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|| Vivamos y que pase lo que tenga que pasar. ||











 — ¡Julia, no! ¡Ni se te ocurra! — Phoebe, la cuñada de Julia, se levantó de un salto al oír su plan, llevándose la mano al pecho como para impedir que se le saliera el corazón —. No puedes hacerlo. ¡No sabes lo que dices!

Julia suspiró, había esperado tal reacción por parte de Phoebe. La seducción no era una meta propia de una respetable jovencita de 1811.

— Sé muy bien lo que digo. Y no tengo intención de acostarme con él.

 Phoebe emitió un grito sofocado y volvió a hundirse en la silla. 

— ¡Julia!

— Creí que te satisfaría saberlo — Declaró Julia en tono pragmático.

— Naturalmente que no querría que te . . . que te . . . En fin, ya sabes. Pero, Julia, querida, ¡qué falta de decoro! ¡Hablar siquiera de semejante cosa! — Las mejillas de Phoebe se inflamaron. 

— ¿De qué otro modo puedo explicártelo?. — Julia no observaba muchas de las convenciones de la sociedad.  

A causa de la larga enfermedad de su madre, no se había puesto de largo cuando debió hacerlo y, posteriormente, el tremendo escándalo que envolvió a su hermano las había relegado a ella y a Phoebe al ostracismo.

Phoebe dejó escapar un gemido y hundió la cabeza entre las manos.

— No puedes hacerlo, Julia. ¡Selby se enfurecería conmigo si lo supiera! No debí permitir que vinieras a Londres. No debí transigir con nada de esto. Tu primer plan ya era una locura . . .  ¡Secuestrar a Stonehaven y obligarle a confesar la verdad! ¡Pero esto . . . !

— No me falles ahora, Phoebe —Julia atravesó la habitación y se arrodilló frente a la silla, tomando las manos de Phoebe entre las suyas. 

Phoebe era una mujer dulce y adorable como pocas, y Julia comprendía por qué su hermano la había amado tanto. Sin embargo, había ocasiones en que deseaba que su tímida cuñada tuviera algo más de carácter.

— ¿Recuerdas cómo te alteraste al conocer el primer plan? Temías que sufriera daño si acompañaba a Nunnelly y a Jasper. Que mi reputación quedase mancillada.

Phoebe hizo un gesto afirmativo.

— Sí. ¡Me desesperaba cada vez que salíais!

— Pero no pasó nada, ¿verdad? — Prosiguió Julia—. Volví sana y salva cada noche, y lord Stonehaven jamás sospechó que yo conducía ese carruaje.

— Sí, gracias a Dios.

— Pues créeme cuando te digo que tampoco pasará nada malo esta vez. No pienso dejar que ese hombre se aproveche de mí. Estoy hablando, simplemente, de conocerlo, coquetear con él y seguirle el juego por un tiempo, para sonsacarle la verdad.

Phoebe la miró dubitativa. 

— ¿Crees que eso dará resultado con un hombre como lord Stonehaven?

— Sí, estoy convencida de ello —Julia se sentó en el suelo, junto a la silla de Phoebe, y prosiguió sus explicaciones con ansiedad —. He descubierto dos cosas siguiendo a lord Stonehaven durante estas últimas tres semanas. La primera es que resulta imposible someterlo por la fuerza. Es muy fuerte físicamente y también muy valeroso, hay que reconocerlo. ¡No huyó de dos hombres, sino que prefirió hacerles frente! 

El precio de la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora