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No tener ninguna idea de en dónde estaba, era agobiante.

Irse a la cama una noche y para despertar encontrarte en un mundo totalmente diferente, aún peor, en la intemperie.

Sin olvidar que, inmediatamente caiste en cuenta de que estaba pasando, fuiste desparramada sin algún remordimiento en fango y aguas sentadas con sapos y ranas de compañía.
Ranas, sapos y ella, dos veces en aguas turbias.

Luego pasar por un episodio de angustia y pánico, totalmente sola.
Solo teniendose a ella misma e inútilmente llorando, intentando limpiarse y darse algo de cariño y consuelo a su dolorido cuerpo.



Miwako estaba abatida, y no tenía la menor idea de que hacer.

Cómo un caballero con su princesa, llegó un chico a socorrerla, brindándole algo de protección y seguridad.

Aunque quizá él no lo sepa ni lo considere así, ella estaba enteramente agradecida. Agradecida por ahora, por lo de antes y no se sorprendería si pasará en un futuro; anhelaba tanto eso, dios, cuánto anhelaba que sucediera.

Y cuando se dió cuenta de que, efectivamente, era esa persona que tanto amaba. No sabía como salir de su estupor. Quedó en blanco total y sin apartar la mirada de sus ojos, no pudo evitar que esas palabras salieran de sus labios, ni tampoco su expresión.



¿Qué más o menos podría hacer?

El mundo me juega una broma, después de esas peculiaridades desgastantes y feas, me muestra la viva imagen de mi más grande amor platónico.

Tomando en consideración todo y nada, solo salieron de sus belfos lo único en que pensaba.

Meliodas. Meliodas. Meliodas.

Oh, dioses. Meliodas.

No podía salir de su ensoñación, de si creer que era una ilusión o si en verdad lo podía sentir con ella.

No, no sabía, pero por vivir este momento, no se arrepintió haber pasado por todo lo anterior.

Era hasta gracioso. Era como si la vida le diera una cachetada e inmediatamente, arrepentida, se pusiera a disculparse y a curarla.

Que paradoja. Que comedia. Que absurdo.

. . .





— Entiendo tu desconcierto, pero si existe una próxima vez y me diriges esa miserable mirada una vez más — Meliodas arrugó su rostro y todo atisbo de lo que vió antes, se disolvió. — Te mataré.

Miwako no apartó aún su mirada, pero claro que cambió su expresión, cambió a una más desconfiada y asustada.

— Agradezco profundamente su abrigo, Meliodas-sama. Us-usted es muy considerado y bondadoso. —
Dijó con la cabeza gacha y con un atisvo de nerviosismo.
No lo pudó evitar, no cuando su anteriormente mirada curiosa y bondadosa estuvo presente y justo momentos después se endureció.

Consideró que eran los años donde Meliodas-sama era previsto como sucesor al trono del Rey Demonio, quizás por ello no cuestionó el por qué sabía su nombre y como lo reconoció.

Estaba muy confundida sobre la era actual y si este Meliodas seria capaz de  matarla sin piedad alguna.



Quizás todavía no conoce a Elisabeth.

Quizas ya la conoció y por eso me brindó un acto de benevolencia.

Quizas simplemente tuvo algo de empatía por mi miserable estado aquí. Después de todo, él no era malo para nada, solo estaba desviado y Elisabeth lo enmendó.






Demonio penoso |Meliodas x Miwako| Nanatsu No Taizai x Paradise Kiss Donde viven las historias. Descúbrelo ahora