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La respiración agitada, como un viento furioso que arrastra los suspiros, el dolor se desliza por su cuerpo como serpientes venenosas, retorciéndose en cada fibra de su ser. A su alrededor, el blanco absoluto, un lienzo en blanco que enloquecería incluso al más cuerdo, un vacío que devoraba la cordura. Anhelaba gritar, anhelaba derramar lágrimas que inundaran el mundo.

Sus muñecas y su cuello, aprisionados por cadenas de hierro, grilletes que le impedían liberar su poderío. Su corona yacía sobre él, ardiendo bajo la opresión de su potencial, un fuego sagrado sofocado por la traición. Era un dios, el pináculo de todos los seres, pero traicionado y encadenado.

La garganta doliente, el estómago rugiente, los huesos tensos como hilos de acero. El momento había llegado, con sus dos leales ciervos a su lado, supo que su liberación se acercaba.

Fue entonces, cuando sus ojos se encontraron con el cordero frente a él, que comprendió que todo estaba por comenzar. El cordero inocente, sacrificio en el altar de su destino.

...

Narinder se despertó de golpe, esa pesadilla otra vez había atormentado sus horas de descanso, el gato suspiró, había dormido pero no descansando. Se giro aún acostado sobre su cama, la mañana comenzaba afuera de esas cuatro paredes, el sonido de los pájaros y el parlotear de los sirvientes de la mansión se escuchaban como un molesto murmullo, sabía que no podía quedarse tanto tiempo en su habitación, eso haría que sus hermanos tuvieran mas razones para regañarlo.

Se levantó de la cama y camino por su lujosa habitación hasta su baño privado, se aseo con la normalidad de siempre, hasta que se que salió de la ducha y se quedó mirando al espejo empañado que lo reflejaba, Narinder era un gato negro, de complexión delgada, con ojos azabache y con una rara marca de nacimiento en su frente, una linea larga y gruesa que surcaba justo en medio de su frente, dándole la apariencia de tener siempre el ceño fruncido.

Suspiro con cansancio, el día tenía que comenzar después de todo, se vistió con normalidad o más bien con la ropa que sus hermanos querían que usará, no es que tuviera más prendas en su armario de todos modos. Una camisa formal y unos pantalones lisos, casi parecia un sirviente más de la casa, ese pensamiento hizo reír a Narinder. Miro el teléfono que estaba en su mesita de noche, marcaban las 9:15...

Eso asustó de sobremanera al gato, sintiendo como su pecho se aceleraba al ver la hora, ya habían pasado mas de 15 minutos desde la hora del desayuno, agarró su teléfono y bajo corriendo entre los pasillos de la enorme casa, bajando las escaleras a toda velocidad, hasta que llegó por fin al comedor.

La escena era calmada, demasiado calmada para que Narinder sintiera un escalofrío recorrer su espalda. Su hermana Hecket estaba en la mesa escribiendo algo en un libro mientras desayunaba, Hecket era una rana roja y de personalidad fuerte que estaba cursando la universidad en una carrera agricola, de potente voz que en el pasado la hacían ganadora de concursos de cantó. Su hermano Leshy usaba su teléfono despreocupado mientras comía también, el era un gusano o más bien una oruga que nunca pudo llegar a ser mariposa, se suponía que estudiaba algo en la universidad pero eso era mas una excusa para salir de fiesta, Kallamar estaba dormitando en su lugar aún con su plato de comida intacto a un lado suyo, era un calamar, en el último año en su carrera universitaria.

Shamura era el único que parecía comer en toda la extensión de la palabra, casi de forma perfecta y calmada, una araña que con sus múltiples ojos eran capaces de ver hasta el fondo de tu alma, era el mayor de todos y el que se ocupaba de los trabajos gubernamentales, la araña no hacía otra cosa más que concentrarse en su desayuno. El gato negro trago saliva con miedo, en un vago intentó de tomar fuerzas golpeó con sus nudillos la columna que separaba el comedor de la sala, para avisar a sus hermanos de su presencia.

Esperando Por Ti || Lamb X Narinder Donde viven las historias. Descúbrelo ahora