Por años deseó ponerle fin a su matrimonio con Rhea Royce, llegando al punto de tener que suplicarle a Viserys, su rey y hermano, que lo ayudara a conseguirlo, pero siempre se negaba. Con el tiempo tuvo que resignarse, Rhea le había dado una hija y...
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Su recibimiento en Marcaderiva no fue lo que esperaba, definitivamente no esperaba un banquete de celebración ni mucho menos que Rhaenys y Corlys lo recibieran con los brazos abiertos. Pero cuando el barco llegó al puerto y él bajó de Caraxes la única persona que estaba ahí para recibirlos fue Rhaenys y unos cuantos caballeros de la casa Velaryon, no había señales de Corlys por ningún lado.
— Lamento mucho tu pérdida, Daemon.— La mirada en Rhaenys denotaba cansancio.— ¿Las niñas están bien?
— También lamento mucho tu pérdida.— Intentó acercarse pero se detuvo cuando notó cómo ella retrocedía unos pasos.— Las niñas están aquí.
Rhaenys les hizo una señal a los caballeros y estos abordaron el barco con el único propósito de bajar el ataúd de Laena. Las gemelas ya se encontraban junto a él, Rhaena sostenía a la pequeña Shaera entre sus brazos, Rhaenys se acercó a ellas y les sonrió dulcemente antes de presentarse.
— Ustedes deben ser Baela y Rhaena.— Ambas asintieron a las palabras de Rhaenys.— Son tan hermosas como su madre.
Daemon sonrió ligeramente y se apartó de ellas por un momento. Esperaba recibir una respuesta a la petición que le había realizado a Viserys, si tenía suerte la carta de respuesta llegaría mientras él y sus hijas siguieran en Marcaderiva.
El camino hasta el castillo fue tortuosamente silencioso, Daemon ya se había mentalizado para una situación así, pero le preocupaba que sus hijas no pudieran soportar la indiferencia de su familia materna. Rhaenys no podía permitirse tomar las mismas decisiones que tomaría Corlys, todos en Marcaderiva se movían a sus órdenes y él no parecía estar muy interesado en sus nietas o en su hija recién fallecida.
Corlys tampoco apareció para recibirlos dentro del gran castillo, lo único que los estaba esperando era un grupo de sirvientes que los ayudarían con su equipaje. Las gemelas se despidieron con una sonrisa mientras una mujer las guiaba hasta sus aposentos para descansar después del largo viaje. Daemon vio como Rhaenys les daba algunas órdenes a las doncellas y todos se retiraban a seguir sus ordenes.
— Rhaenys...— La mano frente a su rostro lo detuvo de seguir hablando.
— No me interesa lo que tengas que decir.— Daemon suspiró con resignación.— Corlys no los quiere aquí.— El príncipe canalla observó consternado a la princesa.— Después del funeral deberán marcharse.
Se estaba quedando sin opciones, Corlys no les permitiría quedarse en Marcarderiva y Viserys aún no le enviaba una respuesta ¿Qué se supone que haría ahora? Tampoco lo dejarían ingresar a Rocadragón. Caminó con prisa hasta los aposentos que le habían sido asignados, aún debía escribir una última carta, la última de sus esperanzas.
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