Capítulo 12: La confrontación

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La noticia de que Victoria y el bebé estaban fuera de peligro trajo un alivio temporal a Eduardo y Elmer, pero la tensión entre ellos no se desvaneció. Victoria, aún débil y asustada, se encontraba en una habitación privada del hospital, recibiendo atención constante. Eduardo y Elmer esperaban afuera, en un silencio tenso y cargado de emociones.

Un par de días después, Victoria se encontraba despierta y más estable. Eduardo decidió que era hora de hablar con ella, de intentar encontrar una solución. Entró a la habitación, su rostro lleno de preocupación y remordimiento.

—Victoria, ¿cómo te sientes? —preguntó con suavidad, acercándose a su cama.

Victoria lo miró con ojos cansados pero decididos.

—Estoy mejor, Eduardo. Gracias por preocuparte.

Eduardo tomó una silla y se sentó junto a su cama, tomando su mano con cuidado.

—Victoria, tenemos que hablar. No puedo seguir viviendo así. No puedo soportar la idea de perderte, pero sé que también he cometido muchos errores.

Victoria suspiró, sintiendo el peso de la situación.

—Eduardo, no sé cómo seguir adelante. Todo esto ha sido un desastre, y no sé si podemos arreglarlo.

Antes de que Eduardo pudiera responder, la puerta de la habitación se abrió y Elmer entró, decidido a no quedarse fuera de la conversación. Eduardo se levantó de su silla, su cuerpo tenso.

—¿Qué haces aquí, Elmer? Esta es una conversación privada —dijo Eduardo, con la voz llena de resentimiento.

Elmer lo miró con determinación.

—Tengo tanto derecho a estar aquí como tú, Eduardo. Este bebé es mío y no voy a quedarme fuera de esto.

Victoria levantó una mano, pidiendo calma.

—Por favor, ambos, cálmense. No puedo soportar más peleas.

Eduardo y Elmer intercambiaron miradas hostiles antes de tomar asientos en lados opuestos de la habitación.

—Victoria, quiero que sepas que no voy a renunciar a nosotros. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para que nuestra familia funcione —dijo Eduardo, su voz temblando de emoción.

Elmer interrumpió, su tono más firme.

—No puedes simplemente ignorar lo que ha pasado, Eduardo. Victoria no es feliz contigo. Ella merece estar con alguien que la ame de verdad y que la respete.

Eduardo se puso de pie de nuevo, furioso.

—¿Y tú crees que ese alguien eres tú? ¡Eres un simple jardinero! No tienes ni idea de lo que significa mantener una familia.

Elmer también se levantó, enfrentándose a Eduardo.

—Puede que no tenga tu dinero, Eduardo, pero tengo algo mucho más importante: el amor de Victoria y nuestro hijo. No pienso dejarlos.

Victoria se sentó más erguida en la cama, sus ojos llenos de lágrimas.

—¡Basta! Esto no se trata de quién tiene razón o quién es más fuerte. Se trata de lo que es mejor para nuestro hijo y para mí. No puedo seguir viviendo en esta guerra constante entre ustedes dos.

Ambos hombres se quedaron en silencio, sus rostros reflejando la gravedad de la situación. Eduardo volvió a sentarse, pasando una mano por su cabello.

—Tienes razón, Victoria. Esto no puede seguir así. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para mejorar, para cambiar —dijo, su voz quebrándose.

Una tentación peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora