y el de todos los involucrados.
ESTÁS LEYENDO
Una tentación peligrosa
RomanceUna mujer comprometida pone en riesgo su matrimonio cuando se ve tentada por el deseo de un hombre más joven que inesperadamente llega a su casa, pero no es cualquier hombre es un viejo amigo de su marido ¿Podrá contenerse ante semejante tentación...