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Agua control, el elemento del cambio y movimiento, la sanación y la vida. Pero para Zie nunca trajo más que destrucción y muerte.  

Tenía trece años cuando su mundo se vino abajo.

Recordaba ese día estar jugando con su agua control junto a su mellizo y hermana menor.

–¿Podrían dejar de hacer ruido? –pidió su mellizo con irritación–. Estoy tratando de practicar con mi boomerang.

Las hermanas se miraron con diversión, estaban afuera de su hogar junto a un fino río en el cual pasaban todas sus tardes.

La mayor levantó ambas manos en señal de rendición.

–Está bien hermanito, tú ganas –dijo con diversión, su mellizo se dio vuelta mientras negaba.

Zie le hizo una seña a la menor, para que copiara sus movimientos.

La de pelo azul se puso recta con sus hombros sueltos, la niña la imito. Tomó aire y levantó sus manos en dirección al río, un fino hilo de agua apareció, y luego otro.

Zie señaló a su hermano el cual estaba dado vuelta y se encargó de, lentamente, llevar el agua a su cabeza, la segunda maestra la copio.

–Uno... –contó en voz baja–. Dos... ¡Tres! –dijo y ambas hermanas tiraron agua al joven.

El niño cayó de cabeza a la nieve, mojado.

–¡Zie! ¡Katara! –escucharon el llamado de su madre.

Las hermanas se miraron y se aseguraron de correr lo más rápido que pudieran, antes de que su hermano las reprendiera.

–¡Pagaras por esto pescadito! –gritó Sokka a su melliza.

Zie entró a su hogar entre risas y algunas lágrimas. Molestar a Sokka era su pasatiempo favorito.

–¡Muy buen control Katara! –halago a su hermana pequeña, ambas eran maestras pero una tenía más experiencia que la otra–. Te recomiendo que medites más, tener una conexión con tu chi es lo más importante de un maestro.

La menor asintió con una sonrisa, aunque Zie sabía que para ella era imposible meditar.

–Gracias Zizi –dijo la menor–. Aunque creo que ahora visitaré a papá.

La mayor asintió con una sonrisa mientras veía a su hermanita correr hacia el puerto donde estaban los barcos. Tomó aire y se giró a su madre, tenía una expresión de amor que rápidamente endureció, preocupando a Zie.

–Mamá... ¿Qué pasa? –le preguntó con verdadera preocupación.

–Zizi... –los ojos de su madre se humedecieron–. La guerra se aproxima hija mía, y tu padre y yo sabemos que vendrán por los maestros agua –Kya, al ver la expresión perdida de su primogénita, continuó–. Tengo un plan para proteger a Katara, pero no como protegerte a ti.

Tomó el rostro de la niña en sus manos, la maestra ya con lágrimas enfrentó con su mirada a su madre.

–Lo lamento tanto cariño, siempre quise darte toda la sabiduría de nuestro pueblo para protegerte, pero yo...

Zie interrumpió a su madre.

–Y lo has hecho, no lo dudes nunca –dijo ella–. Me he formado todo este tiempo gracias a ti, para protegernos. No sientas que es tu culpa, la Nación del Fuego es despiadada.

Su madre asintió, su hija de trece años, maestra agua y sabia del mundo espiritual. La amaba con su alma, no podía estar más orgullosa.

–Tienes razón, ya encontraremos una solución.

La Leyenda De ZieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora