7

406 33 23
                                    

La mañana no podría ser mas hermosa por alguna razón, El cielo despejado, el aire fresco y la nieve todavía fresca, todo acompañado con una hermosa brisa que parecía cantar un hermoso cantico que solo Narinder podía oír. Las flores parecían mas brillantes brillantes que ayer, coloreadas de un hermoso color rojo, el gato podría jurar que ayer no estaban ahí, pero a el no le importaba, era hermoso el verlas de esa manera. Junto a sus hermanos caminaban a la iglesia, junto a los demás aldeanos, era Narinder el mas emocionado por ir.

Sus demás hermanos parecían aburridos o simplemente indiferentes a esta situación, solo el sentía esa emoción y no lo comprendía muy bien. Al entrar a la iglesia no pudo evitar mirar todo, ya había estado anteriormente, pero esta vez era diferente, el lugar parecía mas hermoso, las velas encendidas iluminaban el lugar, mientras la luz del sol entraba por los ventanales dando una imagen hermosa, el ambiente estaba lleno de alegría y felicidad, el olor a incienso y madera inundaba el lugar. Todo eso era muy hermoso, realmente que estar en ese lugar lo calmaba.

Se separo de sus hermanos, para irse a sentar en las primeras filas, se acomodo en una de las sillas, mientras se acomodaba en su lugar, miro a todos lados, todo parecía igual, los aldeanos se iban acercando, entrando y tomando asiento. El ambiente no había cambiado, pero Narinder no podía quitarle la mirada a todo, todo se veía mas hermoso, el lugar se sentía diferente, se sentía muy feliz y tranquilo. Había una estatua de un cordero, en medio del altar, un sonrojo apareció en su rostro al recordar la escena de su sueño, un sentimiento agradable recorrió todo su cuerpo, era como un cosquilleo, una sensación muy agradable. Su corazon no paraba de latir muy rápido, apenas podía contener sus emociones, su felicidad, no podía explicarlo.

Mientras el gato intentaba recuperarse de todo eso, el cura, el padre Maxis, ya estaba entrando al lugar, el cual se encontraba repleto. En un instante todos se levantaron, saludando al padre, Narinder lo imito, pero el padre solo le sonrió a el. Se acerco al altar y abrió su inmenso libro, comenzando así, todos tomaron asiento nuevamente. Narinder estaba completamente distraído, no podía quitar la mirada de aquel cordero, sentía que era una muestra del cordero del sueño.

"La prédica del día de hoy tratará de la devoción a nuestro señor Cordero..."

Las palabras del padre resonaban por el amplio salón, pero Narinder apenas podía escucharlas. Su mente se perdía en otro lugar, mucho más íntimo y perturbador. A lo lejos, como un eco distante, la voz seguía hablando, pero su significado se desvanecía antes de llegar a sus oídos. No pudo evitar sonrojarse, una oleada de calor ascendiendo desde su pecho hasta sus mejillas, mientras sus ojos permanecían fijos en la estatua del Cordero que dominaba el altar. El mármol blanco, perfectamente esculpido, capturaba con detalles exquisitos la pureza y la serenidad de aquella figura divina. Pero para Narinder, ese mármol era mucho más que una simple piedra; era la encarnación de un deseo que no lograba comprender del todo, un anhelo profundo que despertaba en él sentimientos confusos y caóticos.

El torbellino de imágenes borrosas del sueño que había tenido regresaba de repente, como una marea oscura que arrasaba con todo a su paso. Recordaba la suavidad del tacto onírico, el calor de un beso imaginado, los dedos que rozaban su piel con una ternura imposible de ignorar. Su mente empezaba a divagar, y su corazón latía más rápido, desbocado, como si quisiera escapar de su pecho. Sentía ese calor arremolinándose en su vientre, una sensación cálida que crecía con cada segundo que pasaba, que se expandía y se intensificaba, llenando su cuerpo con una extraña mezcla de placer y ansiedad. No entendía qué estaba ocurriendo, solo sabía que su respiración se aceleraba y su piel se erizaba mientras seguía mirando la estatua, incapaz de apartar los ojos de ella.

"¿Qué es esto que se acumula?" pensó, mordiéndose los labios hasta sentir el sabor metálico de la sangre. "¿Qué es esta calidez?" La confusión lo envolvía como una niebla espesa. Nunca había sentido algo así antes; nunca había experimentado esta clase de deseo, tan visceral, tan irracional. Era como si una parte de él hubiera despertado de un largo letargo, reclamando algo que no sabía cómo nombrar. La calidez en su cuerpo aumentaba, y comenzó a sentir un cosquilleo en su intimidad, una sensación tan desconocida como perturbadora. "¿Por qué siento esto?" se preguntó, su mente nublada por el desconcierto.

Esperando Por Ti || Lamb X Narinder Donde viven las historias. Descúbrelo ahora