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Unos días pasaron, luego pasaron unas semanas, y Alondra no apareció en ese tiempo

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Unos días pasaron, luego pasaron unas semanas, y Alondra no apareció en ese tiempo. Rai empezó a preocuparse realmente porque está nunca desaparecía mucho tiempo de su vista, más cuando la castaña prácticamente vivía en su casa. Incluso hacía llamado a la encantadora madre de la baja, preguntándole si estaba ahí o efectivamente, la estaba ignorando completamente.

Su corazón se contrajo un poco con ese punto, quizás ella se había dado cuenta de que todo lo que pasaron juntas era solo un error, que quizás todo lo que sentía era una confusión y nada más que aquello. Las ganas de vomitan vinieron todas juntas al pensar en eso, se sentó en el amplio sillón abrazándose a sí misma. No, no, Alondra no era así. ¿O si?

Ella no podía simplemente irse.

Sus manos empezaron a temblar y sus ojos se cristalizaron, ella de verdad la quería de la misma forma.

La lluvia llegó como si supiera lo triste que estaba la rizada en aquel momento, las gotas golpeaban con constancia la ventana que daba hacia el balcón de Rai, quien intentó respirar más tranquilamente, pero solo lo logró de forma entrecortada y con un peso en su pecho al hacerlo que solo la dejó más intranquila.

Pero entonces, como si de un rato que aparece en el cielo se tratase, tocaron su puerta. Pestañeo un par de veces antes de levantarse y quitar todo rastro de lágrimas que había por sus mejillas. Cuando por fin llegó a la puerta su corazón se detiene, ¿sería ella?

Al abrir, sus ojos escanearon desde los pies hasta arriba, para que al mirar al frente, finalmente se encontrara a Alondra con tulipanes en una mano y un dinosaurio de peluche en la otra.

Las expresiones en el rostro de Rai pasaron rápidamente, primero su mentón tembló en señal de llanto, sus ojos volvieron a cristalizarse y esto alteró a Alondra. — Rai, bebé, ¿estás bien? — Alondra dejó todo en el mueble de zapatos y rápidamente se aproximó a la rizada, tomando sus mejillas. — ¿Rai? — La nombrada levantó la mirada con las cejas fruncidas, un puchero por retenerse a no soltar un quejido al llorar en sus labios.

Al ver el rostro de Alondra, solo se enojó y la golpeó en el pecho. — Pedazo... — Un golpe. — De... — Otro golpe. — Idiota. — Otro más.

Alondra se sorprendió, pero lo acepto. Sabía el porque se encontraba así su bebé, por eso ella misma había decidido ir a disculparse y rogarle que la aceptara, porque ella sabía que Rai siempre sería demasiado para ella, porque quiere darle todo aún si esta fuera de su alcance, y ahora mismo agradece los golpes que le da porque de los merece, y muchos más. Si pudiera golpearse a sí misma por haberla hecho llorar y dudar la baja seguro había creído.

- Te odio. — La voz nasal de Rai fue oída atentamente mientras era abrazada con Alondra, quien asentía a cada regaño.

- Yo te amo, más de lo que puede imaginar, ¿sabes?... si me tomé todo este tiempo solo sin verte, sin poder tomar tus manos, sin poder sentir tu aroma en ver tu rostro, fue porque quería confirmarlo.

Rai dejó de llorar casi automáticamente y escucho atentamente mientras abrazaba a Alondra por el cuello. — Perdón por no poder decirlo antes, por preocuparte tanto y por hacerte esperar aún más. Porque aún si en otra vida salve a mi país o al mundo entero, no creo que me pudieran dar un regalo más enorme que tenerte en esta. Porque por fin entendí muchas cosas a mi alrededor, al no verte; no puedo pensar en verte con otra persona que no sea yo, porque me descoloca, porque cuando te escucho reír creo hacer escuchado la melodía más hermosa de la vida, y no puedo creer cuánto tiempo me negué a aceptarlo y ser feliz por algo tan idiota como un prejuicio, por cómo me mira la gente, que diría; al diablo con la gente, mientras te tenga a ti, ¿por qué debería dudar?

Rai soltó a Alondra para que ambas se vieran de frente, sus ojos llenos de ilusión brillaban como un cielo lleno de estrellas. Tomó las manos de una avergonzada Alondra y la miro curiosa, necesitaba que lo dijera. — Me gustas, Rai. ¿Podrías salir conmigo?

No necesitaba pensar de más, fue entonces que Rai tomó el rostro de Alondra y por fin la besó, con sus sentimientos a flor de piel, con ilusiones y promesas interminables para un futuro entre ambas. Se unieron en un beso, donde Alondra pasó sus manos por la cintura de Rai y esta la sostenía de la nuca, donde la lluvia era su única acompañante y testigo. Se separaron solo por falta de oxígeno para mirarse una vez más. — Lo tomaré como un sí.

Rai rió leve y debo otro pequeño beso en los labios ajenos. — Es más que obvio que fue un sí, babosa. — Está vez Alondra rió, contagiada por la risa de Rai, que la dejó embobada una vez más.

- Te amo. — Rai sonrió y unas pequeñas lágrimas se deslizaron por sus mejillas. Alondra las seco de inmediato. — No llores, por favor... — Alondra la miró preocupada, mientras daba leves caricias en sus mejillas.

- Es solo que... realmente estoy muy feliz.

 realmente estoy muy feliz

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𝐍𝐨 𝐡𝐨𝐦𝐨 || railoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora