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Si hubiera sido por Samantha, habría permanecido encerrada en su habitación pensando en una vida que no tenía, pero eso no iba a ser. Deseando café, abrió la puerta silenciosamente el domingo por la mañana, con la intención de colarse en la cocina sin despertar a Félix, solo para encontrar al dueño de la casa ocupada limpiando la sala.

Levantando la vista del montón de revistas que estaba enderezando, la cara de Félix se iluminó. "Buenos días. ¿Has dormido bien?"

Tan normal como era, el saludo de Félix tomó a Samantha por sorpresa. Mirando fijamente al chico, ella se rascó la cabeza. "Lo siento, no estoy acostumbrada a despertarme con alguien."

"Si se sabe la verdad, yo tampoco. Hay café en la cocina, si estás interesada."

Cuando regresaron a la cocina la noche anterior, Samantha no se sorprendió cuando Félix puso más comida en sus dos platos. Frunciendo el ceño ante el gesto, Samantha se sentó e inmediatamente apartó el plato. Solo estaba allí para hacer compañía a Félix y tomar un poco más de vino, pero el Chianti fluía con facilidad y el aroma de su comida favorita era demasiado difícil de resistir. Le tomó dos horas y casi dos botellas de vino, pero cuando Samantha se puso de rodillas temblorosas para regresar a su habitación, la cazuela estaba vacía, y por primera vez en años, su estómago estaba lleno.

Félix sonrió mientras seguía a Samantha a su habitación, asegurándose de que la mujer no se tropezara con ningún mueble, y cuando llegaron a la puerta, Félix dijo: "Gracias. Lo hiciste bien."

"Es solo una comida. No cambia nada."

"Es un comienzo, ¿no?"

"¿Eres siempre tan optimista?"

"Dame una razón por la que no debería serlo."

* * *

Poniendo el último plato en la alacena, Samantha volvió a llenar su taza y luego caminó en silencio hacia la puerta, observando en silencio mientras Félix reorganizaba las chucherías y las fotos en la sala.

Samantha no sabía si era porque no se había despertado con hambre o el hecho de que las sábanas de su cama eran suaves y olían a rosas. No sabía si era porque la casa era cálida y con vida, o tal vez simplemente disfrutaba comenzar su día viendo a Félix, pero parada allí con los pies pegados y usando su pijama rojo favorita, Samantha se sentía más normal de lo que había sido nunca... y ella se sentía segura.

Al llegar al manto, Félix luchó por quitarse los artículos que tenía encima de la cabeza, y cuando se volvió para buscar una silla, chocó con Samantha. "Mierda. Lo siento. No sabía que estabas allí."

Tomando la tela para el polvo de la mano de Félix, Samantha dijo: "¿Por qué mejor no te ayudo?"

Sonriendo a la mujer que estaba frente a el. Félix colocó sus manos en sus caderas. "¿Insinuas que no puedo solo?"

El estado de ánimo de Félix era contagioso y la cara de Samantha se iluminó. "¿Yo? No sé de que hablas. Yo solo sé lo que me conviene."

"¿A que te refieres?"

"Me has ofrecido un lugar para quedarme durante dos semanas, ¿verdad?," Dijo, y le entregó a Félix algunas fotografías del manto.

"Sí. ¿Y?"

"No me gustaría que echaras de patitas a la calle mi trasero el segundo día solo porque hice una pequeña broma."

"Oh, no lo sé," dijo Félix, mirando a la mujer vestida con franela roja. "Creo que me va a gustar tener tu trasero... um... alrededor."

Colocando las fotos en la mesa de café, Félix desapareció en la cocina para volver a llenar su café. De pie ante el mostrador, sintió que sus mejillas ardían. ¿Por qué acababa de coquetear con Samantha?

Dame una razón (Riverduccion)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora