|| IV ||

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|| Hay finales felices y otros necesarios. ||











Stonehaven aminoró el paso conforme se aproximaban a la calle contigua, más animada, y Julia lo miró inquisitivamente. 

Él se detuvo y se volvió hacia ella. 

Le colocó las manos en la cintura y la atrajo hacia sí. Julia se quedó sin respiración; de repente, su corazón latía desbocado. 

En un acto reflejo, alzó las manos y las situó sobre el pecho de él, como si quisiera apartado, pero sus manos carecían de fuerza. 

Podía sentir el calor de su cuerpo incluso a través de la ropa, los latidos regulares de su corazón.

— Creo que es usted la mujer más hermosa que he visto nunca — Dijo Stonehaven en voz baja.

Julia quiso emitir una réplica aguda, pero no le salía la voz del cuerpo. El rostro de él se acercó, llenando su campo de visión. 

Luego sintió que posaba los labios sobre los suyos, dulces y cálidos. Julia se puso rígida al notar cómo le introducía la lengua en la boca. 

Los besos de sus pretendientes no la habían preparado para algo semejante. Notó que un calor abrasador recorría sus nervios hasta desembocar en su bajo vientre. 

Sus músculos parecieron derretirse de repente. Los brazos de Stonehaven la rodearon con más fuerza, atrayéndola hacia sí. 

Su cuerpo parecía increíblemente recio, todo huesos y tendones, y el contraste con la suavidad del suyo propio resultaba estremecedor. 

Él siguió poseyéndola con la boca mientras la apretaba contra sí colocándole las manos en los glúteos.

Julia notó que todo su cuerpo temblaba, sacudido por una tormenta de sensaciones, y lo único que pudo hacer fue aferrarse a las solapas de su chaqueta mientras Stonehaven emitía un ronco jadeo de satisfacción masculina, al percibir el calor de ella.

Finalmente, alzó la cabeza y la miró, sus ojos brillando con una oscura ferocidad.

— Jessica . . .

Julia distinguió la pasión que se dibujaba en su rostro, la inconfundible determinación de poseerla. Era, precisamente, la reacción que ella había pretendido suscitar en él desde el principio. 

Sin embargo, por primera vez, las dudas la asaltaron.

¿Y si no conseguía controlar la situación?

Retrocedió bruscamente, llevándose una mano al vientre como si quisiera aplacar el vendaval que arrasaba su interior.

— No — Stonehaven alargó la mano hacia Julia, pero ella dio otro paso hacia atrás, y él se detuvo—. No te vayas. Quédate conmigo.

— No puedo — Julia miró frenéticamente calle arriba y vio, como caído del cielo, un carruaje que se aproximaba con parsimonia. 

Ella alzó la mano y lo llamó. Stonehaven le puso una mano en el brazo, deteniéndola.

— No te vayas todavía.

— Debo irme.

— Paseemos un poco más. 

El precio de la VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora