Capítulo 16 - Crin dorada, Manos Ensangrentadas

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Este preciso momento, en este espacio, en esta manta, en esta cama, era el más cómodo en el que Lena había estado en toda su vida.

Se llenó los pulmones de un aire fresco, fresco y maravilloso, y volvió a la realidad. Seguía cansada después de una noche llena de pesadillas, pero se sentía sorprendentemente relajada.

Una suave manta la envolvía perfectamente, y se sentía cálida y acogedora. Al despertarse poco a poco, se dio cuenta de que tenía las piernas suavemente sujetas al colchón.

Parpadeó confundida y levantó la cabeza, separando lentamente los labios ante la visión que la recibió.

En algún momento de la noche, Kara había arrastrado una silla hasta su cama. Los brazos y la cabeza de la guerrera estaban colocados sobre sus piernas mientras dormía plácidamente, con el pelo dorado esparcido alrededor de las mejillas como un halo. Lena se incorporó lo más suavemente que pudo para no molestarla e inclinó la cabeza para contemplar a la kriptoniana. Encontró sus dedos buscando los suaves rizos y los deslizó con cuidado entre los sedosos mechones.

El sol empezaba a asomar por la ventana y pensó en la kriptoniana que tenía delante. Nunca había conocido a nadie tan desinteresado.

Lena se preguntó si aquel instinto de protección era inculcado o genético. La Casa de El era conocida por cuidar de los indefensos, levantar a los débiles y cubrir a los heridos. Hacía tiempo que se había convertido en una marca de Kryptón: la compasión y la bondad. Cuando Lex le dijo que había un Zor-El en el calabozo, su corazón tartamudeó: había oído hablar de su valentía y honor, y pensó que ése era sin duda su medio de escape más seguro.

Ahora se daba cuenta de que no tenía ni idea de que tan cierto era.

Su tacto se paseó por la colina de un brazo musculoso, su pulgar acarició las líneas de un tríceps entrenado.

Y recordó que la fuerza también era un símbolo de Krypton.

No sólo su piel impenetrable o sus cuerpos bien tonificados. La fortaleza kriptoniana era envidiada y admirada en todo el mundo. Eran tercos y feroces, y cuando se concentraban en una tarea singular, eran escandalosamente peligrosos. Una sensación cálida y ambarina recorrió el estómago de Lena y pasó la palma de la mano por el hombro de Kara para hundir los dedos en el suave vello de la nuca de la guerrera.

Mientras sus uñas arañaban suavemente el cuero cabelludo de Kara, ésta emitió un suave zumbido de aprobación y hundió aún más la cara entre las piernas de Lena.

Kara prácticamente ronroneaba en su regazo como un león dormido, y un pequeño pensamiento humeante vagó por la conciencia de Lena mientras le acariciaba el pelo distraídamente.

¿Podría amar a esta mujer?

Lena frunció el ceño, observando cómo su propia mano revolvía los mechones dorados como si fuera independiente de su cuerpo.

Conocía a aquella mujer desde hacía dos semanas... Era imposible pensarlo.

¿Sabía de verdad lo que era el amor?

Entendía el concepto de amor. Entendía la forma en que Lillian miraba a Lex, el orgullo y la alegría en su rostro cuando él hacía algo que ella aprobaba. Veía cómo las jóvenes amantes de su hermano se adulaban en la cocina cuando pensaban que estaban solas.

Lo que más se parecía al amor para ella era lo que sentía cuando cuidaba de los caballos reales.

Le encantaba cómo resoplaban y le acariciaban las manos con el hocico, cómo daban pasos impacientes en sus cuadras cuando ella se acercaba, cómo se agitaban sus colas cuando ella les cepillaba las crines.

An Ocean of Fire {{SuperCorp}}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora