𝟎𝟎

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Un grito roto, agonizante y desgarrador resonó altamente por cada una de las cuatro opacas paredes de la desolada, tétrica y solitaria habitación.

Los alaridos siendo imposibles de callar, escapando desde lo más profundo de su garganta mostrando aquel sufrimiento y dolor, la cual era para el contrario, quien le miraba sobre lo alto y sobre sus pies, la más hermosa y melosa, melodía.

Un deleite para sus sentidos, su nueva magnífica y embelesadora, creación.

Dejando su respiración errática, gruesas capas de sudor cubriendo su frente y su vista volviéndose borrosa ante todas las lágrimas que salen sin parar de sus rojizos, irritados y cristalinos ojos. 

El tiempo volviéndose nulo, y demasiado tarde para determinadamente actuar en cuanto a quien, con sus ojos mordaces y feroces, abundando la oscuridad absoluta sobre ellos, sin piedad ni brillo alguno, le miraban con asco, odio, y frustración.

La sangre brotaba en grandes cantidades por cada poro de su cuerpo, su rostro manchado y desfigurado volviéndolo irreconocible al igual que aquellas violáceas y violentas marcas sobre la tersedad y palidez de su piel, dejando impreso sobre él cada rastro de su breve sufrimiento, permaneciendo tanto por la misma como por su ahora inmunda e impura identidad y existencia propia, de sus propias e irremediables consecuencias ante sus prohibidos e imperdonables actos.

— No puedo más, Jungkook, m-mátame de una puta vez. Te lo ruego, por favor. - balbuceó en ruidosos sollozos.

Por otro lado, el nombrado se acercó a pasos lentos y le acechó peligrosamente, surcando una desquiciada y maliciosa sonrisa que contrastaba con la intensa rojez de la sangre, la cual esparcidas, decoraban las finas y masculinas facciones de su rostro.

Y tal imagen era digna de ser para cualquiera la cruel y mortal bienvenida a su propia crucifixión, el reflejo de sus ojos siendo las puertas abiertas hacia tan despreciable inframundo, y su estado sin duda siendo la representación más escalofriante y perturbante, como ninguna otra jamás antes vista, logrando aquel hombre herido que sus sollozos ahogados aumentaran en bullicioso.

El cuchillo de un filo mortal giraba con suavidad sobre sus falanges. Sus músculos se encontraban tensos, y es que la paciencia fue algo que siempre caracterizó a Jungkook, pero ante tal escenario, tal acto e intento de arrebato, le era difícilmente, y en realidad imposible, mantener la calma.

Sus manos picaban y ardían por el deseo de querer quitarle, y hacerle soltar los últimos suspiros, de su vida.

Yacer sobre él mientras su cuchillo se hundía profunda y violentamente sobre su tórax, destrozándolo en movimientos repetitivos mientras la tibia y deliciosa sangre salpicaba y se derramaba en descontroladas cantidades sobre su alrededor, su cuerpo y su rostro, filtrándose y escurriendo hasta ser cubrido por completo de este mismo. Cada gota haciendo un recorrido, acariciandole cada facción, hasta finalmente terminar y caer sobre el cuerpo sin vida, observándole orgulloso y con detenimiento la expresión apagada, y sin color alguno.

"Duerme, para siempre."

El demonio se encontraba vestido en la disfrazada y pulcra imagen de Jungkook, pero perdiendo inmediatamente su compostura cuando se trataba de aquella razón que lograba volver tan turbios y túrbidos sus propios pensamientos.

No le importaba interponerse, destrozar, hacer añicos, quitar vidas o simplemente matar, no le importaba en lo absoluto cuando su ángel, su paraíso y su salvación, se encontraba a su lado, a tan solo unos metros de él, algo aún adormilado, temblando en su lugar abrazando su delgado cuerpo, acomodándose sobre el frío piso.

En un pequeño de tan solo 10 años, pareciendo tan tierno, tan adorable, reflejando únicamente en su ser la más pura inocencia.

Tan opuestos uno del otro, pero que al estar juntos, eran la más perfecta fusión, complementacion y combinación.

𝐃𝐨𝐧'𝐭 𝐫𝐞𝐭𝐮𝐫𝐧 | 𝐓𝐚𝐞𝐤𝐨𝐨𝐤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora