En el majestuoso edificio del Senado de la República Mexicana, los pasillos resonaban con los ecos de acalorados debates. La atención de todos se centraba en las dos senadoras más controvertidas y carismáticas: Lily Hernández y Citlali Gómez. A simple vista, eran polos opuestos, encarnaciones vivientes de la polarización política del país.
Lily, una mujer de cabello castaño perfectamente peinado y ojos de un profundo marrón, era la viva imagen de la virtud tradicional. Su porte impecable y la cruz dorada que siempre colgaba de su cuello la presentaban como una defensora acérrima de los valores familiares y religiosos. Sus discursos en el Senado estaban plagados de referencias a la moralidad y la fe, y no era raro verla recitar versículos bíblicos para reforzar sus argumentos. Su vida parecía un libro abierto de rectitud y devoción. Sin embargo, detrás de esa fachada de piedad, había un abismo de deseos inconfesables y reprimidos.
Citlali, en contraste, irradiaba una energía indomable. Con su cabello negro suelto y ojos brillantes llenos de determinación, representaba la lucha por el progreso y los derechos civiles. Su oratoria era apasionada y directa, siempre cuestionando las estructuras de poder y defendiendo a los marginados. Su presencia en el Senado era un torbellino que desafiaba las normas establecidas y hacía temblar a los conservadores.
Las confrontaciones entre Lily y Citlali eran legendarias. Los debates entre ellas eran intensos, cargados de tensión y aparentemente de un odio visceral. Sus diferencias ideológicas eran el combustible perfecto para los titulares de los periódicos y los programas de noticias. Pero, detrás de esa apariencia de rivalidad feroz, había una verdad mucho más compleja y oscura.
Esa noche, después de una acalorada discusión sobre la reforma educativa, Lily se dirigió a la capilla privada del Senado, buscando consuelo en la soledad. Se arrodilló frente al altar, su mente llena de una maraña de pensamientos contradictorios. Recitó una oración, pero sus palabras eran huecas, incapaces de acallar los deseos que bullían dentro de ella.
Dios mío, ¿por qué me haces esto?" murmuró, apretando con fuerza el rosario entre sus manos. Pero en el fondo, sabía que la culpa no era de Dios. Era su propia batalla, una lucha interna que había librado durante años.
De repente, el sonido de la puerta de la capilla al abrirse la sacó de sus pensamientos. Se volvió bruscamente y sus ojos se encontraron con los de Citlali. Por un instante, el tiempo pareció detenerse. El aire se cargó de una tensión palpable, una mezcla de miedo y deseo.
-Lily-dijo Citlali, su voz suave pero firme, un tono que rara vez usaba en público.
Lily se levantó lentamente, tratando de mantener su compostura. Pero en ese momento, todo su autocontrol se desmoronó. Dio un paso hacia Citlali, y otro, hasta que la distancia entre ellas desapareció por completo.
No podemos seguir así -susurró Lily, sus palabras y un suspiro desesperado.
Citlali alzó una mano y la colocó en la mejilla de Lily, su toque lleno de ternura y comprensión.
Lo sé -respondió-. Pero tampoco podemos detenernos.
Lily cerró los ojos, dejando que el calor de Citlali disipara sus miedos, aunque fuera solo por un momento. Sus labios se encontraron en un beso furtivo, lleno de una pasión contenida durante demasiado tiempo. Era un beso que hablaba de anhelos prohibidos y promesas silenciosas, de un amor que desafiaba las barreras de la moralidad y la política.
Cuando se separaron, ambas sabían que esa
noche solo había sido una pequeña tregua en su guerra secreta. El mundo exterior no podía saber de su relación, no podía entender la complejidad de sus sentimientos. Y sin embargo, en ese breve instante, habían encontrado un refugio en medio de la tormenta.Nos vemos mañana en el pleno -dijo Citlali, esbozando una sonrisa traviesa antes de salir de la capilla.
Lily la observó irse, su corazón latiendo con fuerza. Sabía que su vida nunca volvería a ser la misma. Porque bajo la superficie de su odio fingido, latía un amor tan intenso como peligroso. Un amor que las obligaría a caminar sobre el filo de la navaja, entre la luz y la oscuridad, entre la mentira y la verdad
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Bajo la Superficie
FanfictionEn el Senado de México, las senadoras Lily y Citlali aparentan ser rivales acérrimas, enfrentándose públicamente en intensos debates. Pero en secreto, son amantes apasionadas, ocultando un amor prohibido que desafía las barreras de la moralidad y la...