Capítulo 6

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Marcia Cisneros

– Marcia. – dijo una voz profunda. Todos sus sentidos entraron en alerta.

Siempre lo había reconocido, aún sin verlo. Podía sentir cómo los vellos en sus brazos y cuello se erizaban, a la vez que un cosquilleo indolente recorría su cuerpo. Ni siquiera doce años habían podido borrar el impacto de su voz en ella.

No se giró, no habló. Duró todo el día esperando este momento y ahora sentía que estaba en una pesadilla. Una pesadilla en la que su voz y sus recuerdos la perseguían. Una pesadilla de la que no había escapatoria.

No tenía idea de cómo Esteban reaccionaría a su visita, no sabía qué tanto había cambiado desde la última vez que se vieron, pero debía intentarlo. Le rogaria si era necesario para que sus padres no lo perdieran todo.

Giró el rostro hacia él y sus rodillas se convirtieron en gelatina. Agradeció estar sentada para que su debilidad no fuera obvia.

Lo vio avanzar hacia ella y maldijo su seguridad, su caminar orgulloso. Todo él destilaba elegancia, como si hubiera nacido en una cuna de oro. El reloj valorado en miles de dólares y el traje hecho a la medida le confirmaban que no era aquel chico con el que había salido cuando ambos eran muy jóvenes.

Aun recordaba aquella noche como si hubieran pasado apenas unas horas y no más de una década.

– ¿Señorita? ¿La puedo ayudar en algo?

Era un chico bastante apuesto y tenía los ojos más cálidos que había visto en su vida. La miró como si realmente le importara lo que ella estuviera sintiendo.

– N-no... Está todo bien. Yo... – No quería armar un lío frente a todo el mundo.

Marcia no estaba acostumbrada a esos ambientes de fiesta. Se pasaba la mayoría del año metida en un internado y la otra parte siendo custodiada en su casa.

Pero esta noche era diferente.

Esta noche era importante.

Acababa de cumplir dieciocho y le rogó a su madre que la dejara salir con una compañera de colegio, Sofía de Alba. Como era un apellido de peso, Irma de Cisneros había accedido.

Era su primera salida como "adulta independiente". Soñaba con la oportunidad de hacer todo lo que los demás jóvenes hacían. Lo que no esperaba era que los amigos de Sofía fueran tan imbéciles.

Carlos Manuel Ibáñez, uno del grupo, había bebido de más y estaba insoportable. Su perfume le causaba náuseas e intentó una y otra vez besarla, ignorando su incomodidad. Hasta le insistía en que tenía una habitación paga, no quería imaginarse para cuáles fines.

Marcia se convenció de que podía manejarlo, que solo bastaba mantenerlo a raya. Evitaría quedarse sola con él y ya, tal y como les enseñaban a las chicas como ella.

Pero eso probó no ser suficiente.

Mientras fingía que todo estaba bien, sintió cómo una mano apretó su trasero y se quedó petrificada. Sin querer miró hacia el muchacho de ojos cálidos y antes de que pudiera entender lo que estaba pasando, Carlos Manuel cayó al piso y estalló una pelea entre el grupo de adolescentes y el equipo de seguridad del antro.

Esteban la había defendido sin ella siquiera pedirlo, y quedó deslumbrada.

Había sido tan estúpida, tan ingenua...

Por un momento olvidó dónde estaba. Se enfocó en el presente y en todo lo que había pasado hasta llegar a este punto.

No fue difícil seguir el ascenso meteórico de Esteban Lombardo a la cima o sus relaciones con innumerables supermodelos. Aparecía en la portada de revistas de sociedad del brazo de una rubia diferente todos los meses. El soltero más codiciado de México, decían. Mantenía sus ojos negros y expresivos, además de una mandíbula cincelada y expresión arrogante. Con su nariz recta y boca bien formada, era el epítome de la belleza masculina.

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