Episodio 01

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Bienvenida a Hogwarts

Hace más de 10 años, el mundo mágico presenció una batalla que marcaría un antes y un después, la batalla contra el temible Señor Tenebroso. En ese momento, el valiente Harry Potter se alzó como vencedor y trajo la tan ansiada paz. Sin embargo, esa es solo la versión oficial que se cuenta a aquellos que estuvieron del lado ganador. En realidad, tras la estabilización de las cosas, se formó un comité llamado el Escuadrón de Control Mágico, cuya misión era atrapar y asesinar a los mortífagos, esos magos oscuros que habían apoyado a Voldemort durante la guerra. Muchos magos oscuros tuvieron que huir de Londres, otros por salvar sus vidas vendieron información de sus camaradas y algunos otros se escondieron, tratando de pasar desapercibidos. El Escuadrón se convirtió en un grupo admirado por muchos en la comunidad mágica y cualquiera que estuviese relacionado con éste era enseguida condecorado como un héroe.

Morgan, una joven de cabello grisáceo caminaba por los calles estrechas y atareadas del callejón Diagon, era su primera vez ahí y era extraño ver a una chiquilla tan pequeña sola sin nadie quién la acompañase. La niña llevaba puesta ropa de muggle, unos jeans, una camisa de alguna franquicia de entretenimiento, una sudadera negra ocultando su cabellera y una mochila, exploraba curiosa todo a su alrededor sin perder de vista una pequeña lista escrita en un pergamino. Hace apenas unas semanas atrás le había llegado su carta de aceptación de Hogwarts, la famosa escuela de magia y hechicería, dónde su padre había asistido hace tantos años atrás y no podía estar más emocionada y, a su vez, asustada de aquel acontecimiento.

Pasó por las diversas tiendas de segunda mano que pudo encontrar logrando conseguir su bata de estudiante de primer año, una escoba algo vieja que a pesar de su estado funcionaba considerablemente bien, los calderos y ahora solo le faltaban sus libros y su varita. Cuando Morgan pensó en aquello sintió mariposas en su estómago, su primera varita mágica, su madre le había contado que el sentimiento de portar su primera varita era indescriptible, se formaba un lazo entre portador y varita que a veces era prácticamente inquebrantable. Con una sonrisa, se encaminó a la tienda de Varitas Maravillosas de Jimmy Kiddell, pues a pesar de que todos sabían que las mejores varitas las tenía la tienda de Ollivander, realmente ella no tenía la cantidad de dinero necesaria para poder costearse algo así, pero no importaba, lo importante era la conexión que tuviese con su varita.

Entró en la polvorienta y vacía tienda haciendo sonar la campanita que avisaba que un nuevo comprador había llegado, el mostrador de cristal mostraba todas las posibles variedades de varitas mágicas, a los costados estaba todo repleto de estanterías con cajas y cajas que en su interior Morgan presumía tendrían más varitas. Se acercó al mostrador con cuidado y esperó pacientemente hasta que de entre los pasillos pudo divisar una cabellera blanca larga atada en una coleta alta, un señor de muy avanzada edad la vio y se empezó a dirigir a donde ella estaba, tenía facciones cuadradas y una vista severa, casi parecía que no estaba para nada feliz de que alguien entrara a su tienda, pero Morgan se quedó ahí, quieta y esperando que su presencia no fuese mal recibida.

— Buenos días, pequeña. Dime, ¿has venido por tu primera varita? — Preguntó el hombre que a pesar de su gesto malhumorado le habló con respeto y empatía, algo a lo que no estaba acostumbrado la niña.

— Si, tengo tan solo 150 monedas, ¿qué puedo conseguir con eso? — Preguntó Morgan mostrándole al hombre una bolsita con la palabra "varita" en ésta escrita con marcador negro.

— Bueno, una varita promedio cuesta 500 monedas, ¿dónde están tus padres? Quizá ellos y yo podamos llegar a un acuerdo.

— Vivo con mi tío y él está trabajando.

SANGRE OSCURA: LA MALDAD EN LA LUZDonde viven las historias. Descúbrelo ahora