Capitulo 7: Amantes a Escondidas

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Los días se volvieron una danza peligrosa para Victoria y Elmer. A pesar de la culpa que a veces la invadía, la pasión que sentía por Elmer era más fuerte. Encontraron maneras de verse a escondidas, aprovechando cada momento en que Eduardo no estaba en casa. La atracción entre ellos se había convertido en algo inevitable, y Victoria se sumergió completamente en esa nueva relación, buscando en Elmer el consuelo y la pasión que tanto le faltaban en su matrimonio.

Por otro lado, Eduardo y Victoria se distanciaban cada vez más. Las discusiones eran constantes y la frialdad entre ellos se hacía palpable. Eduardo, cada vez más ausente y sumido en su trabajo, no notaba que Victoria también se alejaba emocionalmente. Victoria, por su parte, se sentía cada vez más desconectada de su esposo y más cercana a Elmer.

Una tarde, Eduardo llegó temprano a casa, decidido a intentar recuperar la conexión con su esposa. Encontró a Victoria en la cocina, y con una expresión de determinación, se acercó a ella.

—Victoria, creo que debemos hablar —dijo Eduardo, tratando de sonar calmado.

—¿Sobre qué? —respondió ella, sin mirarlo directamente.

—Sobre nosotros. Sé que las cosas no han estado bien, pero quiero intentar arreglarlo.

Eduardo se acercó más, intentando besarla, pero Victoria se apartó bruscamente.

—No, Eduardo. No podemos seguir fingiendo que todo está bien —su voz temblaba, llena de frustración y dolor.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Eduardo, sintiendo la tensión aumentar.

—Quiero decir que esto no funciona. No puedo seguir así, viviendo una mentira.

—¿Viviendo una mentira? ¡Soy tu esposo! ¡Debemos luchar por esto!

—¿Luchar? ¡Ya no hay nada por lo que luchar! —gritó Victoria, sus ojos llenos de lágrimas.

Eduardo, furioso, intentó una vez más acercarse a ella, pero Victoria lo empujó, rechazando sus avances.

—No, Eduardo. No quiero estar contigo. ¡No puedo!

La ira de Eduardo estalló, y golpeó la pared con fuerza, haciendo que la casa temblara.

—¡Esto es ridículo! —gritó—. ¡Si no quieres estar conmigo, entonces dime la verdad! ¿Hay alguien más?

Victoria no respondió, pero su silencio fue suficiente. Eduardo la miró con incredulidad y dolor.

—No puedo creerlo... —murmuró, antes de salir de la casa, dejando a Victoria llorando.

Elmer, quien había estado trabajando en el jardín, no pudo evitar escuchar la discusión. Preocupado por Victoria, decidió subir a la casa para asegurarse de que estaba bien. Subió las escaleras con cautela y encontró a Victoria en la recámara, sollozando.

—Victoria, ¿estás bien? —preguntó Elmer con suavidad, entrando en la habitación.

Victoria levantó la mirada, sus ojos llenos de lágrimas. Sin pensarlo dos veces, se lanzó a los brazos de Elmer, buscando consuelo en su abrazo.

—No puedo más, Elmer. No puedo seguir así —dijo entre sollozos.

—Shh, todo estará bien —respondió él, acariciando su cabello.

Elmer la besó con ternura, sus labios acariciando los de ella con una suavidad que contrastaba con la tormenta emocional que sentían. Victoria respondió con desesperación, aferrándose a él como si fuera su única ancla en medio del caos.

Sin poder contenerse, comenzaron a desvestirse, sus manos explorando cada rincón del otro. Elmer la recostó suavemente en la cama, sus cuerpos entrelazados en un torbellino de deseo y necesidad.

—Te amo, Victoria —murmuró Elmer, mientras sus labios recorrían el cuello de ella.

—Y yo a ti, Elmer. Más de lo que puedo expresar.

Hicieron el amor con una pasión desenfrenada, sus cuerpos moviéndose al unísono. Cada caricia, cada beso, era una promesa de amor prohibido. La habitación se llenó de sus suspiros y gemidos, mientras la tarde se desvanecía en la oscuridad.

Cuando todo terminó, se quedaron abrazados en la cama, el calor de sus cuerpos entrelazados proporcionándoles un consuelo momentáneo. Victoria sabía que la realidad los alcanzaría eventualmente, pero en ese momento, solo quería disfrutar de la paz que sentía en los brazos de Elmer.

—No quiero que esto termine, Elmer —dijo Victoria, su voz apenas un susurro.

—Tampoco yo, Victoria. Pero sabemos que esto no puede durar para siempre.

—Lo sé, pero quiero aprovechar cada momento contigo, mientras podamos.

Elmer la besó una vez más, con una mezcla de pasión y tristeza. Sabían que su amor era prohibido y que estaban caminando sobre una cuerda floja, pero en ese instante, nada más importaba.

Una tentación peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora