Días después de su última conversación en la sala de baile, Joaquín y Emilio no habían dejado de intercambiar mensajes. Desde la mañana hasta la noche, se mantenían en contacto, compartiendo sus rutinas, intereses y pequeños detalles de sus vidas. La conexión entre ambos parecía fortalecerse con cada mensaje, y la expectativa por su primer ensayo juntos crecía. Cada mensaje intercambiado era un hilo más que tejía una red de complicidad y afecto entre ellos, llenando sus días de un calor y una emoción nuevos y emocionantes.

Finalmente, llegó el día del ensayo. Joaquín llegó temprano a la sala de baile, con una mezcla de nervios y emoción. La sala estaba vacía y silenciosa, excepto por el suave eco de sus pasos en el suelo de madera. Se puso su ropa de práctica y comenzó a calentar mientras esperaba a Emilio. Su mente repasaba los movimientos una y otra vez, anticipando cómo se combinarían con la música. No pasó mucho tiempo antes de que la puerta se abriera y Emilio apareciera, cargando un teclado y una mochila llena de partituras.

—¡Hola, Joaquín! —saludó Emilio con una sonrisa, dejando el teclado y la mochila en el suelo—. Espero no haber tardado mucho.

—Hola, Emilio. No te preocupes, acabé de llegar —respondió Joaquín, devolviendo la sonrisa—. ¿Listo para el ensayo?

—¡Claro que sí! —dijo Emilio, empezando a montar el teclado y conectarlo a un pequeño amplificador portátil que había traído—. Pensé que sería bueno tener el teclado aquí para que podamos trabajar en la melodía mientras practicas los pasos.

—Es una excelente idea —dijo Joaquín, estirándose un poco más—. ¿Por dónde empezamos?

Emilio se sentó frente al teclado y tocó unas notas suaves para asegurarse de que todo funcionara correctamente. El sonido del teclado llenó la sala, mezclándose con los ecos de las pisadas de Joaquín mientras continuaba calentando.

—Bueno, primero toquemos la melodía original y veamos cómo se siente con los pasos que ya tienes. Luego podemos empezar a experimentar con nuevas ideas —propuso Emilio.

Joaquín asintió y se colocó en posición. La melodía comenzó a sonar, llenando la sala con su ritmo emotivo. Joaquín comenzó a moverse, sus movimientos fluidos y precisos sincronizados perfectamente con la música. Emilio observaba atentamente, tocando las notas con una expresión concentrada y, a la vez, admirada. Los movimientos de Joaquín parecían hablar con cada nota que Emilio tocaba, creando una conversación silenciosa pero profunda entre la música y la danza.

Después de terminar la primera pasada, Emilio dejó de tocar y miró a Joaquín con una sonrisa.

—Eso fue increíble, como siempre. Ahora, ¿qué te parece si probamos algo diferente en esta sección? —sugirió Emilio, señalando una parte específica de la melodía—. Quizás podemos agregar unas notas más rápidas aquí para acompañar tus giros.

Joaquín asintió con entusiasmo. —Claro, suena bien. Vamos a probar.

Emilio tocó varias opciones de notas más rápidas, y Joaquín probó diferentes giros y saltos para ver cuál encajaba mejor. A veces, Emilio se detenía a mitad de camino, tocando unas cuantas notas más para obtener la opinión de Joaquín.

—¿Te gusta más esta secuencia o esta otra? —preguntaba Emilio, tocando dos versiones diferentes.

—Creo que la primera encaja mejor con el movimiento —respondía Joaquín, y luego ejecutaba el paso mientras Emilio repetía las notas.

Pasaron así varias horas, trabajando en conjunto para crear una nueva versión de la melodía y ajustar la coreografía. Cada vez que Emilio cambiaba algo en la música, Joaquín ajustaba sus movimientos para asegurarse de que todo fluyera de manera armoniosa. La sala se llenó de risas y conversaciones mientras probaban diferentes ideas, intercambiando sugerencias y comentarios. La compenetración entre ambos era evidente, cada ajuste y cada propuesta parecía mejorar el trabajo conjunto.

Sinfonía de corazonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora