El Faro De Las Almas Perdidas

Capítulo 1: Primeros pensamientos

Otra vez estaba hay, nada más despertarme no tardo en recordar lo que pasó, me quedo mirando a la pared blanca que tengo en frente para intentar, simplemente, no pensar durante lo que a mí me parecen una eternidad.

Empiezo a impacientarme porque la alarma no suena, ya llevo esperando unos segundos o algunos minutos.

Decido desconectar el móvil del cargador para ver qué hora es porque me gana la ansiedad para saber cuándo sonará la alarma —Las 6:27— faltan 3 minutos que parecen eternos. Normalmente me levanto a las 7:00 a.m o 7:15 a.m pero pongo la alarma antes para empezar a quitarme la pereza y poder levantarme otra vez más, menos cuando estoy así...

Todavía tengo en mi mente todo lo que pasó, y como odio recordarlo, desearía no tener tantos problemas como los que tengo, o alomejor soy yo la que le da mucha importancia a esos "problemas" ¿Y si solo lo hago más grande para llamar la atención? Pero yo no quiero llamar la atención, nadie sabe que me encuentro mal, ¿Alguien notara que estoy mal?No creo porque entonces me lo preguntarían ¿Verdad? ¿Alguien se preocupa por mi? ¿De verdad alguien puede preocuparse por mi? ¿Y si nunca se enteran? Pero yo no quiero que se enteren ¿Deberían enterarse? Se que pienso mal, estos pensamientos son malos pero no puedo evitarlo, es algo mas fuerte que yo.

—Respiro—

Cierro los ojos e intento calmar esos pensamientos, se que si sigo dejándolos entrar llegarán a mi alma y recorrerán cada parte de mi, llegarán a donde me da miedo entrar. Todo el mundo tiene una puerta cerrada, o al menos eso pienso yo, no quiero que esa puerta se habrá, explote y no pueda pararla. Me conozco lo suficiente como para saber con certeza que si una pequeña brisa de su interior llegará a darme solo un ligero roce más de la cuenta no lo podré soportar, todo por lo que luche mantener se podría desestabilizar, podría quebrarse y eso es algo que no quiero que pase, ya estoy lo suficientemente mal como para lidiar con un problema de tal peso.

Me levanto y me siento todavía tapada con las sábanas para ver los pequeños rayitos de sol que van saliendo lentamente por la persiana, intentando ver más allá de los pequeños agujeritos que tiene, aunque no veo nada empiezo a darme cuenta del hermoso sonido que siempre hay cada mañana, es como si fuera una orquesta privada que tocan lo que quieren, pero lo hacen de una manera que hasta desordenada puede llenar el alma rota de una persona, el cantar de los pájaros me parecia tan hermoso que calmaban mi ansiedad cuando despertaba, era algo que me encantaba, era lo único bueno de madrugar para ir a clases.

Apago mi alarma y decido levantarme después d estar sentada sin hacer nada, voy directa a la ventana para subir la persiana, miro por la ventana y veo a los pájaros volar, observo como una pareja se posan en el árbol de enfrente y los veo mirarse, uno hecha a volar y el otro se queda, No puedo evitar sentir algo de tristeza o soledad, no tengo muy en claro todavía mis sentimientos, siempre que me convezco de que siento una cosa más adelante me doy cuenta que alomejor era otra, así que no indago mucho cuando no lo tengo claro, simplemente me dejó sentirlo.

Me doy la vuelta y miro mi escritorio todo desordenado, paso por al lado y veo de reojo la foto que tengo colgada de mi hermano pequeño conmigo, el tenía 3 años cuando tomamos esa foto.

—Se me escapa una pequeña sonrisa que lleva impregnada melancolía —

Paso de largo y salgo de mi habitación dejando la puerta entre abierta.

Voy directa al baño intentando hacer el menor ruido posible al abrir y cerrar la puerta. Termino y me dirijo a la cocina, abro la nevera, intentando que no se oiga el movimiento, saco la leche y  me bajo mi taza con cuidado, sirvo el contenido del cartón en la taza y la meto al microondas por un minuto. Bajo el colacao, agarro una cucharilla y espero pacientemente unos segundos a que se termine de calentar la taza —Pin— Abro el microondas y agarro la taza.