~ Parte Dos: La Historia Del Collar Maldito ~

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— ¡Hablo en serio, profesor Yaga! - algo exaltado, el joven Satoru decía mientras era curado por Shoko - Quien se llevó a Suguru fuí yo.. Ahg - intentaba explicar, quejándose mientras curaban sus heridas de la noche anterior.

— Si eso es así, ¿Por qué nos estarías diciendo esto? - le cuestionó aquel hombre, su profesor Yaga, quien había sido despertado al recibir una llamada de un alumno albino desesperado.

— ¡Profesor Yaga, soy Satoru, alguien se llevó a Suguru! - decía desesperado, casi al punto de desmayarse por estar hiperventilando - era alguien muy alto.. Contextura delgada, fuerte y ojos azules... - oyó una pausa, una respiración acelerada a través de la línea - era... Yo, era Satoru Gojo... - tras decir eso y un golpe abrupto, la llamada se colgó, dejando a Yaga con un extraño sentimiento en el pecho.

— ¡No me refiero a mi yo actual, maldita sea! - se enojó por completo, levantándose de golpe de la silla - fue el Satoru Gojo del futuro, tiene que creerme, profesor, ¡¿Acaso cree que jugaría con algo tan grave como la desaparición de Suguru?! ¡Maldición, sabe muy bien que no puedo aunque quisiera! - al Shoko intervenir, logró que el albino se sentará de nuevo en la silla, sabiendo bien lo afectado que se encontraba.

Aunque no estuviese hablando, ella ya sabía todo eso, incluso antes de que el mismo Masamichi Yaga se enterara.

— Profesor, Gojo dice la verdad - intervino, dándole al albino un pañuelo para que limpiará las lágrimas que amenazan con salir - Satoru podrá ser un idiota, el más grande de todos, pero no es un mentiroso, mucho menos sabiendo como este idiota ama al otro idiota, jamás jugaría con algo como esto.

El hombre pelinegro se enderezó, dando un largo suspiro al ver que ambos jóvenes hablaban en serio, no esperaba aquello, mucho menos estar en la escuela de hechicería un sábado a las 7:00am.

— Está bien, les creo - dijo después de un largo silencio - sin embargo, ¿Cómo planeas traer a Suguru devuelta, Satoru? - preguntó con seriedad, viendo a ambos jóvenes frente a él.

— Yo... Pues... Um... - intentaba hablar, pero le era imposible al no tener algo en mente, además de la preocupación por Suguru.

— Exacto, sin un plan, no podemos hacer nada - suspiró, tomando el puente de su nariz - quizás haya un modo, pero tomará un poco más de tiempo - decía, recordando haber leído algo así en los antiguos libros de hechicería que narra a una historia, rara y bizarra al mismo tiempo.

“Hacía mucho, mucho tiempo atrás, existió una maldición que habitaba en un collar, dicha maldición, al encontrar un portador, comenzaba a pedir gente, ordenando a su propio portador conseguirla, llevándolo a la locura ya que, cuando le contaba a alguien que algo raro sucedía con el collar, todos solian mirarle con extrañeza. Al final, casi todas las víctimas terminaban igual, algunas muertas por asfixia, otras en los manicomios diciendo que el collar les decía 'no ser suficientes' para luego hacer un intento de asfixia.

Al final, la última persona que tuvo posesión del collar, decidió viajar al pasado, para dejar tirado en una caja llena de sellos bajo el mar aquel collar maldito. Sin embargo, se le dificultó volver al futuro, siendo así que el propio poseedor del collar quien escribió la historia, para luego cometer acto de suicidio.

Masamichi recordaba haber leído eso, junto a aquel pequeño hechizo para volver al pasado y viceversa, debía recuperar a Suguru, no solo por ser su profesor, sino también por Satoru, sabía lo apegados que eran y como lo fueron aún más luego de hacerse pareja.

Solo esperaba a que todo saliera bien, sino, estarían en graves problemas.

— Y entonces, mi Suguru fue a la aldea, cumplió la misión de rescatar a Mimiko y Nanako y los mató a todos, ¿No es un héroe? - pregunta un Satoru Gojo de 28 años, conversando animadamente con el joven pelinegro que yacia aún amarrado en la silla

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— Y entonces, mi Suguru fue a la aldea, cumplió la misión de rescatar a Mimiko y Nanako y los mató a todos, ¿No es un héroe? - pregunta un Satoru Gojo de 28 años, conversando animadamente con el joven pelinegro que yacia aún amarrado en la silla.

— Por favor, déjame ir, te lo suplico - rogó por quinta vez en lo que iba de semana, siendo apenas un miércoles por la tarde, los días habían pasado, Suguru no sabía si su Satoru estaría a punto de rescatarlo, más sin embargo no perdía la esperanza.

Suguru había perdido la noción del tiempo, no sabía si era de día o noche, suponía que era tarde gracias al plato de comida que ese peliblanco le había llevado, sin embargo, como todo el tiempo, Suguru no aceptaba y comía poco o nada de la comida, apenas aceptando el agua ya que, debido a las lágrimas, se deshidrataba rápido.

Le dolía el trasero por estar sentado en esa silla, solo habían dos momento en los que se levantaba de allí: para fir al baño a sus necesidades y darse un baño, siendo siempre vigilado por Satoru, quien lo ayudaba en el baño puesto que jamás quitaba los sellos.

— No puedo hacer eso, mocoso - negó Satoru, quitándose la venda qué cubría sus ojos, detallando al joven frente a él - no hasta que los ideales de mi Suguboo queden grabados en tu memoria, y así cumplir su objetivo de matar a los no hechiceros. - decía con una sonrisa en su rostro, no era la típica sonrisa engreída, sino una tétrica.

— Por favor, yo no soy él, déjame ir - rogaba una vez más, su cara tenía una expresión de terror - yo jamás haría algo como eso.

— Oh no querido, de hecho, si lo hiciste - su sonrisa se hizo más grande, acercándose para tomar de las mejillas al joven - ¿Sabes quienes fueron los primeros a los que asesinó Suguru luego de la aldea? - el joven aterrado, negó - a sus padres, a sus estúpidos monos que le dieron la vida, ¿No es algo valiente e increíble? - su sonrisa daba miedo mientras hablaba, mientras que el joven estaba pálido por sus palabras.

— No... No eso... Tiene que ser una mala broma, ¡Yo jamás haría algo así a mis propios padres! - exclamó, lleno de horror, sintiendo como la comida quisiera escapar de su garganta - son mis padres, no podría...

— Ese es el detalle, mocoso - su cara cambió, volviéndose serio mientras lo soltaba - eres muy blando, no podrías matar ni siquiera a un mono sin sentir remordimiento, que patético - su mirada, que antes estaba brillando mientras hablaba de su amado, ahora estaba opaca y llena de desprecio - Tu... Ya no me eres suficiente.

Aterrado, el joven Suguru estaba inquieto en la silla, amarrado, pálido y muerto de miedo, no sabía que era lo que haría a continuación  ese hombre de cabello blanco el cual parecía estar obsesionado con alguien que ya no se encontraba en el mismo plano.

— Sin embargo - continuó el albino - no pienso soltarte, quizás sirvas de algo en el futuro - en ese momento, la puerta principal sonó, anunciando que alguien buscaba al mayor - te dejo, querido, ten una bonita noche - sonrió por última vez, abandonando la habitación en dirección a la primera planta.

Aunque todo estaba dentro de lo que cabe tranquilo, todo estaría por dar un vuelco, pues nadie esperaba a quien estaba detrás de aquella puerta.




~ Parte Dos: La Historia Del Collar Maldito, fin ~

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