|| VI ||

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|| Es curioso como a veces se puede llegar a ser tan inocentemente cruel. ||











Stonehaven la tomó de la mano y la guió hasta una puerta situada al fondo del vestíbulo. Salieron a un pequeño jardín que olía a hierbas y a flores. 

Tras recorrer un angosto sendero, llegaron a una fuente que se alzaba en medio de un patio, frente al banco de piedra.

Julia siguió a lord Stonehaven hasta el banco. La suave brisa estival le acariciaba la piel, y la densa fragancia de las rosas saturaba el aire.

Cuando se hubieron sentado, Julia reparó en que él no le había soltado la mano. 

Trató de apaciguar sus pensamientos, de tener presentes su deber y el plan que había trazado.

— Tus amigos parecían muy contentos de verte — Empezó a decir, atreviéndose a tutearlo.

Stonehaven sonrió débilmente.

— Alfred es un buen tipo. Generoso en exceso. Tanto, que a veces se mete en apuros por ello.

— ¿Y eso?

Él se encogió de hombros.

— Lo de siempre. Se aprovechan de él — Meneó la cabeza y le sonrió —. Pero, por favor, no hablemos de Alfred. Es un tema aburrido, me temo.

— En ese caso — Dijo Julia con ojos chispeantes. — Hablemos de algo más interesante. De ti, por ejemplo.

— ¿De mí? No, me temo que yo también soy algo aburrido.

— Permíteme dudarlo — En su limitada experiencia, Julia había comprobado que el tema de conversación favorito de los hombres solía girar en torno a sí mismos —. Al menos, a mí no me lo pareces.

— Hay poco que contar. ¿Qué te gustaría saber?

— Pues todo. N o sé por dónde empezar — Julia hizo una pausa—. ¿Son las cartas tu pasión? ¿A eso dedicas tu tiempo?

— Generalmente, reservo el juego para las noches. Pero no, no creo que las cartas me apasionen. Sólo son un pasatiempo.

— Entiendo. ¿Y qué haces con el resto de tu tiempo? — Julia esperaba que mencionara el fondo de fideicomiso al enumerar sus actividades.

Stonehaven se encogió de hombros.

— Pues un poco de todo. Voy a mi club cuando estoy en Londres. Hago visitas. E incluso participo en ciertos asuntos financieros — Esbozó una sonrisa burlona.  — ¿Lo ves? Ya te dije que soy aburrido — Alzó la mano de Julia, acariciándole lentamente los dedos.

— Seguro que hablar de ti resulta mucho más divertido. ¿De dónde eres? ¿De Londres?

— No, de Kent — Respondió ella automáticamente, al instante lamentó aquel golpe de sinceridad. No obstante, se dijo, Kent tenía miles de habitantes; Stonehaven no tenía por qué asociarla con Thomas St. Leger o con sus vecinos, los Armiger.

— ¿En serio? Voy a Kent de vez en cuando.

— ¿Sí? — Murmuró Julia vagamente. Las caricias de su mano empezaban a distraerla.

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⏰ Última actualización: Aug 28 ⏰

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El precio de la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora