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Pasar un día con ella se convirtió en su actividad favorita.

Nadie estaba enterado de su existencia en el clan.
La mantuvo muy bien escondida por días.

Y cada interacción con ella fue mágico. Hablar con ella era tan natural. Soltar su muy escondida personalidad que ni él mismo conocía lo perturbó, pero rápidamente lo aceptó.
Reconocer que podía hablar con alguien de una manera tan fluida fue aturdidor y cabía en su consciencia su enorme desconcierto.

Cambió tanto su actitud que ni él mismo se reconoció. No podía entrar en su cabeza que alguien como Miwako pudiera sentirse cómoda y en confianza con él, un ser demoníaco.

Su parte favorita del día era verla despertarse justo a su lado. Cada maldita mañana era glorioso para Meliodas, porque la hada estaba con él.

Descubrir cómo era Miwako lo cautivó y volvió adicto.

Desde su pequeña nariz de botón hasta sus delgados pies. Desde sus suaves suspiros mientras duerme hasta sus muecas de desagrado. Desde su torpe andar hasta su mágica risa. Desde las gelidas alas hasta las puntiagudas puntas de sus orejas. Desde la punta de sus cabellos hasta las uñas de sus pies.
Todo en ella, toda su esencia lo atrajeron como si fuera una mera abeja con su panal de miel.

Se sentía en casa.

Y dios, jamás se sintió tan vivo.

Cuando pasaba la tarde con ella, mientras está última parloteaba sin detenerse, él escuchaba atentamente. Acostando su cabeza en los tiernos muslos de Miwako, la vista que tenía lo enamoró aún más, porque se sentía completo estando con ella.

Estar en contacto con ella lo hacía feliz.
Miwako, su nueva emoción favorita.

Ella, tan brillante como el sol, sin la más menor idea de como quemaba en él. Ella, tan libre ella, como el viento, tan perfecta para él.
Ella, quien llegó a su vida tan fortuitamente y revolucionó su ser.

Miwako, su primer amor.

Meliodas volaba con sus demoníacas alas, muy encantado con como resultó este día.
Justo ahora volaba tras la hada bajo las sombras de los espesos follajes de los árboles.

Hoy fue su segundo beso con Miwako.

No fue lujuria está vez. Tampoco capricho de poder.
Fue puro amor.

Cuando estaban recostados en una gran rama, los dos uno al lado de otro, tocándose ligeramente los hombros mientras Miwako comía unas frambuesas sin ser consciente de la anhelante mirada de su acompañante, observando con minuciosidad los movimiento de la hada. Meliodas estaba como siempre desde que la conoció, fascinado.

Observaba como sus largas pestañas rosadas pestañaban cuál las alas de las mariposas. El como sus delegados dedos arrancaban los frutos rojos, tan intensos como el rosa calido de sus labios.
Se concentró en estos y, dios, podría no haberlo hecho, pero ya no le importaba, solo quería conceder sus deseos más profundos.
Esos labios regordetes haciendo pequeñas muecas cada dos por tres.
Amaba eso de ella, era muy expresiva y fugaz en sus emociones. Podía pasar de completa felicidad al fastidio por las cosas más banales que para ella eran las cosas más importantes.
Era muy divertida y adorable.

Si, por mucho que lo hubiera evitado, igual hubiera caído bajo ella. Ni pudo ni quiso finalmente. Se entregó al puro placer y actuó.

Se acercó un poco, estiró su palma y giró la mejilla de Miwako para él. Sentir su suave piel no ayudó, aún menos aquellos ojos color miel tan luminosos, tan puros y vivos.
El juró que podría morir justo ahí, y lo haría más que satisfecho.

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⏰ Última actualización: Dec 18, 2024 ⏰

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Demonio penoso |Meliodas x Miwako| Nanatsu No Taizai x Paradise Kiss Donde viven las historias. Descúbrelo ahora