En un rincón oscuro de la ciudad, donde las sombras danzan al compás de los secretos y las intrigas, Charlie manejaba con mano firme su imperio criminal. Conocida por su astucia y su frialdad implacable, era respetada y temida por igual en los bajos fondos. Pero incluso los corazones más duros a veces anhelan algo más.
Una noche lluviosa, mientras supervisaba un negocio turbio en un club nocturno, sus ojos se posaron en una figura frágil que entraba titubeante. Era Vaggie, una joven ciega conocida en el vecindario por su dulzura y su inocencia. Charlie la observó con curiosidad desde la distancia, sintiendo una extraña fascinación por su aura de vulnerabilidad.
Charlie (para sí misma): *¿Quién es esa chica? Parece tan perdida...*
Vaggie, sintiendo el peso de las miradas ajenas, avanzó con cautela hasta el mostrador. Sus manos buscaban apoyo, mientras su corazón latía con fuerza en medio del bullicio y la música estridente.
Vaggie (susurrando para sí misma): *No debería estar aquí... Pero necesito encontrar a alguien...*
Detrás de ella, la operación de Charlie continuaba sin pausa. Sus hombres trabajaban con eficiencia, moviéndose entre sombras y negocios ilegales. Charlie, siempre alerta, no podía apartar la vista de Vaggie.
Charlie (acercándose a Vaggie): Oye, ¿estás perdida?
Vaggie (sorprendida y nerviosa): Sí... Bueno, no... Estoy buscando a alguien.
Charlie (notando su nerviosismo): ¿A quién estás buscando en un lugar como este?
Vaggie (con un suspiro): A una persona que prometió ayudarme... pero parece que me equivoqué de sitio.
Charlie estudió a Vaggie con más detenimiento. Su fragilidad contrastaba con el mundo que la rodeaba, un mundo del que Charlie era reina pero del que también ansiaba escapar.
Charlie (con curiosidad): No deberías estar aquí sola. Este lugar no es seguro para alguien como tú.
Vaggie (con sinceridad): Lo sé, pero... no tengo a nadie más.
Unos momentos de silencio incómodo se interpusieron entre ellas. Charlie luchaba con una extraña mezcla de emociones mientras contemplaba a Vaggie, quien permanecía inconsciente del peligro que la rodeaba.
Charlie (decidiendo): Ven conmigo. Te llevaré a un lugar seguro.
Vaggie (insegura): ¿De verdad? ¿Puedo confiar en ti?
Charlie (con una sonrisa leve): No soy alguien en quien debas confiar fácilmente, pero ahora mismo... creo que puedo ayudarte.
Sin más palabras, Charlie guió a Vaggie fuera del club, alejándola de las sombras que amenazaban con envolverla. En el camino hacia la seguridad relativa de su escondite, Charlie se encontró cuestionando su propia lógica por primera vez en mucho tiempo.
